Recogimiento
Por las calles de Luquillo viene bajando la procesión, con el Jesús legendario cargando la cruz a nombre de casi todos. Prudente, equilibrado, el arzobispo de San Juan dice en entrevista que a los pecados de la carne hay que comprenderlos y resume, subliminalmente, su idea de inclusión: víctimas de la violencia de genero son todas, casadas o no. El Sábado de Gloria lo recibe un sujeto degollando a su compañera consensual. Tres movimientos para una sinfonía en la que al recogimiento y la sensatez los desafina un individuo que actualiza y corrobora las palabras del Arzobispo.
La procesión en Luquillo sorprende y reúne en las calles a residentes, curiosos y turistas, que viene a ser más o menos lo mismo. La capacidad del templo se desborba y en la plaza pública, un centro de desmanes y masacres en la historia universal, sucede el sacrificio de Jesús. El hombre, cuentan, que se rebeló contra la injusticia de su tiempo y echó a los mercaderes del templo, dos actos muy peligrosos. Erguir la cabeza contra un sistema opresivo y al mismo tiempo ajusticiar al capital que lo sostiene, lleva directo a la crucifixión.
Después de una de las celebraciones de la semana, Roberto González Nieves, medido y sin retórica seudo moralista, sorprendió a más de uno haciendo realidad lo de la caridad religiosa. Habló de la inclusión sin mencionar la palabra. Dejó entrever que la violencia quita la vida y no pregunta antes el estado civil de la víctima. Vamos, sin más vueltas, que una muerta a manos del concubino o amante de turno no es menos muerta que la señora casada. Sabemos que al asesinato lo castigan otras leyes, pero a simple vista no aparece presentable, elegante, que algunos jueces en el Tribunal Supremo hayan relevado de la protección de la ley 54 a una mujer atacada por su amante. Suena peor aún lo que opinan algunos legisladores sobre la revisión de la ley, con un vacío intelectual que produce náuseas.
Apenas se habían perdido en el espacio las palabras del Arzobispo cuando cierto sujeto le dio la razón. Comenzaba la noche del Sábado de Gloria, guardaban en sus corazones los fieles de Luquillo la procesión callejera, apenasiniciaba otra misa González Nieves en San Juan, cuando en Gurabo un ex guardia de seguridad terminaba la discusión con su compañera consensual asestándole varias puñaladas y finalmente, degollándola.
Si espantosa es la descripción del crimen tanto o más es la aparición del individuo contestando a una entrevista en un noticero de televisión, arrestado poco después del crimen. Dijo que estaba tranquilo, que no había pasado nada, que no tenía nada de que arrepentirse. Su frialdad era impactante, creo recordarme con la boca abierta frente al televisor buscando en la memoria alguna clase de sicología que explicara a este espécimen.
Este asesino y su compañera tenían una relación consensual, sin esos papeles que tanto reclama la ley 54 para ser aplicada. Se supone que le caerá todo el peso de la ley, de otras leyes, pero lo que nos queda por ahora es la imagen de un individuo sin emociones aparentes haciendo un eco sonoro a las palabras del Arzobispo, a las pocas horas de pronunciadas.
Inclusiónsin sacrificio. Una sociedad para todos, con obligaciones y derechos para todos. Entonces, la procesión de Luquillo podría cobrar un sentido práctico, realista, más allá de creencias y leyendas.