Las tribulaciones del dictador Ricardo Rosselló
Desde que el Centro de Periodismo Investigativo reveló 889 páginas del chat de Telegram en el que participó el gobernador Ricardo Rosselló y 11 de sus más cercanos colaboradores y funcionarios hemos confirmado varias cosas sobre el mandatario:
Sabemos que buena parte de su gestión la dedicaba a perseguir opositores políticos, acecharlos y amedrentarlos.
Sabemos que ejercía control sobre varios medios de comunicación de Puerto Rico. Que compraba programas, espacios de entrevista, portadas de periódico y que busca desprestigiar a periodistas que reportan hechos que no le convienen a su administración.
Tambien sabemos que piensa que todo(a) periodista que reporta lo que no le conviene tergiversa la información; una versión criolla del 'fake news' del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Sabemos que desprecia a todos(as) a cuantos gobernaba y que permitió que su más cercano colaborador, Elías Sánchez Sifonte, montara una red de venta de influencias multimillonaria para agenciarse contratos en el gobierno.
Sabemos que, a pesar de que existen fuertes indicios en el chat de que pudieron haberse cometido delitos graves, insiste en que no hay delito en su gestión y que por ello, tenemos la obligación de perdonarlo.
Sabemos que, aprovechando la pusilanimidad de la legislatura, ha firmado un decreto de emergencia fiscal que le permite tener control casi irrestricto sobre el presupuesto y le otorga inmunidad sobre sus acciones, en aras de garantizar 'la seguridad' del pueblo, entre otras cosas.
Por último, sabemos que, ante las protestas de cientos de miles de ciudadanos alrededor del país y el mundo que exigen su renuncia inmediata, Rosselló se ha atrincherado y acuartelado manteniendose en el poder con el uso de la fuerza.
Ante estos hechos, es necesario llamar las cosas por su nombre: Ricardo Antonio Rosselló Nevares, utiliza sus últimos días en el poder para jugar a ser el primer dictador de la historia de Puerto Rico.
Y es que no se puede llamar a Nicolás Maduro dictador en Venezuela utilizando estos mismos argumentos y no hacerlo con Ricardo Rosselló simplemente porque está ocurriendo en Puerto Rico.
Ricardo Rosselló ya no es un gobernador sino un dictador. Ya no es jefe de un gobierno o administración sino de un regimen.
El asunto está en que el regimen Rossellista es natimuerto y parece tener sus días contados. ¿Quien puede razonablemente pensar que puede salir a la calle tranquilamente? ¿Quien podría argumentar que puede enviar proyectos de ley para su aprobación o realizar anuncios públicos en algún otro lugar que no sea La Fortaleza?
Lo único que le queda es atrincherarse fuera del Palacio de Santa Catalina para intentar mantener su poder simbólico.
Y sobre esto no se puede culpar al pueblo. No es la primera vez que un gobierno que, en principio fue democráticamente electo, pierde legitimidad y pasa a convertirse en una dictadura o gobierno autoritario. Quitarle el poder a un gobierno mediante la protesta, la sublevación y rebelión no nos acerca a la anarquía ni a ser lo que tan despectivamente llaman 'una república bananera'. EL abuso del poder, la falta de transparencia, la corrupción generalizada, la persecución política, el desprecio hacia los gobernados, la destrucción de la confianza del país en sus instituciones y el uso de la fuerza para mantenerse en el poder es lo que nos acerca a convertirnos en ese tipo de sociedad.
No son los pueblos los que lanzan a las sociedades al caos, sino las acciones de los gobernantes ineptos y corruptos que generan una sociedad en la que la 'ley y el orden' solo opera para beneficiar a unos pocos poderosos mientras oprime a las grandes mayorías.
Es por eso que Rosselló no ha podido recuperarse del golpe brutal que todo esto le ha significado. Ni el ni ninguno de sus allegados está pensando claramente.
Cualquier abogado o estratega político medianamente competente sabría decirle que, ante la inminente caída de su regimen y la posibilidad real de ser arrestado por las autoridades estadounidenses, solo tiene una opción razonable para el.
Recopilar toda la prueba de los delitos en su contra, entregarla al Departamento de Justicia de Puerto Rico, renunciar, ser acusado bajo los tribunales de aquí primero impidiendole al gobierno estadounidense acusarlo por los mismos hechos en virtud de la decisión del Tribunal Supremo en Commonwealth v. Sánchez Valle. Salir culpable y luego obtener un indulto de la gobernadora Wanda Vázquez antes de que termine el cuatrienio. Solo así podría exiliarse el resto de sus días como persona privada y alejada del lente público en Estados Unidos o Francia, ya que le gusta tanto ese destino.
Sin embargo, Ricardo Rosselló ha decidido jugar a ser el dictador de la colonia que le ofreció un puño públicamente al presidente del imperio Donald Trump. Ha decidido jugar a ser dictador de un pueblo que lo tiene acorralado, en donde pierde apoyo diario del sector privado y de su propio partido. Es una guerra que simplemente no puede ganar.
Pero no debemos subestimar las tribulaciones del dictador. Sus acciones podrían provocar una espiral de consecuencias que tendría un efecto a largo plazo mucho más devastador para el país.
Y es que no debemos pasar por alto la posibilidad de que, como colonia, sea la administración de Donald Trump la que termine haciendose cargo de todo. El gobierno estadounidense ha ido sentando las bases de una posible intervención directa.
Han dicho que no sabemos gobernarnos, que somos corruptos, que aquí hay un caos en nuestro gobierno y que eso provoca que se pierda el dinero de los contribuyentes estadounidenses.
La semana pasada el jefe máximo de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, anunció que visitaría la isla como primera parada en su gira por America Latina en la cual discutirían asuntos de seguridad y derechos humanos, aunque despues canceló la visita. Todo esto sienta las bases para que, al igual que ocurrió con PROMESA, Puerto Rico se convierta en balón político en la opinión pública anglosajona en medio de la campaña eleccionaria y que escojan la medida menos dañina para ellos: nombrar un gobierno provisional que ponga 'orden' a la colonia.
Una medida que nos retrotraería a principios del Siglo XX y que tendría consecuencias detrimentales sobre nuestra vida colectiva. Lo que digo, no es una defensa al regimen Rossellista, sino un llamado a buscar una salida puertorriqueña a este dilema cuanto antes para evitar un mal mayor.
Además de las protestas incesantes en las calles y redes sociales, hay que aumentar la presión con la misma fiereza sobre los líderes legislativos y alcaldes. Hay que buscar que los servidores públicos se manifiesten a traves de una huelga de brazos caídos. Hay que buscar recobrar la estabilidad tras la renuncia o el residenciamiento de Rosselló lo antes posible.
Si Estados Unidos interviene como parece prepararse para intervenir, la corta dictadura Rossellista tendrá consecuencias durante años para nuestra vida colectiva.
*El autor es periodista y abogado.