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Alerta contra el análisis político embrutecedor.

Mucho de lo discutido en la borrasca del seudo análisis político contemporáneo, no sólo puertorriqueño, trata sobre temas recurrentes desgastados por el manoseo y el darle a la manigueta.

Salvo los exabruptos y excentricidades extremas --¡tres ex´s, peligro!-- de los trumps de la vida, que introducen alguna novedad, uno podría tomar veinte años de análisis y analistas, barajarlos poniendolos en cualquier orden, y encontraríamos un mismo grado de coherencia, el que sólo la nadedad colonial permite.

De hecho, podrían difundirse programas de estos analistas de hace una decada y si pudiesemos suprimir los nombres de los actores comentados, muy poca gente notaría la diferencia. Este fenómeno es particularmente posible en el medio colonial, porque en las colonias nada, o casi nada cambia. Porque los sistemas coloniales están sostenidos y controlados desde afuera y porque sus premisas son estables y coherentes, y se mantienen así por periodos muy prolongados.

El discurso político en las colonias y los (seudo) análisis públicos que de la política se hacen son por consiguiente, no sólo coherentes, si no que tambien constantes, y como tales resultan ser anestesiantes, desorientadores y hasta embrutecedores.

La falsa política colonial --la farsa-- en la cual la Polis y el Demos han sido suprimidos u omitidos, produce falsos coloniales discursos, análisis falsos y conclusiones dominantes abrumadoramente falsas. Por ello, el análisis (creíble y verdadero posible) sólo es dable, cuando se cuestiona todo el armazón de premisas que sustentan como real el modelo y sistema político colonial.

Esta decantación, si se quiere, esta separación de la paja del grano, necesita estar casi ausente sistemicamente para que el discurso colonial dominante se sustente y 'perpetúe'. En cambio, cuando las premisas que sustentan el coloniaje se erosionan la monotonía de monodiscurso dominante comienza a ceder.

La primera gran crisis en la estabilidad colonial la sufre el discurso colonial y el seudoanálisis político que se practica. Ambos se retroalimentan tambien dentro de un torbellino erosionante.

Deslegitimación

Este fenómeno, el del torbellino erosionante del discurso y del análisis coloniales, suele estar acompañado de una deslegitimación que en el medio colonial suele ser en primera instancia externa. La deslegitimación, distinto a lo que su nombre supone, no es un proceso estrictamente jurídico. Se trata de un proceso fundamentalmente económico-político. La deslegitimación recoge un estremecimiento o vaciado de los elementos justificantes. Este vaciado puede proyectarse desde lo político y desde lo jurídico, pero su validación sustantiva suele ser de orden estructural.

No se trata de un proceso súbito, el concepto mismo de lo que es un proceso que es tambien social lo precluye. Se trata de una sucesión paulatina de encuentros-eventos con 'verdades' que 'se descubren' aunque hayan estado allí presentes durante mucho tiempo. Estas 'noveles' verdades a veces tienen un imprimátur oficial. En el caso del proceso colonial puertorriqueño, el año 2016 supuso una contundente decertificación que surgió de parte de los poderes constitucionales estadounidenses, contracorriente del reclamo de que existía una realidad política puertorriqueña soberana. El Ejecutivo estadounidense a traves de sus abogados en dos litigios ahora celebres, Pueblo v. Sánchez Valle y California Franklin Investments; el Tribunal Supremo de los EEUU en las decisiones de estos dos casos; y el Congreso, a traves de la Ley PROMESA, arrasaron con cualquier viso de legitimidad del gobierno colonial.

Cuando se habla incorrectamente de que Puerto Rico es ingobernable o de que hay una crisis de ingobernabilidad, se encubre un proceso largo de desgaste del mito colonial, que ya ha pasado por una decertificación oficial de parte del gobierno de la metrópolis.

Dicho sucintamente, lo que parece haber sido una doble coincidencia súbita de las tres ramas constitucionales de la metrópolis ha sido en realidad la culminación de una erosión gravísima de muchos años de los discursos coloniales y de los seudo análisis sustentadores del sistema colonial.

Desmantelamiento

Una colonia --especialmente una de siglo XXI-- subsiste porque y mientras sirve principalmente a los intereses económicos y políticos que acceden a las estructuras de poder de la metrópolis. Las colonias ni han existido, ni existen, para favorecer a los colonizados. Cualquiera que pueda ser el beneficio imaginario o marginalmente real que el colonialismo brinda a una parte de los colonizados --generalmente una minoría intermediaria-- tal 'beneficio' palidece en calidad y cantidad a los enormes beneficios que se extraen de la estructura y operación colonial.

Cuando los cargos públicos son vistos como botín de guerra, como alimento de egos o como carnada de apariencia de poder, asistimos a la canibalización del servicio público.

Esta paradoja tiene consecuencias concretas muy graves. Casi nunca, por no decir nunca, la colonia es capaz de desarrollarse para auto-sustentarse, porque su organización misma supone un sistema de extracción por la vía clásica --materias primas, mano de obra barata, mercado exclusivo-- o por la vía menos clásica --endeudamiento-pago de intereses; exenciones contributivas; arreglos financieros de blanqueo-- entre otros.

La consecuencia de esta estructura colonial al servicio extranjero, es el empobrecimiento relativo local; la carencia de oportunidades y la emigración --cuando es posible-- de la población; la perdida de recursos humanos (brain drain); la descapitalización y la condena perpetua a la dependencia.

A consecuencia de lo anterior --la centrifugacidad de la riqueza generada y de los recursos; la carencia de medios para autosustentarse y para promover un desarrollo social y económico real y permanente; se produce un gobierno inviable --en el caso de un Estado, un Estado inviable-- y cada vez más dependiente. Ello durará hasta que la metrópolis quiera. Estos gobiernos coloniales o neocoloniales suelen endeudarse masivamente y de ahí, que el sistema de dependencia refuerce su propio estrangulamiento.

Sin acumulación de reservas; sin capacidad para generar ahorro para promover su desarrollo real; sin una política estricta de control de gastos y del gasto que producen las exenciones y paraísos contributivos; sin recaudos suficientes para atender las demandas sociales; estos gobiernos o estados recurren a las medidas de choque para gastar menos. Todo tipo de recortes (algunos necesarios), entre los que se cuentan los más injustificables moralmente, se producen. Con ello se canibaliza vía la reducción y la privatización, lo mucho o lo poco que el gobierno o Estado haya construido por largo tiempo, y se arrasa cualquier noción de estado o gobierno socialmente responsable.

El desmantelamiento, la privatización y la ruina del aparato gubernativo descapitalizan aún más a la sociedad y a la economía.

En este punto del desplome y de la venta en pedazos y a quemazón, a la sociedad sólo le queda de su 'sombra de gobierno' su debilitado capital institucional. Se desatan terribles corrientes canibalizantes y de guerra de todos contra todos. Este clima recuerda la guerra civil explicada por Hobbes. Guerra que en clave contemporánea es real, tambien simbólica y sobre todo, destructiva.

Llegados aquí, lo próximo que le resta perder al gobierno colonial -- 'su gobierno'-- son sus instituciones.

Desinstitucionalización

Hace un par de meses escuchamos a la Secretaria de Justicia de Puerto Rico reclamar que estaba siendo víctima de la fabricación de un caso criminal. Supe desde entonces, por el sólo hecho de su intempestuosa declaración, que definitivamente no era persona apta para ocupar el cargo.

La institucionalidad no es difícil ni de entender, ni de definir. En el caso de una sociedad y de su gobierno, agrupa otros conceptos como la confianza de los ciudadanos; convivencia, si posible democrática; credibilidad; capacidad de operar colaborativa y solidariamente; entre otros.

La institucionalidad es lo que va más allá de los ocupantes incidentales de los altos cargos, de sus mudanzas ocasionales o de sus naturales incidentes y accidentes. La institucionalidad radica en esa cuota abstracta, pero real, que reside en la condición ciudadana de cada quien. No se trata en una fe ciega en personas, ni en organismos. Se trata de una creencia raigal y radical en que el Bien Común existe, y que existe con carne de realidad, cuando las personas y las instituciones trabajan a conciencia y se esmeran para conseguirlo.

Cuando los cargos públicos son vistos como botín de guerra, como alimento de egos o como carnada de apariencia de poder, asistimos a la canibalización del servicio público. Cuando este fenómeno abarca desvirtuar la dirección, el sentido o el significado de las instituciones, estamos en presencia de un crudo proceso de desinstitucionalización.

La más reciente edición del tiroteo entre los órganos presuntamente fiscalizadores y de 'ley y orden del país', acusa un agudo caso de desinstitucionalización, tornado crónico en el escenario colonial, por decadas de pesima gestión, y administración.

Puerto Rico antes y despues de María

Puerto Rico acusaba un grave deterioro gubernativo, institucional y social antes del huracán María. María no cambió ese hecho. Sólo lo puso más en evidencia, lo puso de manifiesto.

El COE en el Centro de Convenciones, fue la mejor muestra del colapso desde el inicio, que existía en la capacidad gubernativa antes de la llegada de los huracanes Irma y María.

Entre el colapso de los medios de comunicación durante semanas luego de los huracanes, y su colapso sustantivo y de contenidos, junto a la fanfarria publicitaria y de desinformación gubernativa de la reconstrucción y recuperación; se ha pasado por alto el colapso gubernativo en las tres vertientes desglosadas: deslegitimación, desmantelamiento y desisinstitucionalización.

Estos tres elementos insoslayables están afectando la manera precaria en que el gobierno negocia la reconversión de su deuda en futuras leoninas obligaciones; está tambien alimentando la falta de credibilidad del gobierno de la metrópolis en la capacidad del gobierno colonial para administrar con honestidad y 'transparencia' los fondos de reconstrucción, y están contribuyendo a hacer añicos el fantasioso reclamo por la estadidad.

Mientras esto sucede, el seudo análisis político sigue paseándose por las ramas de los árboles de otro bosque, reforzando mitos, enajenado de lo que pasa en el mundo, retroalimentando las vueltas a la noria de políticos y funcionarios inexpertos y faltos de cultura política que no entienden lo que le está pasando al país, ni lo que les está pasando.

*El autor es doctor, abogado, profesor y estudioso de los procesos legislativos y reglamentarios. Fue asesor y luego portavoz del PIP en la Cámara durante 24 años.

Víctor García San Inocencio
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