Aquel 25 de noviembre
I - Violencia Institucional
En Río Piedras, hace treinta y siete años en el 1981, el país fue testigo de un masivo acto de violencia policial contra miles de estudiantes universitarios y cientos de otros ciudadanos. Un motín oficial fue iniciado por miembros de la Unidad Táctica de la Policía de Puerto Rico contra los participantes en una asamblea estudiantil en medio de una huelga que ya para entonces alcanzaba tres meses.
Los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico habían conducido con organización, coherencia y disciplina un movimiento contra el alza en las matrículas que había desenmascarado el control político de la Universidad desde Fortaleza, y que había mostrado la sinrazón y el autoritarismo desplegado por la administración gubernativa Aquel era el primer intento de corromper el concepto de una Universidad pública con costo moderado o mínimo, y para colmo, se trataba de una imposición a la trágala.
Los estudiantes decretaron la huelga a principios de semestre, y fue en Río Piedras, el recinto más grande con más de veinte mil estudiantes, donde tuvo mayor fuerza el arraigo que fue cobrando; aunque Humacao, Mayaguez, Ciencias Medicas y casi el resto de las once unidades institucionales realizaron paros de diferente tipo hasta el punto que se decretó un cierre de la institución.
Eran los tiempos del segundo cuatrienio del gobernador Carlos Romero Barceló, quien luego de una elección cerradísima --la del recuento de Valencia--había retenido su cargo, perdiendo su partido el control del Senado y de la Cámara de Representantes, la cual apenas acababa de organizarse mediante el pacto Colberg-Viera para romper un empate táctico que impedía la elección de su presidente.
Eran los tiempos de un cuerpo policiaco manchado por los efectos de gangas corruptas internas como la del notorio Alejo Maldonado; cuerpo policiaco que había comenzado a percudirse por los efectos del Cero Maravilla. Ese evento cobraría espectacularidad mediática más tarde, a traves de una investigación senatorial sobre el asesinato de dos independentistas. Operaba en el país con rudeza la División de Inteligencia, la que años despues sería vapuleada por el caso de las carpetas de Subversivos.
Este era el contexto del despliegue brutal, abierto y descarnado de violencia policial contra todo lo que se movía ese día de noviembre en el pueblo de Río Piedras: Un cuerpo policiaco politizado hasta el tuetano, horadado por la corrupción, con una parte de sus unidades constituidas en brazo violento y perseguidor de independentistas, estudiantes (no eran sinónimo), trabajadores, comunidades, y de todo lo que se le oponía. Ese cuerpo policiaco era parte de un gobierno de un partido político debilitado y ansioso de hacer espectáculos de fuerza.
II - ¿Que le había sucedido al PNP en las elecciones del 1980?
El gobierno de Romero Barceló había prevalecido por una ventaja exigua y había perdido la rama legislativa. Traía el desgaste de una primera administración y el que provocaba una división interna, acaso originaria desde el año 1968 cuando fue fundado por disidentes del Partido Estadista Republicano. A la altura de 1980, aquella herida que no se había cerrado cuajó en la candidatura a la gobernación de Hernán Padilla, Alcalde de San Juan, y en la fundación del Partido Renovación Puertorriqueña. Ese partido-facción cuyo liderato procedía mayormente del PNP, y que provenía de las filas estadoístas, tuvo un ascenso sospechosamente meteórico, con sólido asesoramiento y precisos movimientos tácticos que resultaron ser la causa próxima de la derrota del PNP.
Aquella fisura estadoísta y su cicatriz, han acompañado con distintas variantes y contorsiones al PNP. en sus procesos internos electorales. Notablemente se se perciben aún a la distancia de cuatro decadas en cada administración gubernamental de ese partido.
Los asesinatos de dos independentistas ejecutados por la Policía en el Cerro Maravilla en 1978, que todavía en noviembre de 1981 no habían atravesado por su primer ordeño senatorial exitoso, habían comenzado a hacer mella y maleado para el PNP aquella elección celebrada veintisiete meses despues, en noviembre de 1980.
Cerro Maravilla --una investigación justa y justificada-- sería durante una decada (1983 al 1992) objeto de un enorme ordeño político por la mayoría popular senatorial, la cual frenó la investigación justo a las puertas de incriminar a los federales. De hecho, su fracaso estrepitoso en el 1992 resultó en la resurrección política de Romero Barceló, quien sería electo al cargo de Comisionado Residente.
El año 1980 y la división electoral del PNP, marcarían su ruta debilitante a lo largo de la decada de los ochenta. Varios de los factores mencionados, unidos a la artillería de los medios de comunicación, crearon un pesimo ambiente para que la administración de Romero Barceló cobrara tracción, a pesar de que el justo despues de las elecciones del 1980 cuestionado por el desbancamiento del PNP había contestado: '¿Que derrota?'
III - El estudiantado riopedrense en la huelga del 1981
Habría que decir que el estudiantado del recinto más grande la U.P.R. era probablemente el más articulado y organizado de aquella generación. Aparte de los consejos de estudiantes --General y por facultades-- existían múltiples organizaciones departamentales, culturales, religiosas y de todo tipo que estaban interconectadas a traves de un tejido de vida universitaria amplio.
Muchísimos estudiantes vivían en las periferia de Río Piedras y existía una buena relación con el sector comercial que todavía era grande pues no había sufrido los estragos de la explosión de la tienda Humberto Vidal, ni la parálisis prolongada cuando se cavaron los túneles del Tren Urbano. Muchos universitarios laboraban en el comercio de Río Piedras que ha permanecido muerto, salvo excepciones honrosas y extraordinarias por la desidia o incompetencia de sucesivas administraciones municipales. Había pues, vida estudiantil que giraba alrededor de ese mundo de convergencias, experiencias, sinsabores y algunas alegrías. Existía además, un activismo --menos articulado-- en las escuelas superiores periferales, muchos de cuyos estudiantes serían receptores de los efectos del alza en las matrículas particularmente los próximos a graduarse de cuarto año.
Conozco de primera mano esa topografía humana diversa, pues a excepción de una pausa corta en Intercambio, había pasado la segunda parte de la decada de los años setenta en, o vinculado a la U.P.R. y a la vida en Río Piedras, en sus librerías, cafeterías, en la Plaza del Mercado, y hasta en sus fiestas. Por otro lado, antes de graduarme de Derecho en 1981, había participado en todos los cuerpos estudiantiles --Consejo de Estudiantes, Senado Academico, Junta Universitaria-- y conocíamos la Universidad desde dentro y por fuera.
Atribuyo a todas estas condiciones de la vida estudiantil en la comunidad riopedrense y a la solidaridad de diferentes organizaciones, la efervescencia y el exito de la huelga universitaria, decretada en agosto y que había expuesto y puesto en jaque el liderato del gobernador Romero Barceló. Tambien jugó un papel importante el nivel de preparación y articulación del liderato estudiantil, su madurez, y su cautela que fue haciendo inefectiva la incursión de los grupos encubiertos policiales, quienes luego de Maravilla habían visto reducido su radio de acción. Era notable tambien la relativa unidad --no exenta de diferendos--de las organizaciones políticas, religiosas estudiantiles.
Habrá que examinar algún día, cómo las experiencias de esa prolongada huelga curtieron y aceraron a aquella extraordinaria generación universitaria, muchos de cuyos líderes fueron expulsados, aunque algunos regresaron como profesores e investigadores, o se incorporaron a las empresas, o emprendieron la ruta de la diáspora sin retorno.
Luego de tres meses de exitosa huelga y del descredito de los administradores universitarios en su mayordomía operada desde la Fortaleza, debió haber sido previsible que la Policía fuese utilizada en un espectáculo apabullante de fuerza.
IV- El 25 de noviembre de 1981
Estuve presente frente a la UPR ese día como abogado admitido a la profesión una semana antes, y como representante legal de los estudiantes a quienes se les había impedido la entrada al recinto. Los estudiantes idearon un plan para celebrar una asamblea sin violar el Interdicto que pesaba sobre ellos, es decir, sin entrar al Recinto. Improvisaron una tarima desde dos plataformas del otro lado de la verja, en la acera de la Ponce de León, mientras miles de estudiantes se congregaron para escucharlos al otro lado de la verja en la grama dentro del recinto, entre la Torre y la avenida Ponce de León.
Alrededor de las plataformas-tarima había profesores, observadores y periodistas, entre otros. La asamblea o reunión intra y extra muros comenzó, no sin que antes policías --algunos del cuartel de Río Piedras y otros de la Unidad de Tránsito-- intentaron en vano presionar para que se removiesen las tarimas para impedir que continuase la asamblea. A nadie debe extrañar que en el país de las carpetas que serían desenmascaradas varios años despues; en el oasis de la persecución sistemática y el abuso de los derechos humanos, la policía quisiese suprimir una asamblea estudiantil 'por órdenes superiores', violentando precisamente el derecho a reunión pacífica, asamblea, expresión y a solicitar la reparación de agravios de parte del gobierno.
Como ni la grúa policiaca pudo llegar a las plataformas-tarima, ni tampoco quiso el teniente a cargo autorizar a que se expidiesen boletos por mal estacionamiento a las plataformas los cuales solicitamos. Como la intención era desmantelar e impedir por la fuerza una asamblea legítima, siguió a ello una violenta irrupción de la Fuerza de Choque que fue desplegada en la Ponce de León y en la entrada del recinto iniciando una orgía de agresiones, gases lacrimógenos y disparos. Los eventos anteriores fueron narrados por transmisión radial y recogidos por la prensa. La negociación frustrada por la policía tambien. Apenas, comenzaban las hostilidades del festín de abuso policial.
Una enorme estampida humana de miles de estudiantes cayendose, tropezando y huyendo de los gases y de las explosiones se desató hacia el interior del recinto. Tuve que correr, luego de una gestión con el Coronel tercero al mando de la policía desde el telefono público de la entrada, quien no pudo lograr impedir lo que estalló en menos de dos o tres minutos. Era preciso evitar la irrupción de la Fuerza de Choque. Ese Coronel, de nombre Raúl González, hombre honesto, compañero del curso de Reválida del verano, no tuvo tiempo para evitar desde el Cuartel General la embestida, por no tener mando, tiempo, ni medios. Un sargento de la Fuerza de Choque a quien pude agradecerle años despues que me salvase la vida, me previno de que era inminente el comienzo y que corriese por mi vida.
Recuerdo que la masa estudiantil intentó refugiarse en dirección hacia la Torre, hacia el Centro de Estudiantes y hacia las facultades de Ciencias Sociales y Comercio (hoy Administración de Empresas). El atajo obvio bajo techo era atravesar la Biblioteca General Jose M. Lázaro. Su Director, el Doctor Delgado estaba en las puertas frontales protegiendo aquella catedral de libros y publicaciones, repleta de insustituibles colecciones, Le pedí en medio de la emergencia que abriese la Biblioteca para refugiar a parte de la masa humana que huía de los macanazos, los gases y de los disparos. Parte del grupo atravesó el primer piso y corrió hasta la salida posterior a medio camino de los 'Cuatro Edificios'. Para ese momento una nube espesa de gas lacrimógeno cubría esa parte del recinto.
En los noticiarios de la tarde veríamos el relato grabado de lo que fueron dos horas de vejaciones con escenas tipo Gestapo en el Gueto de Varsovia, que incluyeron el desalojo de estudiantes de la residencia de la Torre del Norte haciendolos caminar entre dos filas de policías sadistas que los iban moliendo a palos estando indefensos y con los brazos en alto. Hubo visuales en las noticias sobre cómo macanearon a diestra y siniestra en Río Piedras a transeúntes, como entraron a los negocios a empujar y a agredir, y como en su arrebato corrompieron la paz, la ingenuidad y la confianza de una generación. La más conmovedora de todas estas escenas fue la de una madre con dos niñitos, uno en en brazos que almorzaba algo en una cafetería, mientras un policía golpeaba el mostrador donde estaban los platos de alimento.
La violencia institucional, la del estado, había regresado a la ciudad universitaria y estas escenas de horror se grabarían en la memoria colectiva por años, independientemente, de lo que pudiera ser el resultado de la huelga. Río Piedras y el recinto universitario fueron puestos en estado de sitio.
Esa misma tarde tenía pendiente una continuación de vista en la Sala del Juez Superior Honorable Peter Ortiz, en los procedimientos del caso contra el liderato estudiantil como abogado de registro. Tuve que llegar a la Escuela de Derecho y conseguir a un valiente que me sacara del recinto tapado en la parte de atrás de su carro y me dejase en el Centro Judicial de Hato Rey. Allí se sentían aún los efectos de los gases arrojados a casi una milla de distancia.
Se abrió Sala, vi al Juez Ortiz estremecido. Me preguntó si dadas las circunstancias quería un aplazamiento de la vista. Tambien nos compartió con rostro sombrío que su hija o sobrina estaba en el Recinto.
V - Efectos inmediatos y duraderos
Los eventos de aquel día le abrieron los ojos a mucha gente. La ingenuidad o candidez con la cual todavía la gente miraba a la Policía prácticamente desapareció. No era que ya no se confiase en nadie que llevase un uniforme --eso es totalmente pernicioso en cualquier sociedad-- pero la gente era más cuidadosa a la hora de llegar a conclusiones, comenzó a analizar más y a mirar con ojo más crítico la conducta policial en lugar de la tradicional anuencia frente al autoritarismo de estado.
Diría que este evento, más que otros, volcó las simpatías de grandes sectores a favor de los estudiantes y su causa, y contra la imposición del gobierno. Se abrió un marco de receptividad y de fiscalización policial que llegaría a un pico importante con la primera fase de las vistas del Cerro Maravilla dos años despues, y que alcanzaría su instrumentación más eficaz en el caso de las Carpetas y el primer desmantelamiento de la llamada División de Inteligencia a fines de los ochenta y principios de los noventa.
La huelga estudiantil obtuvo triunfos judiciales notables cuando el Juez Ortiz negó finalmente el Injunction Permanente a la Universidad y cuando el Tribunal Supremo autorizó la celebración dentro del Recinto de una Asamblea estudiantil. Algunos esperábamos que esa asamblea de temprano en diciembre fuese ocasión para levantar la huelga luego de la derrota moral de la administración Romero Barceló. No ocurrió así lamentablemente, pero esa fue la voluntad del estudiantado. El tiempo se encargó de enfriar el movimiento, y aunque la victoria fue moral, el gobierno no capituló. El nuevo episodio que siguió fue una ola de represión administrativa disciplinaria y de expulsiones contra los estudiantes que persistiría por el resto del cuatrienio.
Los hechos del 25 de noviembre del 1981 fueron investigados por varios organismos públicos, sin que se hubiese tomado ación correctiva efectiva como se pondría de manifiesto, con reiterados actos de violencia oficial contra otros movimientos sociales de la decada del ochenta y de la decada del noventa. Habría que examinar cuánto influyó el cúmulo de corrupción, conductas ilícitas y clima de violación masiva de derechos humanos condonado por tanto tiempo, en las grandes dificultades que existen hoy día, para implantar la mal llamada 'Reforma de la Policía' bajo monitoreo federal. Una cultura de violencia de estado y de violencia institucional acunó la deformación de muchos nuevos oficiales policiacos. Esta cultura de violencia probablemente pervive, o ha sido reproducido transmitida y afecta a muchos miembros de esa estructura.
Menciono un Informe del Senado Academico del Recinto de Río Piedras de abril del 1986 --INFORME FINAL COMISIÓN ESPECIAL QUE ESTUDIA LAS FUNCIONES Y ACTUACIONES DE LA GUARDIA UNIVERSITARIA, que se adentra en la utilización de la Guardia Universitaria en las 'actividades de vigilancia' del estudiantado y de la comunidad universitaria. Está en orden que se examine la utilización de este organismo y de compañías privadas, y de recursos universitarios en diferentes epocas en actos de colaboración en la violación de derechos fundamentales. Un estudio abarcador sobre la estrategia de la privatización de la represión o del desvío privatizado de su implantación por el gobierno estaría en orden.
*El autor es doctor, abogado, profesor y estudioso de los procesos legislativos y reglamentarios. Fue asesor y luego portavoz del PIP en la Cámara durante 24 años.