Sí, corramos nosotras
Imaginemos por un momento una sociedad donde la equidad y la integración de todos los componentes surja de manera orgánica, un lugar donde el trato igualitario sea una característica que nos distinga como ciudadanos. Luego analicemos la dinámica político partidista y preguntemonos, ¿están todos los sectores equitativamente representados? La respuesta automática es no, y es precisamente por esto que nos hemos organizado para aportar en la ecuación de la política pública y el progreso del país: apoyar a la mujer para lograr paridad en nuestros puestos públicos electivos. El asunto no es segregarnos bajo el discurso del machismo o el feminismo, sino utilizar efectivamente las herramientas por las que hemos luchado y con las hoy tenemos el derecho a la educación y el voto, el acceso a la información y la capacidad estrategica de identificar áreas de necesidad para unirnos, organizarnos y ejecutar.
Hoy, de los 161 puestos electivos principales, 23 son ocupados por mujeres, y sólo 8 de 78 alcaldías son lideradas por mujeres.
La participación política de la mujer en Puerto Rico tiene sus orígenes en el siglo XIX, enfatizado en el derecho a la educación y utilizando como medio publicaciones en revistas y periódicos. Fue así como se formalizó la fundación de la Liga Femínea Puertorriqueña.
El siguiente paso era exigir el derecho al voto; sin contar con el y sin tener acceso a puestos públicos, no se podían atender nuestros reclamos. Entre protestas y discusión pública, se logró que el 1929 las mujeres mayores de 21 años que supieran leer y escribir pudieran votar, y en el 1932 -siendo las primeras elecciones donde la mujer podía participar- fue elegida María Luisa Arcelay. Sin embargo, no fue hasta el 1935 con la aprobación del sufragio universal que todas las mujeres pudieron votar bajo las mismas condiciones que los hombres podían hacerlo.
85 es el mínimo de puestos que necesitamos para lograr paridad electoral
Para lograr los derechos que nos fueron reconocidos, la clave fue la solidaridad y organización entre los ciudadanos, precisamente lo que seguimos necesitando, pues contamos con el derecho al voto, pero el acceso al proceso electoral aún sigue siendo un reto. En ese entonces y hoy el reclamo no es monolítico, sino que atiende aspectos sociales, económicos y políticos para el desarrollo del país. Queda mucho por hacer aquí y en el mundo. Por ejemplo, en Arabia Saudita apenas se legalizó el voto femenino en el 2015.
El llamado no es resaltar a la mujer por condición puramente de genero. Al contrario, en el momento que se tiene que especificar un trato diferente por ser mujer, se anula el discurso de equidad. Por años la desigualdad ha recaído sobre nosotras ya que consideran a la mujer diferente, por lo que el argumento nunca debe ser que un genero es superior al otro, sino cómo todos somos iguales, con la misma responsabilidad y deber social.
Esto tampoco se trata de partidos, sino de cómo socialmente nos comportamos y cómo políticamente nos afectamos. Es de uso y costumbre arremeter contra la política, los políticos y sus procesos - no es para menos - sin embargo, olvidamos a menudo que la política es el ente creador del sistema social, razón por la cual no debemos descartar nunca la integración en esa discusión y dinámica de lo que al fin y al cabo define nuestras circunstancias. Es medular que todos tomemos acción.
Tenemos varias opciones: criticar desde el sofá, expresarnos a traves de una red social, boicotear, y entorpecer, pero tambien podemos educar, aprender, intervenir y sumar. Para provocar cambios, modifiquemos el concepto, promovamos y apoyemos la participación política de todos los que usualmente no tienen acceso, tanto candidatas como electoras. Debe existir la paridad en los puestos y el acceso para candidaturas debe ser igual, reflejando progreso, pues salvaguardar la esencia humana es deber de todos, y mientras haya cualquier tipo de discrimen no seremos libres como sociedad.
85 es el mínimo de puestos que necesitamos para lograr paridad electoral, lo que representaría que políticamente se minimiza la desigualdad bajo el concepto de genero, en cuanto acceso a escaños electorales y participación. Cambiemos las cifras, que la discusión no sea que en lo que va de año 18 mujeres han sido asesinadas por sus parejas, que no sólo ocupemos 23 puestos electivos entre la legislatura y los municipios.
Por el desarrollo del país y la equidad, corramos nosotras.
*La autora es abogada, comentarista radial y cofundadora del Proyecto 85.