Los niños, nuestro mayor tesoro
Hoy levanto mi voz por unos seres humanos indefensos: los niños, nuestro mayor tesoro.
Por su valor incalculable en la humanidad, hay que protegerlos, cuidarlos y guiarlos. Por eso desde hace más de 70 años se estableció la Declaración de los Derechos del Niño que establecía 10 principios básicos de la responsabilidad que los adultos tenemos con ellos:
El derecho a la igualdad, sin distinción de raza, religión o nacionalidad.
El derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental y social del niño.
El derecho a un nombre y a una nacionalidad desde su nacimiento.
El derecho a una alimentación, vivienda y atención medica adecuadas.
El derecho a una educación y a un tratamiento especial para aquellos niños que sufren alguna discapacidad mental o física.
El derecho a la comprensión y al amor de los padres y de la sociedad.
El derecho a actividades recreativas y a una educación gratuita.
El derecho a estar entre los primeros en recibir ayuda en cualquier circunstancia.
El derecho a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación.
El derecho a ser criado con un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos y hermandad universal.
A pesar de estos derechos, en todo el mundo tenemos a adultos comportándose como niños, que establecen políticas y decisiones como si todo fuera un juego en el que poco importa la paz, el respeto, y más que nada el sentido común.
Por eso se me ha hecho tan duro asimilar la gran cantidad de noticias que han salido en las últimas semanas sobre cómo se maltrata a los niños a nivel institucional en todo el mundo. En Estados Unidos con la inhumana y virulenta política antiinmigrantes de Trump. En America Central con los conflictos políticos y sociales en sitios como Nicaragua, el Salvador y Honduras. En Guatemala por la economía y por el volcán de fuego. En Siria cuando mueren por ataques químicos o biológicos. En los países de África cuando se montan en yolas y llegan hasta las costas de España, Italia y otros países europeos buscando cobija. En Puerto Rico por las políticas que permiten que desechen cientos de libros nuevos, se cierren escuelas buenas y le quiten la poquita ayuda a los niños con impedimentos. Parecería que hay una plaga de maltratar a la niñez en todo el mundo.
Es incomprensible ver las imágenes, escuchar los llantos o leer noticias de cómo la sociedad en general maltrata a los niños.
Se usan los niños como si fueran posesiones, como cosas que pueden manipular, vender, golpear y maltratar, peor que lo que les hacen a los animales. A veces son usados como esclavos, como carne que venden al mejor postor para satisfacer sus deseos. Ven a los niños como si fueran mercancías de las que se puede disponer, sin pensar que son el futuro. Son esos niños quienes nos cuidarán en nuestra vejez, y muchos no nos damos cuenta de que el trato que le damos a esta generación que se levanta es el que recibiremos más adelante.
Las cifras reales
En Argentina, por ejemplo, hace dos días trascendió una noticia que casi la mitad de todos los niños son pobres. De esos, un 17.6% pasa hambre y un 10.2% son indigentes, según un informe de la Universidad Católica Argentina.
Según la UNICEF, en el mundo hay 2,100 millones de niños y niñas, que representan un 36% de la población. Todos los años nacen alrededor de 132 millones de niños y niñas, pero uno de cada cuatro de estos menores vive en una situación de pobreza extrema, en el seno de familias que ganan menos de un dólar al día. En los países en desarrollo, uno de cada tres niños vive en una situación de extrema pobreza. Uno de cada 12 niños muere antes de cumplir cinco años, sobre todo debido a causas que se pueden evitar como guerras, violencia interna, desigualdad social y otros factores.
Cuando analizamos esas realidades, al menos en Centro y Suramerica, podemos entender por que es que tantas personas huyen buscando el sueño americano hacia el norte. Se arriesgan a que los maltraten o hasta los maten en el trayecto de sus países, por Mexico hasta llegar a la frontera con los Estados Unidos, donde buscan mejores condiciones de vida.
Ataque de Trump a la niñez
Pero en los Estados Unidos hay otra realidad. Los americanos ven a los hispanos como una amenaza a su entorno. Algo así como en los 80 y los 90 muchos puertorriqueños veíamos a los dominicanos que llegaban aquí en yolas, arriesgando su vida para poder sobrevivir. O como veían a los cubanos y haitianos que partían en balsas hasta las costas de la Florida. A los cubanos se les daba asilo político, a muchos haitianos los deportaban de regreso a la miseria.
Ahora mismo los americanos ven su país transformándose hacia uno con pigmentación, con color en la piel y otros idiomas, y no lo quieren aceptar. Por eso eligieron a Donald Trump, quien montó su campaña en una retórica de supremacía blanca que fácilmente sedujo a las clases trabajadoras blancas en los estados del centro y del sur, que no se veían representados ni por las políticas de Obama y otros demócratas en Washington, ni por la prensa liberal que se concentra en las grandes ciudades del este, principalmente Nueva York.
Y Trump ha ido cumpliendo poco a poco sus promesas. Ahora mismo está en pugna con sus aliados, pero se acerca a Corea del Norte y a Rusia, y quiere seguir cerrando el paso a inversión extranjera y traer de regreso al "mainland" la producción americana. Y en ese juego de poder, los inmigrantes, y especialmente los niños hispanos, sobran. Sobran en la nación, pero son un negocio. Hace negocio con los centros privados donde guardan a los inmigrantes y a los niños.
Por eso aumentó la política atroz que tenía Obama y empezó a separar más familiares. Estableció su ataque virulento contra los más indefensos, que son los niños que ni siquiera hablan ingles. El problema fue que no contaba con los videos y audios de tantos niños llorando, que indignaron hasta a los propios republicanos. Y tuvo que cambiar de estrategia.
Lo cierto es que en cuestión de seis semanas entre abril y mayo el gobierno de Trump había separado a más de 2,000 niños, a quienes meten en jaulas. En los primeros 15 meses de la Administración Trump hubo sobre 100,000 inmigrantes arrestados en la frontera con Mexico de los cuales 37,500 eran niños y el resto familiares. Las escenas han sido de espanto. Esa imagen de la portada de la revista Time de un presidente mirando a una niña inmigrante llorando resume el efecto que tiene esa política en los más indefensos.
Uno mira esas imágenes y está horrorizado, pero lo cierto es que en Puerto Rico estamos igual de malvados hacia los niños.
La realidad en Puerto Rico
Un ejemplo es el recorte de casi $80 millones que la Legislatura le quiere hacer al Programa de Educación Especial. Ochenta millones. A mayo de 2017 habían registrados 136,889 niños bajo Educación Especial y la mayoría requieren acomodos especiales - como tener menos niños por salón - que son incompatibles con la política actual de meter sobre 35 niños por salón. Son los más desvalidos de los desvalidos.
La política de cierre de escuelas tambien es otro ejemplo de cómo se maltrata a la niñez pobre en el país. Los privan de acceso a la enseñanza al eliminar dónde estudiar, o al permitir que boten cientos de libros en buenas condiciones. Ambos casos son maltrato a los más pobres, y tenemos que reconocer que casi todos los niños en Puerto Rico son pobres. Según el Índice de Bienestar del Instituto del Desarrollo de la Juventud, el 57% de los niños en Puerto Rico, o sea 473,611 de ellos, viven bajo el nivel de pobreza.
Del total de la población puertorriqueña, un 46% (737,393) son niños. En el 2015, unos 17,643 casos fueron referidos al Departamento de la Familia. Tenemos tambien la cantidad de menores que se procesan como adultos en las cortes, y el grave efecto que los recortes en los servicios de salud tiene ya en la población infantil.
En fin, lo que nos pasa aquí, en Estados Unidos de Trump, y lo que pasa en todo el mundo, es un reflejo de una sociedad enferma que perdió sus valores y el respeto a la dignidad de todo ser humano. Me pregunto, ¿cómo se puede construir un nuevo mundo y educar a unas nuevas generaciones con lo que estamos permitiendo? ¿Que clase de semillas estamos sembrando en la niñez puertorriqueña y en la de todo el mundo?
No tengo respuestas a mis interrogantes. Tan solo tengo el mal sabor que queda cuando uno ve esos ataques a tantos seres indefensos a quienes se deberían cuidar. Solo puedo hacer lo que hago, desde mi trinchera, desde mi pequeño espacio, que es cuidar y respetar a todos los niños que tengo en mi entorno y en mi país. Despues de todo, se que ellos son joyas. Hay que cuidarlos como nuestro mayor tesoro.
*La autora es relacionista profesional y mantiene el blog En Blanco y Negro con Sandra.