Para medir el desarrollo de la sociedad puertorriqueña
Un resumen de tres páginas en la prensa del 11 de junio del 2018, presenta datos del Informe de Desarrollo Humano para Puerto Rico 2016, documento de 298 páginas, prologado en noviembre del 2017 por la Doctora Marcia Rivera Hernández. Se trata de un trabajo en equipo donde decenas de autores e investigadores aportan desde aproximaciones diversas observaciones, análisis y fundamentos para establecer el primer informe de este tipo luego de tres años de análisis de las cifras, estudios y estadísticas disponibles al año 2012.
Establecer y fijar siquiera el Indice de Desarrollo Humano para un país no es tarea sencilla. En el caso de Puerto Rico, donde a pesar de los esfuerzos ingentes del Instituto de Estadísticas, la opacidad gubernativa las esconde, resulta todavía más difícil.
Cuando se trata de realizar un Informe de Desarrollo Humano el reto es mucho mayor, pues se conjugan elementos económicos, educativos, sociales, culturales y de diversa índole para su examen cuantitativo, cualitativo y para su construcción. La metodología --variada y controvertida internacionalmente para establecer el Indice de Desarrollo Humano, de uso de por sí polemico-- para determinarlo ha sido establecida desde el 1990, y el Indice se trabaja hoy día, de manera comparativa en 187 países.
El Informe dado a la publicidad esta semana que se demoró por los efectos del huracán María, parte del análisis de las variables que permiten establecer el Indice contiene y de su cálculo, que ya se había establecido para varias decadas y años en Puerto Rico. La base de este Informe la constituye el año 2012. Este Informe de Desarrollo Humano constituye quizás el ejercicio más abarcador hecho en Puerto Rico, en cuanto conjuga el esfuerzo de múltiples partícipes de diferentes disciplinas, y por la variedad de acercamientos utilizados.
Siendo el primer Informe abre a debate no sólo sus contenidos, sino su metodología y por ello debe subrayarse no sólo la primicia, sino tambien su apertura a la discusión serena. hay que recordar que tanto el Indice como el Informe de Desarrollo Humano son instrumentos que pueden aconsejar la manera de organizar y encaminar el desarrollo de una sociedad.
Debo apuntar que la aceleración, naturaleza y magnitud de los cambios socioeconómicos en Puerto rico en los últimos cinco años plantean una cuestión previa de verificación y validación más cercana en el tiempo de los datos que sirven de base a estos estudios. El Informe prologado en noviembre del 2017, referente al 2016, muestra los cálculos del Indice del 2012. Ya antes del huracán María, se habían acentuado y agudizado tendencias que vienen corriendo desde comienzos del milenio y se habían afincado otras más recientes de manera notable. Un cálculo de la perdida poblacional del último quinquenio actualizado con el de los últimos ocho meses y de la composición y procedencia de la parte correspondiente a la migración interna y hacia el exterior podría afectar los resultados de los componentes utilizados para el análisis del Indice y la preparación del Informe.
Factores tales como la escolaridad de los migrantes pre-María y post-María, su número, estrata de ingresos, edad y condiciones de salud podrían afectar los resultados de los cálculos del Indice. Habría que tomar en cuenta la aceleración notable de algunos factores en un periodo relativamente corto de tiempo.
Por otro lado, habría que empezar por reconocer que varios investigadores puertorriqueños, economistas, han trabajado a lo largo de los años con el Indice de Desarrollo Humano para Puerto Rico por lo que existe un marco comparativo retrospectivo importante para un determinado número de años. El doctor Jose Alameda Lozada, economista, en un artículo recogido en su libro Economía del Diario Vivir, de tan temprano como en el 1999, hizo notar que si bien los estudios del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas no incluían a Puerto Rico en el cómputo del Indice, existían varios estudios sobre este Indice en Puerto Rico, y que el mismo siguiendo la metodología conocida lo había calculado. El catedrático del Recinto Universitario de Mayaguez, Alameda, estimó en el 1996 en 0.885 el valor del IDH, ocupando Puerto Rico la posición número 21 entre 170 países. Refiere Alameda además, que el Dr. Olben Delgado en su tesis doctoral en la Universidad de Nueva York '…fue más allá y calculó los índices de desarrollo para 1960, 1970, 1980 y 1990. Los valores obtenidos y la posición relativa (en parentesis) fueron 0.632 (27) en 1960; 0.808 (24) en 1970; 0.885 (23) en 1980; y, 0.869 (25) en 1990'. El doctor Alameda cita además la tesis de maestría de la UPR del maestrando Pablo Espinoza quien realizó el cálculo de los índices entre 1993 al 1998, inclusive, estimándolos en 93.4 en el 1993; 91.0 en el 1994; 90.0 en el 1995; 89.0 en el 1996; 89.0 en el 1997 y 90.0 en el 1998.
El Informe de Desarrollo Humano publicitado dividido en cuatro partes.
Enfoque ciudadano
El Informe se presenta o lleva el signo de una iniciativa multisectorial, de entronque ciudadano y producto de la sociedad civil alejada del oficialismo en cuanto a contenidos y enfoques. Se presenta además, dentro de una corriente respondiente a los hechos determinados por los usos y prácticas impulsados por el Estado, que en el caso puertorriqueño es 'estado' en minúscula, menguado por la condición colonial, la carencia de poderes e influencia absoluta de respuestas y visiones externas. El carácter apendicitario de la economía puertorriqueña, la debilidad de su sector empresarial, el ingerencismo gubernativo, el tamaño del sector informal, entre otros factores, están de telón de fondo en el análisis.
Se vindican en el Informe valores como la participación ciudadana, la transparencia, la rendición de cuentas y formas sustantivas democráticas que viabilizan la vigencia de los derechos humanos, la inclusividad y la existencia de oportunidades para mejorar equitativamente la calidad de la vida de los ciudadanos. Todos estos factores están vinculados al desarrollo humano sustentable.
Sin abrogarse la representación ciudadana, podemos ver al Informe como un instrumento valioso ciudadano que debe ser analizado y atendido por todos los sectores civiles-sociales y gubernativos.
Un proyecto para evaluar y la deseabilidad de elevar a carne de realidad las recomendaciones contenidas en el Informe y muchas otras, debe convocar a los ciudadanos y a sus organizaciones tales como cooperativas, sindicatos, empresas, entidades de todo tipo y al gobierno para trabajar de consuno en su consecución.
Un Indice
Un índice como este nos permite de manera teórica y relativa situarnos o contextualizarnos con y frente a las realidades de los otros países atendiendo a los múltiples factores e indicadores que se combinan para computarlo. Es decir, debiera permitirnos compararnos. Pero este es sólo uno de muchos índices. De hecho, los redactores de este Informe toman otros índices en cuenta, los subsumen y los ponderan. Aún así, en el caso puertorriqueño hay meta-condiciones que afectan tanto a las variables importantes que determinan el Indice, que es probable esperar distorsiones que pueden ser aún mayores.
La condición colonial de Puerto Rico, por tratarse nuestro país, de una de las pocas colonias del mundo, debería ser objeto de tratamiento y análisis con modelos diferenciables. Pues el rezago acumulado de las instituciones políticas y jurídicas, la profundidad y longitudinalidad de la dependencia y la construcción misma de realidad económica, social y cultural tan afectada (en el caso puertorriqueño por más de un siglo) debiera presentar retos cualitativos superiores a los que brinda la cuantificación.
Puerto Rico es una de las colonias más pobladas del mundo adscritas a la economía más grande del mundo y al Imperio más poderoso del pasado y presente siglo. Debido a ello es posible que la variable dependencia necesite ser examinada y ponderada de muchas otras maneras para brindar un cuadro más cercano y medular de nuestra realidad. Pues es posible que las mediciones y análisis que nos proyectan tan alto en indicadores fundamentales como educación y salud no alcancen a medir, o a tomar en cuenta distorsiones de nuestro entorno colonial de repercusiones aún mayores. Sería bueno en este sentido examinar Indices de Desarrollo Humano para otras colonias.
Es posible que esten chocando aquí una visión cuantitativa del país --con su demacrada transparencia estadística--, con otra muy patentemente visible luego de que el huracán María se llevase las fachadas y mostrara de cuerpo entero las vulnerabilidades fundamentales y copiosas de nuestra población.
Por otra parte, es difícil pensar que un país con una tasa de ocupación de 40, pueda por el sólo hecho de las transferencias mostrar un rostro relativamente favorable y benigno en materia de educación y salud. Uno pensaría que estas variables se trenzan de un modo más complejo y sinergico y que podría estar sobrevaloradas. De hecho, cuando se mira la topografía de los enormes segmentos vulnerables y plurivulnerables de la población puertorriqueña hay 'números' que no cuadran, alineamientos que podrían estar mucho más desfasados y sesgos abultados que habría que identificar y medir. Esto aún para las cifras vistas al año 2012 conforme al instrumental de encuestas limitado que está disponible.
Tomando sólo una variable 'salud', me permito especular que luego del desmantelamiento del sistema piramidal de prestación de servicios de salud del doctor Arbona, por la cruda privatización y el penoso sistema de 'capitation' que ha privatizado la salud pública de más de millón y medio de pobres en el país; deben haberse erosionado los grandes avances salubristas de las decadas de los setenta, ochenta y noventa. La expectativa de vida como indicador, al igual que la morbilidad y la tasa de muertes de niños antes de cumplir los 5 años, pueden permitir ciertas inferencias, pero nos van a hablar muy poco de la calidad de esas vidas y de si en efecto son saludables. Si por ejemplo, en un país se abandona la prevención --como se estipulará que ha ocurrido lamentablemente en Puerto Rico en muchos renglones-- habría que ver cómo es la salud de las personas a lo largo de su vida luego de ese nefando abandono; examinar tambien cuáles condiciones se diagnostican oportunamente, se atienden y se curan; cuáles condiciones de salud se previenen, entre muchos otros elementos. De ahí, que haya que ir a lo largo de las 298 páginas del Informe y quien sabe si a las miles de páginas de anejos que le sirvieron de base, para hacer precisiones importantes en el renglón salud.
Es posible que esten chocando aquí una visión cuantitativa del país --con su demacrada transparencia estadística--, con otra muy patentemente visible luego de que el huracán María se llevase las fachadas y mostrara de cuerpo entero las vulnerabilidades fundamentales y copiosas de nuestra población.
El Indice de Desarrollo Humano no pretende medir, ni puede, los devastadores defectos de un sistema que no es sustantivamente democrático, ni jurídicamente justo, ni socialmente equitativo, ni de un sistema que no se ha diseñado con arreglo a promover el desarrollo sustentable, ni el bienestar de los puertorriqueños; sino que se ha construido ese sistema como apendice económico y fiscal de intereses foráneos.
Tengo suspicacia sobre cualquier Indice que sitúe a la colonia más antigua del mundo, con nuestro trasfondo y realidades en el número 31 de 187 países. No se trata de subestimarnos o de sobrestimarnos, es que hay cosas que simplemente no cuadran y que habría que tomar en cuenta otros índices e indicadores.
En el Informe se utiliza como un referente importante la obra de Atkinson. Hay que decir que sus aportes junto a los de Picketty son muy importantes. Pero del mismo modo que la variable desigualdad no era tomada verdaderamente en cuenta por la corriente principal científica económica como un factor fundamental hasta hace relativamente poco tiempo (¿15 o 20 años?), otras variables importantes como el 'Rezago Acumulado Colonial'; como el 'Indice de Dependencia'; como el 'Indice de Indiferencia político-jurídica', deberían ser modelados o tomados en cuenta.
Porque ¡ay de nuestro mundo¡, si con la condición en que estamos en Puerto Rico en cuanto a infra desarrollo insostenible, hacemos el lugar 31 entre 187 países. De hecho, aparecer como el quinto país más desigual del mundo no parece muy compatible con esta posición. El otro índice que aúpa al IDH --el de educación-- no nos habla de la calidad, ni de la proporción que consigue ser egresada, ni de la calidad de la educación recibida. En un país en donde se habla de la existencia de chinchalfes educativos desde la decada de los años setenta, algo podría tener que ver la inflación de diplomas y grados en lo elevado de esta parte del Indice.
La importancia de tener este punto de partida
Valoro este Informe porque estoy seguro de que será un instrumento útil para atender el ¿Que hacer?. Porque se conjugan en el mismo los trabajos de gente seria que ha dedicado decadas al estudio de nuestra realidad, y porque a final de cuentas, los números suman lo que sumen y las metodologías y modelos están para revisarse y perfeccionarse.
Por otro lado, el Informe contiene recomendaciones y conclusiones saludables que el país necesita conocer y aplicar en dosis masivas. Concedo que mi perspectiva del asunto la asumo desde mi praxis de más de tres decadas. He sido abogado, he pasado buena parte de mi vida en la práctica y en los foros donde se legisla y gestiona, es decir, en el gobierno y la Asamblea Legislativa donde se le da forma a los presupuestos y a las políticas públicas.
El raquitismo en los espacios participativos ciudadanos, la intransparencia, la corrupción, la inexistencia de una democracia sustantiva, entre otros, son males que señale con juicio crítico y muy críticamente durante muchos años. La política pública y sus derivaciones a las que llaman políticas públicas, que durante decadas ha imperado en Puerto Rico es una carente de coherencia, lastrada por la improvisación, la falta de planificación y el embeleco, preparada por y al servicio principalmente del capital foráneo, sus lavanderías y de los intermediarios locales. Cuando ha sido política social ha estado encaminada a la perpetuación y profundización de la dependencia; ha sido calcada y trasplantada de programas con muy poca raíz, ni pertinencia a las realidades puertorriqueñas, y para colmo, esa política pública ha sido una política privatizada. Claro que hay excepciones, claro que a contracorriente se han adoptado modificaciones importantes en algunos programas gubernativos y en la política pública, pero ha sido muy poco cuando se compara con la masiva e imponderada importación.
Este documento punto de partida y los conceptos en que se apoya, debe ser llevado y discutido en la mayor diversidad de foros lo que incluye academicos, empresariales, sindicales, cooperativistas, oenegeístas, filantrópicos, religiosos, comunitarios, entre otros. Pero poco se hará si no se consigue llevarlo y discutirlo con quienes tienen algún poder decisorio en los municipios, gobierno estatal, asamblea legislativa y seguramente la Judicatura.
Ahora bien, la situación colonial que es exponencial por la realidad momentánea de la Junta de Supervisión Fiscal; la quiebra gubernativa a causa del impago de la deuda inauditada con porciones ilegales; y, la demoledora irrupción de los sectores financieros altamente especuladores y de los criptosectores, se erigirán como un muro refractario e impermeable a cualquier visión democratizadora en la toma de decisiones en cuanto a política pública y programas que promuevan la democracia sustantiva, la participación, la transparencia, la equidad, la justicia y los derechos humanos --componentes indispensables todos-- para dirigirnos hacia el desarrollo humano sustentable.
*El autor es exlegislador del Partido Independentista Puertorriqueño y asesor en legislación y administración gubernamental.