Protagonismo
En Puerto Rico abunda un afán de protagonismo. Son los mismos de siempre, las mismas caras, la misma gente que hace ruido, que se desespera por que los vean como líderes, por mandar y sobresalir que marginan a los demás. Es un afán tan violento por coger el micrófono y robar show, por ser el que aparece en las fotos o en la foto de prensa, que hace que la gente se aleje. Cansan. Neutralizan su mensaje porque las masas los rechazan.
Pasó el fin de semana con la poca asistencia y los encontronazos en la Asamblea de Pueblo contra la Junta de Control Fiscal. Pasó en la asamblea del Partido Demócrata. Pasó en las primarias recientes. Pasa en la televisión, pasa en la política y pasa prácticamente en todo. Se matan los movimientos sociales y las actividades colectivas por el ansia de protagonismo de los supuestos líderes. Eso provoca cada día más inmovilismo en las masas que ya tienen leídas a esa gente, y no los respetan. Saben que se representan a ellos mismos y a sus intereses individuales, no al colectivo ni al bien común.
La credibilidad se gana, no se fabrica. Lo que pasa entre esos supuestos líderes que realmente viven desesperados por ser protagonistas es que, al final, ellos mismos aplastan su mensaje y se convierten en el ruido que interrumpe el proceso de comunicación. Y mientras perdemos tiempo buscando quienes son los líderes, a Puerto Rico nos pasan por el lado.
En estos días en Panamá se exalta la ampliación del Canal que permitirá mayor tránsito comercial, y que fue una obra financiada por los propios panameños, con capital nacional. En República Dominicana siguen construyendo obras, creciendo la economía y no dan abasto, al punto que muchos desarrolladores boricuas se han tenido que ir a construir allá y a crear empleos allá mientras que aquí reducen operaciones y despiden empleados. En Cuba el crecimiento es vertiginoso y acá lo miramos como con una especie de miedo, curiosidad y sorpresa, en vez de ponernos a trabajar. Como dijo el ex Presidente del Parlamento, quien estuvo de visita la semana pasada, el amigo Ricardo Alarcón, los puertorriqueños tienen que unirse primero para poder salir adelante.
Ese es precisamente nuestro problema. Queremos ser todos jueyes en una misma olla de agua hirviendo y nos halamos las patas para no dejar salir a nadie del calor. Nos hundimos porque no trabajamos en equipo y porque el hambre por el ser reconocido y ser líder, nos agobia.
Los movimientos de base lo que buscan es un punto de referencia para congregarse, como pasó con Podemos en España y pasa en otros sitios del mundo. Aquí no. Aquí en Puerto Rico piensan que con poner la bandera gigante o con llamar a dos o tres que controlen los micrófonos, el pueblo va a aplaudir y a seguirlos, pero no es así. El verdadero protagonismo surge cuando tenemos verdaderos líderes.
Un verdadero líder tiene que ser genuino. No puede tener los dedos amarrados con nadie. Tiene que decir la verdad, aunque duela. Tiene que definir y mantener su dirección en vez de voltearse como veletas según le convenga en el momento. Conoce sus fortalezas y las aprovecha al máximo, pero también reconoce sus debilidades y cómo subsanarlas. Por eso cede el espacio a aquellos que dominan las destrezas que él adolece.
Un verdadero líder tiene siempre disposición para aprender y no cree en las recetas instantáneas ni las fórmulas de siempre. Está dispuesto a volver a empezar porque no teme de sus errores y sabe que equivocarse es parte de la vida. Sabe comunicar, pero más que nada, sabe escuchar y aprende de las diferencias.
La credibilidad se gana generando confianza, tendiendo puentes y siendo democrático. Y no siempre esa credibilidad la tiene el protagonista. Se olvidan que muchas veces el actor secundario es el que hace un mejor papel y el que gana los premios. El protagonista en las luchas es el pueblo, no necesariamente el que esté frente a un micrófono.
*La autora es relacionista profesional y mantiene el blogEn Blanco y Negro con Sandra.