Nino Correa: “Nunca he votado. Mi único color es el negro"
El jefe del NMEAD va de camino a su maestría en Gerencia, se casó y ya es abuelo.
Nino Correa Filomeno nació el 8 de julio de 1965 en Fort Hood, Texas y es el número siete de diez hermanos.
Su padre, Saturnino Correa González, era militar y donde fuera que se asignaba partía con su esposa, María Marta Filomeno Ayala. De ese modo, todos nacieron en bases militares, ya sea en Alemania, Estados Unidos o en Puerto Rico. Nino por poco nace en Japón. Fue solo una circunstancia porque Puerto Rico es su pasión.
Diez hijos es un montón. Y bromea con que su padre se tomó tan en serio el ejército que quiso formar uno propio. También bromea con el hecho de que su padre era blanco de ojos verdes y que “el Padre Celestial supo lo que hacía”. “¡Imagínate la perdición!"
Sus hermanos tienen todos nombres cortos: Zoé, Zaé, Lino, Levy, Rory, Tito, Clivia. Asé era más fácil manejar “el ejército”. El es Nino. Y nuevamente entre risas le da gracias a Dios por no llamarse Saturnino como insistía su padre, un hombre de Río Grande que se enamoró en Loíza.
En determinado momento, su padre dejó de vivir con ellos y ya en 1976 estableció a su esposa en Carolina y prosiguió su carrera militar, residiendo en Estados Unidos. Casi nunca volvió a vivir con ellos, así que su madre era padre y madre. Fuerte de carácter, los crió en el Evangelio. De ahí que Nino no deje de mencionar a "el Padre Celestial".
Vivió la escasez pero no la percibió
Una mujer sola con diez niños. Había escasez pero Nino nunca la sintió. En todos los cumpleaños había bizcocho, aunque no tuviera frosting y siempre se celebraban. Los regalos navideños se daban en Día de Reyes. Las nenas tenían dos y los varones tenían uno. Nunca les faltó alimento gracias a las maromas que hacía su madre y al favor de mucha gente.
No era de estar en el vecindario. Con nueve hermanos tenía su socialización y diversión en el hogar. Estudió en Villa Fontana, en Carolina, y al terminar la escuela superior montó una compañía de construcción y diseño de interiores junto a sus hermanos, por necesidad. Quería ser ingeniero, pero las circunstancias se lo impidieron y tampoco pudo ser arquitecto. Manejó la compañía familiar por 16 años. Pero al final, el trabajo voluntario que comenzó a realizar a los 14 años en el área de emergencias y desastres fue consumiendo sus días. Y marcando su futuro.
El misterioso tecnicismo de su nombramiento
Comenzó en el Municipio de Carolina, luego en la Defensa Civil y ahora en el Negociado de Manejo de Emergencias y Desastres donde es el jefe, más allá de que un tecnicismo legislativo inventado contra él le impidiera ser comisionado en propiedad. De eso él prefiere no hablar aunque claramente sabe que le hicieron una maldad al añadirle un requisito de maestría a la experiencia que a él le basta.
Le duele y lo admite, porque no logra entender cómo alguien podría querer humillarlo con su preparación académica cuando le sobraba la experiencia de décadas. Pero les tiene una sorpresa, ya finaliza su bachillerato- que lo ha ido realizando online- y ya está encaminada su maestría, pero no para satisfacer a nadie sino a sí mismo. Lo ha hecho, como dice él, “callaíto”, luego de ostentar-vuelve a bromear-, el récord Guinness de intentos de bachillerato.
La preparación académica, que no significa educación, es preocupación para algunos pero Nino vive enfocado en el servicio y las veces que han intentando marginarlo, la opinión pública se levanta en defensa suya, graduándolo con su respeto. Son los mismos que se inventaron el requisito de la maestría, que lo hacen pensando que es popular por sus comienzos en el Municipio de Carolina y por haber sido uno de los "pollitos" más queridos del fenecido alcalde José Aponte De la Torre. Les tiene otra sorpresa. Nunca ha votado, no tiene tarjeta electoral y prefiere no votar.
“Mi color es el negro, el que mi madre me dio. No tengo otro color. Yo no trabajo con colores. El prójimo no tiene color”, dijo. Asegura que a los 20 años tuvo un anticipo del lugar que ocupa ahora, por voz profética. “Supe que iba a estar entre gobernantes y tomando decisiones”.
Las decisiones han sido muchas, explosión de Río Piedras, Mameyes, Dupont Plaza, World Trade Center, terremotos en Haití, terremotos en Puerto Rico. Esos son los grandes, en medio de otros menos sonoros. Cómo canaliza sus emociones en medio de tanta tragedia, le preguntamos. Ha llorado, por supuesto y ha sabido montarse en la guagua y darle la vuelta a la isla conversando y hasta reclamándole a Dios. Pero su preparación le ha enseñado a “soltar” porque para tomar decisiones hay que tener mente clara. Lo mismo pasa con su equipo de trabajo, “que parecen avengers pero son seres humanos”.
Son 42 años que lleva en esa misión y ahí estará hasta que Dios quiera.
El momento en que se dio contra el piso
Y esos años han tenido impacto en su vida personal. Nino tiene dos hijas biológicas que adora con su vida, producto de un primer matrimonio, pero admite haber atravesado un período muy duro, donde tocó fondo, luego de divorciarse y entrar en una nueva relación, para nada saludable.
Fueron cinco años en que estuvo apartado de sus hijas, de sus hermanos y de toda su familia. Perdió toda comunicación con ellos en medio de esa relación, se complicó su situación económica y alguien le buscó ayuda. Experimentó “la vergüenza de regresar”, para descubrir que todos tenían los brazos abiertos.
Hace unos años su hermana Clivia, una compositora de música cristiana, murió de cáncer y él sufrió varios golpes duros. Su mamá, el amor de su vida, tiene 92 años, sufre de lupus y de diabetes. Y cuando él la visita le duele y le da tristeza escuchar cómo le pregunta a su hermana mayor, “ ¿Quién es ese señor?” Nino, su hijo querido, es ese señor.
Entre tragedia y pandemia, se casó otra vez y está enchulao
Pocos saben que Nino se casó entre los terremotos y el inicio de la pandemia. Yadira Aquino es su esposa, de quien dice estar profundamente enamorado y quien agregó a su vida dos hijas de ella. Y ya es abuelo. El tiempo a veces le traiciona para compartir con ellas. Cuando menos se lo espera surge una emergencia, pero asegura que es buen padre.
Está bien de salud, pero diabético y “rompiendo en frío” con el café. Pudo negociar con su médico tres tazas de café con leche al día. Es decir, 37 tazas menos al día. Sí, se tomaba al menos 40 tazas de café negro al día.
En esta nueva temporada de huracanes su recomendación es: preparación y calma. Y fe en Dios.
Vea ahora la entrevista en El Push de la Mañana, edición estelar, pulsando aquí: