Valió más una vida libre que como 'confinados'
El sentimiento de las ocho personas que viven en el campamento 'Exiliados de El Gandul' es el mismo que el de muchas comunidades de la Isla: 'si te sientas a esperar por el gobierno, te jodes'. Al menos así lo describió Carlos, una de las personas sin hogar, que perdieron todo tras el paso del huracán María.
Con 31 años de edad ,y sin compartir su apellido para no identificarse con quienes una vez le negaron ayuda y ahora aparecen tras verlo en televisión, Carlos aclaró que todo empezó el miercoles, 20 de septiembre. Vientos de 200 millas por hora, lluvia torrencial que inundó casi todo el país y varias noches en el refugio que habilitó el Municipio de San Juan en el Coliseo Roberto Clemente.
Al preguntar sobre el ayuntamiento y su alcaldesa, Carmen Yulín Cruz, Carlos contestó que 'el municipio ha sido todo un fracaso. Yo creo que ella está de vacaciones porque en el mismo Pedrín Zorilla y el Clemente no aparecía (despues de la tormenta). Aquello era un al garete, tratándonos como confinados'.
Según indicó, la manera en la que lo trataron a el y otros refugiados fue deplorable, como si fueran criminales. Se les prohibió usar las duchas, fumar, salir del recinto a caminar. La comida, describió, era pesima aunque el Clemente estaba lleno de alimentos ya que tambien fue usado como almacen de suministros.
Además de enfermero graduado, Carlos tiene conocimiento en artes culinarias y ofreció en numerosas ocasiones su ayuda. Siempre la rechazaron por diversas razones. 'Seguridad', 'seguridad', decían.
'Que clase de Alcaldesa, prohibiendole a la gente usar los baños allí porque disque no habían duchas para bañarse… en una cancha de baloncesto… y los amenazaban con que si te cogían bañándote con un vasito te iban a botar del complejo. Y así, hubo muchas cosas allá adentro. Las duchas, la comida, el que no te dejaran salir ni para fumar un cigarrillo. Bregaron mal, mal, malísimo. Al que tenían de coordinador de todo ese evento no sirve para nada. Malcriado, amenazando a la gente. Nunca dio su nombre. Nunca quiso dar el nombre pero si yo lo veo, yo se quien es', contó Carlos con evidente coraje aunque ya han pasado un mes.
Tras el huracán, el Municipio mudó a los refugiados ya que las condiciones en el Clemente, en especial las sanitarias, se deterioraron rápidamente ante la falta de luz y agua. Una alternativa que dieron fue Casa Cuna.
Pero allí tambien, dijo el entrevistado, 'te tratan como un presidiario. Si quieres salir a comprar algo, tienes que salir con un líder si hay disponible. Si no hay disponible, tienes que quedarte allí adentro. No te dejan salir. Tienes que estar el primer año con supervisión para donde quiera que te muevas. Pero ven acá… yo no voy a estar un año allí porque yo espero pronto salir de todo este revolú pero a mí no me van a tener encerrado. Yo les dije 'yo soy una persona libre, yo tenía mi trabajo y mis cosas pero lo perdí todo. Y ya. Eso no quiere decir que usted me va a venir a encerrar en una jaula''.
Y así las cosas, nació el campamento. Él, junto a otros 'exiliados', montaron humildes hogares con toldos y casetas de campaña. Dentro de la necesidad, viven con cierta comodidad gracias a la ayuda de buenos samaritanos que mantienen la alacena llena de alimentos con donaciones. Tocan bocina y dejan comida, ropa, agua, toldos, zapatos.
Diariamente, cuando policías municipales molestos con la situación no les traen almuerzo, en solidaridad Carlos saca a pasear sus dotes de chef. Todos comen y todos se levantan temprano a ganarse la vida de alguna forma.
'Tuvimos que quitar el letrerito de 'coco a tres pesos' para que no vinieran a fastidiar. Yo iba a ponerme a hacerme pastelillos y cosas para venderlas a la gente pero decidí no hacerlo porque despues vienen a fastidiar. Ahí rapidito vienen las agencias porque no tienes permiso, lo del IVU y todo ese revolú. Pero para ayudar… nadie', sentenció sentado frente a la laguna. Al fondo, contrastan los millonarios complejos de vivienda y hoteles.
'Todos los días estamos adaptándonos porque si no es la lluvia, es la bruma y el sol. Sobreviviendo todos los días, de verdad', añadió sonriente, mientras que Tory, la fiel perrita que lo acompaña hace 8 años, descansa sobre sus piernas.