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El problema con la capucha y el 'black bloc'

A pocos minutos de llegar ayer al área de la tarima del Paro Nacional, tome el lugar de uno de nuestros reporteros, Eric de León, quien acababa de recibir una rociada de gas pimienta en la cara y no podía seguir grabando con su telefono celular.

No alcancé a ver por qué, pero la Policía había avanzado de la esquina de la calle Chardón y la avenida Muñoz Rivera hacia la tarima, localizada frente al edificio donde ubica la Junta de Control Fiscal, más cerca de la avenida Roosevelt. Unos manifestantes replegaron a los agentes con extintores de incendio y la Uniformada contestó con el gas pimienta. Fue la primera escaramuza entre manifestantes y policías de lo que sería una larga y tensa jornada.

Mientras mantenía la grabación en medio de los empujones, noté a un individuo particularmente belicoso. Vestido de estricto negro en sus zapatos, pantalón, camisa de manga larga y en la camisa que tenía nítidamente acomodada en la cabeza como capucha. La camisa no tenía logo y la capucha no parecía algo improvisado, como casi todas las demás. No llevaba mochila... sólo empujaba, gritaba y tiraba lo que encontraba en el suelo.

Mi reacción fue obstaculizarlo con mi cuerpo para separarlo de la línea policíaca y evitar que fuera usado de excusa para una respuesta violenta de los agentes contra todos. Pero el tipo, fornido, no lo tomó como una oportunidad para bajar los ánimos. Al contrario, se molestó y me resistió aunque, sin intentar golpearme, simplemente se fue echando atrás y perdiendo en el tumulto. Sólo podía verle los ojos, los cuales me tenía clavados como dardos.

En esos pocos minutos, el instinto me dijo que el individuo probablemente no era de ningún grupo de los que convocó la marcha y tampoco me pareció el típico estudiante 'tira piedras', como dirían por ahí. Me pareció un agente provocador y aunque no pude hacer más por obligarlo a mostrar la cara, me da pie para este escrito con el que sí espero mostrar la cara de un problema que los grupos que se oponen a las medidas de austeridad del gobierno van a tener que atender de manera seria y contundente, a riesgo de perder velozmente legitimidad y poder de convocatoria.

Llegó el momento de que tomen una postura clara e inequívoca sobre si van a fomentar, o denunciar, el uso de capuchas en las protestas.

La postura no puede ser de la boca para afuera, tiene que ser real y respaldada con acciones porque los cientos de miles de personas en Puerto Rico, y los millones en el Mundo, a los que quieren convocar a una resistencia contra la austeridad no vieron ayer un acto patriótico, vieron una jornada de vandalismo y criminalidad como no se había visto en décadas.

Y las versiones sobre por qué ocurrió o cuáles errores cometió la Policía son muchas pero sólo hay una cosa clara: la capucha facilita el trabajo del infiltrado y del agente provocador, por eso es que los organizadores tienen que atender ese elemento de frente si es que quieren que el 1 de mayo sea el inicio de algo, en vez de el final de algo.

De inmediato surgieron comentarios que justifican la capucha y la comparan con los 'black blocs', grupos anárquicos de tácticas anticapitalistas violentas que surgieron en Alemania y se han propagado a América y Asia. Pero un análisis de la trayectoria de esos grupos revela que han tenido mucho éxito generando atención con destrucción de cristales, puertas y bloques de ciudades, pero muy poco éxito en destruir o detener el capitalismo salvaje que combaten. De hecho, el problema que ahora enfrentan es que lo que fue una táctica de extrema izquierda en contra de la represión, se ha convertido en una táctica de extrema derecha también.

Los bancos y oficinas objetos del vandalismo ayer, van a reemplazar las ventanas hoy y seguir con sus negocios como si nada, para eso pagan seguro. Pero, y los meses de organización y convencimiento que costó la convocatoria de ayer para que fuera una amplia y digna, quién los va a reponer, ahora que las imágenes que han quedado son las de la destrucción de propiedad?

No había más que escuchar la instantánea conferencia de prensa del gobernador Ricardo Rosselló para notar cómo la falta de un repudio claro y sonoro por parte de los organizadores a los actos de vandalismo comenzaba a ser usado por el gobierno para desmontar la legitimidad de la profunda indignación y desesperación que tiene el pueblo ante las medidas que se han tomado, y las que faltan.

Y tampoco es que el vandalismo fuera una gran sorpresa o un elemento imprevisible. Los atisbos han estado ahí en las actuaciones particularmente desenfrenadas de la más reciente ola de huelguistas universitarios.

Es justo también hacer espacio para mencionar lo siguiente: los que llevamos años denunciando el patrón de violencia que la Policía desataba contra los periodistas y los manifestantes sin provocación, tenemos que admitir que si ayer no hubo heridos mayores o muertos fue porque la Policía parece que está comenzando a mostrar el control y la tolerancia que le hemos exigido muchos grupos civiles y que se le impone ahora con una reforma federal. Por algo el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, se lamentaba de la actuación de la Policía ayer, porque hubiera preferido que fuera como su primera presidencia en ese cuerpo, cuando bajo su mando el exsuperintendente José Figueroa Sancha barrió el Capitolio de manifestantes con el resultado de que el gobierno tuviera que pagar cantidades no divulgadas en compensación por demandas.

Anticipo algunas reacciones viscerales a este escrito, de gente bien intencionada. Eso sería un error. Este planteamiento es medular, la lucha por la transparencia y por desenmascarar las maquinaciones y personajes que nos han provocado esta crisis, no se puede hacer con máscaras. Los que mayor moral tienen para exigirle a los enemigos del país que muestren la cara, son los que lo hacen con el rostro al sol, sin máscaras ni capuchas que puedan ser manipuladas por provocadores.

*El autor es Editor Jefe de NotiCel.com.

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