Danny Rivera: "A Puerto Rico le cuesta explorar cosas nuevas"
El cantante habló de su carrera, de cómo ve la política de la Isla como algo hipócrita y de cómo la individualidad provocó el olvido a Vieques.
Daniel Rivera nació en febrero de 1945. Hace 77 años.
Vivió y se crió en El Fanguito, en Santurce. Era el nuevo arrabal, al que llegaban de muchos lados de la Isla con el propósito de irse acercando poco a poco a cierta prosperidad. La pobreza y la precariedad, en su caso, solo eran materiales. Se crió en un ambiente rico en amor, y rico en bullicio del bueno, de ese vecindario efervescente donde por primera vez cantó, trepado en una mesa.
Tenía cinco hermanos. Su padre era pintor de brocha gorda y su madre era ama de casa. La lucha por tener lo justo para vivir a veces se hacía evidente en el ánimo de su padre, pero su madre siempre lograba aplacarlo todo, maximizar las alzas y aquietar las bajas.
Estudió en Santurce y le gustaba la escuela. Antes de comenzar formalmente sus estudios, sus padres le pagaban 25 centavos a Doña Tatá, en el mismo barrio, y ahí aprendió prontamente a leer y a escribir.
Un radio que tenía su padre le hizo identificarse con el mundo y la historia que quería para él. Era inseparable de ese aparato sin saber que algún día emprendería una relación con él que lleva ya casi seis décadas.
No fue a la universidad porque no era lo que quería. Quería ser cantor y se había formado para ello. Vive agradecido de su maestra de canto, Remedios Becerril, dura y directa en la enseñanza, y de su formación dentro de la Iglesia Pentecostal, donde también desarrolló su pasión por cantar y armonizar.
A los 17 años ya era padre. Era joven y atrevido. Vivió esa etapa aterrorizado, confesó en entrevista con El Push de la Mañana, edición estelar. Se casó varias veces, “con toda la parafernalia”, y vive feliz por esas relaciones con sus esposas. Resultado de ello son cuatro hijos: Daniel, Sabina, Soldanela y, la beba, Ariana, de 18 años.
Su carrera comenzó imparable y ya lleva casi 60 años, dependiendo de cuándo se empiece a contar. Danny no habla de fama ni de dinero ganado en su carrera, pero sí de cómo siendo cantor desarrolló un amor profundo por América Latina al punto de que siente que todos los países conforman solo uno. Su afinidad especial por las Antillas es evidente en la conversación. República Dominicana y Cuba son especiales para él. Tienen los mismos colores y sabores de Puerto Rico. Y no le preocupa que le adjudiquen afinidad con Cuba.
Ama Puerto Rico y siente que ha aportado mucho. Decepcionado, no vota desde la década de los ’70 porque no quiere formar parte de lo que entiende es una gran hipocresía. Aunque siente que el ambiente político va diversificándose para bien en los últimos años, está convencido de que los cambios terminarán atropellándonos porque "a Puerto Rico le cuesta explorar cosas nuevas".
Sobre el olvido a Vieques
Recordó con nostalgia la lucha contra la presencia de la Marina en la isla de Vieques. Fue parte de ella y fue arrestado por desobediencia civil, un momento que quedó plasmado en la historia de esa lucha cuando en medio de su apresamiento comenzó a cantar: “Yo quiero un pueblo, que ría y que cante… yo quiero un pueblo que baile en las calles”…. Tuvo necesidad de hacerlo para sacar la tristeza. Sentía que Puerto Rico estaba al borde del unitario, pero admite que nos ganó la individualidad y que lastimosamente, la gente se olvidó de Vieques.
“No tuvimos la inteligencia de dar un paso más allá”, expresó.
Vivió muchos años en la ciudad, casualmente en los predios del mismo lugar donde realizamos la entrevista. Le encantaba. Era un lugar mágico. Pero prefiere el campo y vive ahora en la falda de El Yunque, rodeado de naturaleza, de árboles, de espacios para reflexionar, entre animales y viendo gallinas poner huevos. No siembra pero ve con ilusión esa nueva generación de jóvenes que han redescubierto la agricultura como una asignatura pendiente del ser humano.
Dice que vive en constante resistencia, porque eso es la vida, resistir para vivir. Exhibe paz, esa que lucha diariamente. “La felicidad es un acto de conciencia que se construye todos los días. A veces la sepultamos con nuestras inquietudes”, dijo.
Danny Rivera regresa a la Universidad de Puerto Rico el viernes, 20 de mayo, en concierto. Vuelve, tras la pandemia, a cantar sus emblemáticas canciones- "Amar o Morir", "Mi Viejo", convertidas muchas en himnos de su patria.
No puede elegir su mejor canción. Quizás no la ha interpretado aún.
Para ver la entrevista íntegramente, entre aquí: