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Alcaldesa de Gurabo: Nació con un defecto físico que la empoderó para siempre

Hay relaciones hermosas de madre e hija, pero ésta no tiene nombre

En la foto, Rosachely Rivera Santana, Alcaldesa de Gurabo y su madre, Marcelina "Chela" Santana
Foto: Luis Alberto Lopez

Están las madres e hijas apegadas. Y en otro nivel muy superior están Rosachely Rivera y su madre, doña Chela Santana.

Nos recibieron en la casa que comparten desde el nacimiento mismo de la hoy alcaldesa de Gurabo, en el sector El Vivero, y de la que nunca ha salido, aún a sus 41 años. Lucían mismo vestido, mismo color de esmalte, mismo labial. Y no es una exageración. Son la una para la otra.

Mientras conversábamos para El Push de la Mañana, edición estelar, doña Chela preparó café y se sentó a escuchar con mucha seriedad a su hija única. De una manera rara de explicar, mantenía su seriedad incluso en momentos en que, derechita en su butaca, se secaba las lágrimas al escuchar a su hija hablar de una vida y un crecimiento muy complejo.

La alcaldesa de Gurabo nació con un defecto en sus piernas que le provocó gran desasosiego y que la convirtió en objeto de burlas y de crueldad durante muchos años. Nació con una pierna más larga que la otra, utilizaba zapatos especiales, de diferente estatura para poder nivelar su andar y sufría de episodios recurrentes de asma.

Vivió así toda su infancia hasta los nueve años, mientras sus padres buscaban ayuda médica y alternativas para la hija que, aunque burlada, resaltaba por su inteligencia y su liderato donde estudiaba, en el Colegio Bautista de Gurabo. A los nueve años fue sometida a una cirugía que dejó huellas en sus piernas y que aún se observa en la entrevista en la que utiliza un vestido hasta las rodillas. Durante mucho tiempo tomó clases desde su casa, mientras luchaba con el dolor físico de la cirugía y el dolor provocado por el proceso de rehabilitación.

Durante ese período, Chela, cuyo nombre de pila es Marcelina, la cuidaba, la consentía y buscaba recompensar la crueldad de otros con pequeños obsequios. Era operaria de una fábrica de productos diagnósticos en San Lorenzo, por lo que también cuidaba de la niña su bisabuela, Fausta, una billetera residente en El Cerro, cercano a las famosas y coloridas escaleras. Su padre, don Rafael, era gerente de una fábrica y luego oficial de seguridad de muchos comercios de Gurabo. Veía y ve luces por su hija. Ni el divorcio eventual cambió eso.

Ya casi por entrar a la escuela superior, en el sistema público de Gurabo, fue normalizándose su vida porque ya no tenía el defecto físico, había recuperado, ya las burlas habían cesado y ya jugaba voleibol y tenis.

Se graduó y comenzó una travesía interesante por años. Ingresó a la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Tomaba una guagua pública en una esquina de su casa, donde hay una panadería, todos los días, a las 5:00 am. El dueño de la panadería le esperaba todas las mañanas en esa esquina con una bolsa de papel con merienda mientras Chela se iba al otro extremo de la urbanización a esperar el pon diario hacia San Lorenzo. La guagua pública la dejaba en Caguas, donde tomaba otra guagua pública hasta Río Piedras y una vez en la plaza, caminaba el eterno trayecto hasta la Facultad de Estudios Generales. Estudió Relaciones Laborales y luego una Maestría en Universidad Carlos Albizu, en Sicología Industrial y Organizacional.

Mientras estudiaba, se las buscó como toda una general y sorprendió al decirnos que tenía un salón de belleza en su casa, para ganarse unos chavitos. Atendía a sus clientes por la noche, y mientras estudiaba hacía artesanías. Se llevaba los materiales a la universidad y entre clase y clase se sentaba a crear y a vender en el Centro de Estudiantes. Llegó a vender en la calle San Sebastián.

Pero con el duro esfuerzo llegó el momento de cosechar. Fue directora de Recursos Humanos de una fábrica de puertas y ventanas, y profesora universitaria por seis años. Hasta que la llamaron de la alcaldía para que dirigiera la Oficina de Asuntos de la Juventud. Y rápido le engancharon otro sombrero, directora de Recreación y Deportes. La niña que nació con un defecto físico que le impedía realizar deportes, llegó a esa cima. Nadie lo podía creer. Pero ella sí.

La bisnieta de Fausta, la billetera, ya era conocida por todo Gurabo, y se convirtió en ayudante de Víctor “Manolito” Ortiz. Ahí conoció la confianza que le tenían y a la vez conoció el dolor y la duda al conocer del arresto del alcalde por cargos de extorsión y solicitud de préstamos personales a contratistas. Cuando comenzaron los rumores, le preguntó al alcalde y se lo negó todo. Pero el 3 de febrero de 2020 fue hallado culpable de los cargos.

Ya la mujer era Alcaldesa, una posición que nunca pensó tener, por la cual trabaja con pasión pero a la que tampoco se aferra. Puede que vuelva a correr pero las decisiones, dijo, se toman cuando se toman.

A los 41 años, y luego de algunas decepciones, parece que el amor ronda el terreno y quien lo da a conocer es Doña Chela, con carita de que la nena, jum!

Mientras, crían a un familiar adolescente, que les ayuda con el cuido de doña Chela, que ha perdido su visión sustancialmente, ríen y gozan alrededor de la familia, compuesta en su mayoría por mujeres bravas y de carácter fuerte, y dos shitzu, Luna y Lara. Luna nunca dejó de roncar en la entrevista. Lara, una rescatada traviesa, regresó al final con las patas semimojadas. Doña Chela preguntó si había estado en la piscina. Y quisimos buscar la piscina. Pero era una broma suya. Es una piscina de fango en la que Lara suele hacer de las suyas.

Ni un instante doña Chela se separó de la alcaldesa durante nuestra conversación. La mira con orgullo pero no le aplaude lo que no apoya. Es un amor con rigor que ha dado resultados.

De paso, la alcaldesa me prometió un blower. Ya les contaré.

Mire la entrevista completa con El Push de la Mañana, edición estelar, aquí:

Egresada de la Universidad de Puerto Rico. Periodista con 23 años de experiencia en los medios de comunicación. Mamá de Manu, portavoz de la adopción de niños grandes y creadora de #primerizayqué