El vicealmirante Diego Hernández, según su mejor amigo
'Me acuerdo que era un joven muy callado, bien serio, y tenía un código de honor y de etica que era distinto a lo que normalmente tienen los muchachos en la escuela. Era un militar sin haber estado en el ejercito'.
Esta fue la primera impresión tuvo que el abogado Ramón Mellado de Diego Hernández Sanfeliz, amigo cercano que compartió durante toda su vida con el hoy difunto vicealmirante, quien logró convertirse en el único puertorriqueño en ocupar uno de los cargos más altos dentro las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Hernández Sanfeliz nació en San Juan el 25 de marzo de 1934, pero según Mellado se identificó toda su vida con el pueblo de Corozal, donde sus padres Diego Hernández y Lolita Sanfeliz se dedicaron a ser maestros. Su padre era líder magisterial dentro la Asociación de Maestros de Puerto Rico y llegó a ser director de escuela.
Sus estudios secundarios los recibió en San Juan en la UHS, donde primero conoció a Mellado. El hoy abogado relató a NotiCel que, entre el resto de los estudiantes, que solían ser desordenados y a veces atrevidos, Hernández siempre se distinguió por ser de carácter integro y recto. Desde ese entonces, Hernández aspiraba a integrar las fuerzas armadas, específicamente a la Marina (U.S Navy).
'Él tenía deseos de pertencer al Navy. No sé porqué, él nunca me lo dijo, pero siempre hablaba del Navy y solicitó ir al ROTC cuando se graduara de la high school e ir a Estados Unidos para allí estudiar dentro de la ayuda económica que le podía dar el Navy para hacerse oficial del Navy y terminar sus estudios universitarios. Y así terminó su carrera y entró al Navy entonces somo alférez de la Marina de Estados Unidos', recordó Mellado. Hernández se matriculó en el Illinois Institute of Technology, y fue en 1955 que culminó sus estudios en sicología para después ingresar en entrenamiento de vuelo en la Marina.
Su primera experiencia de batalla fue en la guerra de Vietnam en 1966. En ese conflicto dirigió 147 misiones de combate y en dos ocasiones fue derribado mientras en vuelo. 'Lo tumbaron dos veces de su avión. Dos veces, saliendo gracias a Dios del territorio de Vietnam del norte donde fue rescatado por un portaaviones que estuvo cerca de la Marina. Estuvo en un hospital y sufrió mucho en esas dos ocasiones que fue derribado', contó Mellado quien aseguró que tras estas experiencias, siguió siendo 'el mismo jibaro de Corozal' que conocía.
Estas experiencias de guerra le merecieron a Hernández varios honores como el Corazón Purpura, la Estrella Plateada y la Distinguida Cruz de Vuelo. Pero fue su tenacidad, carácter e inteligencia que llevó al militar a ascender los rangos hasta que fue nombrado comandante del portaaviones USS John F. Kennedy en el 1980. Poco después fue designado el comandante de las fuerzas navales en el Caribe hasta el 1985, y en ese momento también llegó a ser comandante de la base naval Roosevelt Roads en Ceiba.
Sobre asuntos políticos en Puerto Rico, Mellado insistió que su amigo no solía adentrarse en estos asuntos con él, y en el asunto del estatus político de la isla optó por mantenerse a los márgenes del tema, al menos con él. 'Diego nunca me dijo si Puerto Rico debería ser estado o debería ser república. Era un individuo que aceptaba que Puerto Rico fuera un estado como aceptaba que fuera cualquier otra alternativa. El no participaba activamente de la parte esa política puertorriqueña que de día a día tanto nos agobia. Se mantenía al margen'.
Sin embargo, Hernández sí fue un católico devoto, acudiendo semanalmente a misa, y en ocasiones a diario. Tanto así que en los relatos que Mellado contó a NotiCel sobre viajes que ambos compartieron a Hawaii, Florida y Puerto Rico, siempre mencionó que acudieron a misa.
'Creyente en Dios, una persona, muchos dirían, muy humano se compadecía siempre del que estaba abajo, del que estaba en el piso… era un ser humano extraordinario', comentó Mellado.
En 1989 Hernández fue designado el vicecomandante del North American Aerospace Defense Command (NORAD), agencia de defensa encargada con el monitoreo de amenazas en el espacio aéreo desde las Estados Unidos hasta Canadá. 'El dirigía todo el sistema de defensa de Estados Unidos de cualquier ataque que pudiera recibir del norte… Él fue la persona a cargo que tenía la responsabilidad de apretar los botonoes que se aprietan para lanzar los cohetes de Estados Unidos en caso de una guerra nuclear', expresó su amigo quien resaltó que era una responsabilidad conferida sobre él por el comandante en jefe de las fuerzas armadas – el presidente de Estados Unidos.
'Esa es una responsabilidad muy grande que tenía ese jibaro puertorriqueño y que muy poca gente la conoce', añadió.
Al retirarse de las fuerzas armadas en el 1991, Hernández fue nombrado a puestos públicos en la ciudad de Miami y también llegó a ser parte de la junta de directores del periódico Chicago Tribune en 1992 y de la Junta de General Motors en América Latina, contó Mellado. En 1999 fue nombrado por el entonces presidente Bill Clinton para formar parte de un panel de cuatro funcionarios militares que evaluó el posible cese de bombardeos en la isla municipio.
De hecho, ese año Hernández se expresó en las vistas congresionales sobre este asunto y durante la ponencia del panel ante el Comité de Servicios Armados del Senado federal se mantuvo firme en que era necesario que la Marina continúe su régimen de entrenamientos y ejercicios, pero con tecnología actualizada y en otros lugares.
'Reconocemos la necesidad del entrenamiento, lo que estamos sugiriendo fuertemente al departamento de la Marina es que empleen nuevas tecnologías y nuevos métodos a tácticas antiguas y que encuentren nuevos lugares y nuevas maneras de hacer lo que es esencial', dijo en esa vista el vicealmirante a preguntas del senador Jim Inhofe.
Mellado compartió con su amigo Hernández hasta los últimos momentos de su vida, cuando este fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinsons. Este agradece la larga vida que pudo compartir con quien fue reconocido como el primer puertorriqueño en lograr un rango tan alto dentro las fuerzas armadas de Estados Unidos.
'Yo te diría que cuando Diego murió y fue al cielo, el cielo se alegró de tener un ser humano tan extraordinario que haya pasado por la tierra. Esa es mi humilde opinión', aseguró Mellado.