Sobre 700 ciudadanos científicos participan en el Día de Monitoreo de Calidad de Agua
Son las 9 de la mañana del sábado y el sol hace arder el muelle de Pier 10. Los botes de los pescadores detenidos sobre el cemento, cercan el camino hacia la Bahía de San Juan. Un hombre vuelca su mirada al agua que baña el muelle. De esa agua 'contaminada', dice que a veces ha visto el lomo de un manatí, que nada entre 'el aceite y las botellas'.
A esa misma hora, más de 700 ciudadanos se dirigen a ríos, playas, bahías y lagunas de la isla para convertirse durante unos minutos en científicos y medir el estado de los cuerpos de agua de Puerto Rico, en aras de forjar ciudadanos que velen por la protección de los recursos y contribuyan a disminuir la huella de contaminación ambiental.
Se trata del Día de Monitoreo de Calidad de Agua, una de las principales citas a nivel internacional para cultivar una ciudadanía científica. A la vez que se crea una base de datos sobre el estado de las aguas, se inmiscuye a la población de a pie para que conserve los recursos acuíferos.
'Llevar la ciencia a un ciudadano que no es científico, que pueda hacer una muestras y pueda entender cómo impacta la contaminación a un cuerpo de agua, ya eso es un logro grandísimo. Esto es muy de que la gente se conecte con los cuerpos de agua, les pasamos por encima a los puentes… Es una forma de concienciación', dice la coordinadora Gladys Rivera.
A las 10 de la mañana, salen los tres botes directo al corazón de la Bahía de San Juan. A lo lejos se levanta el Morro y su explanada verde, la arquitectura colonial de la zona del Viejo San Juan, los adoquines diminutos. Las chiringas sobrevuelan el espacio marítimo. Sobre una baranda, hay una bandada de pelícanos. 'Esa especie estaba en peligro de extinción', dice el portavoz Eliván Martínez. Ya no. Se logró rescatar el ecosistema. Es una de las gestas de las organizaciones ambientales de la Isla.
Se detienen los botes a medias, todavía trasladándose poco a poco por el viento y la corriente. Desde el bote que guía ‘Freddie', como nombran al anciano menudo que corta las olas con maestría, los tres voluntarios toman una muestra del agua y miden su calidad con los instrumentos precisos, comparándola con una paleta de colores.
El agua se tiñe de un color rojizo, y así se mide su pH, o índice de acidez, que anota 7 u 8, que es el número 'aceptado y esperado para un cuerpo de agua como este', dice Rivera desde ese bote. El oxígeno disuelto a través de una pastillita denota su nivel normal, la turbidez luce perfecta, y con un termómetro miden la temperatura, que está a 79 grados Celsius, comparte la coordinadora.
Todo se anota en una base de datos. De obtener un resultado adverso, se refiere la información a las debidas autoridades, asegura Rivera. Junto a ella, en el bote, se encuentra el doctor Javier Laureano, director ejecutivo del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan (PEBSJ).
Esta organización sin fines de lucro es la coordinadora de la actividad que somete a los cuerpos a pruebas colorimétricas, usando la mano científica de ciudadanos de a pie. La Bahía de San Juan es solo una de las más de 100 estaciones de ríos, quebradas, lagos, lagunas, manantiales y playas que en 40 municipios reciben la mirada curiosa de ciudadanos que por un día devuelven su mirada al agua.
Dice el voluntario Ivangs Rivera que 'es bueno ver el estado del ecosistema y el impacto de nosotros'. Los voluntarios, vestidos de t-shirt azul con el logo de la actividad, recalcan la necesidad de actividades como estas para crear conciencia en la ciudadanía, para evitar la contaminación ambiental, y que así se geste un esfuerzo común para proteger los recursos naturales.