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Prometieron empleos… y trajeron cenizas

A Víctor Rodríguez Aguirre lo fueron a buscar a su casa en el sector Santa Ana del barrio Jobos en Guayama.

Era una pieza crítica.

El joven padre, residente de la zona más poblada en la periferia de la planta de carbón AES, sabía lo que era vivir en la pobreza.

Se había convertido en líder deportivo y se afanaba por echar adelante a su comunidad. En especial, a los jóvenes que comenzaban a estudiar, sin oportunidad de empleo en el horizonte.

Sus ansias de progreso y su influencia en el barrio eran claves para convencer a otros de que no había nada que temer ante la promesa de que AES invertiría cientos de millones de dólares en la construcción de una planta generatriz de electricidad que no solo inyectaría salarios a la región, sino prosperidad.

'Ellos nos llevaron a Hartford, Connecticut, para ver las facilidades de la AES', recordó Rodríguez Aguirre sentado en un sillón, desde el balcón de su hogar. 'Y lo que nosotros vimos ahí era muy positivo, era acorde con lo que nos habían dicho que se iba a establecer aquí en Puerto Rico', agregó.

El encanto, sin embargo, no duró mucho. Desde el barrio de Barranca a Pozuelo, de Puente de Jobos y Miramar a San Martín, y hasta en Los Mosquitos, la decepción de los vecinos se propagó tan fácil como la humareda que levantaban los camiones cargados de cenizas.

'El más mínimo callejón que había de carretera virgen lo llenaban completamente de las cenizas. Luego se tapaban con piedra blanca y con otros materiales para disimularlo', lamentó Rodríguez Aguirre.

'Y eso no es lo que se había prometido. Las cenizas no iban a estar aquí en Puerto Rico. Por esa razón fue que todos pensamos que iba a ser positivo, que valía la pena', explicó.

Entre los años 2004 y 2011, sobre dos millones de toneladas de cenizas tóxicas descartadas por la planta de generación eléctrica AES en Guayama fueron convertidas en relleno para nuevas urbanizaciones y vías en ese municipio, al igual que en San Juan, Dorado, Toa Alta, Caguas, Juncos, Ponce, Santa Isabel, Coamo, Arroyo y Mayagüez.

Las cenizas también se usaron como base para charcas, caminos y puentes aledaños a quebradas, quedaron expuestas a la brisa o la lluvia, y hasta fueron abandonadas en solares baldíos del sur del país.

Todo esto ante la mirada indiferente del gobierno de Puerto Rico y de las agencias federales.

Por eso, al excavar la tierra, levantar una verja o sembrar un huerto casero en el patio de una vivienda recién construida en algunos de estos municipios es común desenterrar capas gruesas de polvo color gris.

AES, la corporación multinacional que produce las cenizas desde el año 2002 y que factura casi un millón de dólares diarios a la Autoridad de Energía Eléctrica por la venta de electricidad generada con carbón, argumenta que este desecho no es tóxico y que es seguro para la salud de los ciudadanos o el ambiente.

A su favor, ejecutivos de la empresa esgrimen que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) federal cataloga las cenizas como un desperdicio no peligroso, que puede ser reutilizado como relleno en proyectos de construcción.

No obstante, ante cuestionamientos de grupos ecologistas como Diálogo Ambiental, la misma agencia ordenó y costeó cuatro años atrás un análisis químico que derrumbó esta tesis.

El examen realizado exclusivamente con cenizas de carbón de la planta AES en Guayama concluyó que este desecho tiende a liberar metales pesados en concentraciones que exceden hasta 9,000 veces el límite de seguridad permitido por estándares federales, al entrar en contacto con líquidos y suelo.

Entre estos metales, investigadores de la Universidad de Vanderbilt en Tennesse y los laboratorios ARACADIS en Carolina del Norte detectaron niveles excesivos de arsénico, boro, cloruro y cromo. También rastros dañinos de litio, molibdeno, selenio y talio.

Con estas características y en estas concentraciones, la agencia federal pudo clasificar el desperdicio de AES -u otro similar- como una sustancia peligrosa, tóxica y cancerígena, pero no lo hizo.

Tampoco la EPA ni su homónimo en la isla, la Junta de Calidad Ambiental (JCA), notificaron estos hallazgos a vecinos de la planta o a las comunidades impactadas por el transporte y las descargas del material.

En su lugar, la EPA integró algunas referencias del informe a su página web y solo ofrece el estudio final mediante solicitud.

Para la historia completa visite el portal del Centro de Periodismo Investigativo.

Segundo artículo de al serie Bomba de tiempo: las cenizas de carbón.

Vista a los predios de la planta de AES en Guayama, Puerto Rico. (Suministrada)
Foto: