El tesoro de una científica rebelde (video)
Ana Roque de Duprey, luchadora por el derecho al voto de las mujeres que sabían leer y escribir, se encontraba enferma en cama en su casa de Río Piedras. La trataron con leche salpicada de cafe, jugo de toronja y alcanfor. Tomó poción diuretica, caldo y champán. Recibió poción para la tos, ventosas y cataplasmas en el pecho. Luego comenzaron a llegar las ofrendas florales. Era el 3 de octubre de 1933. Roque dejaba tras de sí una obra científica de carácter olímpico que no vería publicada jamás.
Había trabajado durante casi 30 años en un libro sobre plantas y árboles que la consagraría como una de las divulgadoras de la ciencia más importantes del Caribe. Pero fue subestimada por Carlos E. Chardón, una de las autoridades científicas masculinas de principios de Siglo XX. Quedó inédita su Botánica antillana.
Casi 90 años después de que ella la escribiera, abrí un sobre. Un viejo manuscrito se deslizó hacia fuera. Supe que había encontrado el libro perdido de Ana Roqué.
Para no estropear las páginas amarillentas y debilitadas por el tiempo, cubrí las manos con guantes de tela. Pasé con cuidado la cubierta del manuscrito primero. Apareció el dibujo de una palma real. Debajo se anunciaba el año 1925. Era la versión más pulida y completa encontrada hasta el momento sobre la obra: 'Está para terminarse y se vende a una casa editora', confirmaba una nota al calce de la portada.
Los manuscritos están organizados en 30 libretas a rayas, como las que usan los escolares. Eran pertinentes entonces y lo son ahora, porque revelan conocimientos que pueden fortalecer una agricultura reducida, como la de Puerto Rico, que importa el 85% de los alimentos del extranjero. La Botánica antillana describe más de 6,000 especies de plantas y árboles de las islas.
Ahora que la guanábana está de moda por sus alegadas propiedades hasta para curar el cáncer, Roqué trae buenas noticias. La libreta 3, página 64, resalta las bondades de la Annona muricata: 'El té hecho con las hojas tiernas tiene propiedades estomacales y pectorales. La pulpa de la guanábana agria, usada tópicamente, hace salir las niguas [insectos que penetran en la piel] y cura las fuertes lastimaduras causadas por ellas. Son alimenticias las guanábanas cuando se cuecen antes de madurar... El polvo de la semilla de esta fruta mata los piojos. El jugo de la fruta, tomado en ayunos, se ha empleado en las enfermedades del hígado'.
Así describía los usos de las plantas y los árboles Ana Roqué. Redactó su libro para que puertorriqueños y ciudadanos del hemisferio aprendieran las propiedades medicinales, industriales y agrícolas de las especies, según escribió con su puño y letra.
Las páginas de estilizada caligrafía componen un libro bilingüe, en inglés y español, con vocabulario accesible. 'Escrito no para las universidades, sino para vulgarizar [divulgar] conocimiento útil entre el pueblo compuesto de agricultores, comerciantes, industriales, médicos, farmacéuticos, enfermeras, jardineros y padres de familia', añadió.
Sus libretas jugaban al contrapunto entre ciencia y literatura. El primer manuscrito contenía el poema La canción de las Antillas, de Luis Lloréns Torres: 'Somos islas! Islas verdes. Esmeraldas en el pecho azul del mar…'. Roqué, en efecto, se había preocupado porque su trabajo no terminara extraviado en laberintos de una biblioteca especializada para académicos. Por eso incluyó poemas y relatos de escritores de la época, con el fin de que el estudio botánico resultara entretenido. Añadió 400 dibujos a color y 150 en blanco y negro, algunos posiblemente de su autoría, pues tienen las iniciales A.R.
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