Boricua comparte su agonía en el pabellón de la muerte
Juan Melendez, un puertorriqueño que fue condenado a muerte injustamente por la Justicia estadounidense y permaneció en el corredor de la muerte durante 17 años, defendió el sábado que la pena capital es 'racista, cruel e innecesaria' y, además, ni siquiera ayuda a reducir la criminalidad.
'La gente tiene que saber que la pena de muerte es costosa, racista, no evita el crimen y que es cruel e innecesaria', dijo el sábado a Efe Meléndez, quien participa este fin de semana en San Juan de la duodécima asamblea anual de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte.
Como parte de los actos organizados en torno a esta asamblea, Meléndez presentó el sábado en el Cuartel de Ballajá, en el Viejo San Juan, el documental 'Juan Meléndez 6446', dirigido por Luis Rosario Albert, cuyo título hace referencia al número de días que el puertorriqueño estuvo encerrado en una prisión en Florida.
Meléndez, que había dedicado su vida a la agricultura, fue sentenciado en cinco días por el asesinato de una esteticista en Florida y fue condenado a la pena de muerte.
Estuvo peso 17 años, ocho meses y un día, y el 3 de enero de 2002 fue exculpado.
Durante su última apelación en los tribunales, un investigador encontró una caja en la que se encontraba la confesión del verdadero responsable del crimen, una prueba que por razones que no están claras nunca se había presentando en el juicio de Meléndez.
El documental incluye entrevistas a la madre de Meléndez en Puerto Rico, al abogado que logró su libertad y, también, imágenes de varios canales de televisión del momento en que salió de prisión, así como otras relacionadas con el caso del también puertorriqueño Ángel Nieves Díaz, ejecutado en 2006 en Florida.
Desde 1976 han sido exculpadas en los Estados Unidos 144 personas que pasaron una media de casi una década en la cárcel antes de ser declaradas inocentes.
Meléndez recuerda insistentemente que en EE.UU., donde la pena capital se mantiene en 32 de sus 50 estados, y en todos los países en los que se permite esta práctica 'siempre habrá el riesgo de ejecutar a un inocente', un riesgo que a su juicio nunca se debe correr.
Además, advirtió de que aunque 'se le puede dar la libertad a un inocente en la prisión, nunca se le dará a un inocente en la tumba'.
'Es una experiencia que no le deseo a mi peor enemigo y que ningún ser humano necesita', dijo Meléndez, quien en la actualidad vive en Alburquerque, Nuevo México, donde se dedica a la construcción.
Al cumplir los primeros diez años de prisión, ya estaba 'preparado' para ser ejecutado, 'porque estaba cansado de estar dentro de esa celda'.
'Es una tortura mental terrible. Obviamente después de diez años estaba cansado y ya no me importaba si me hubieran ejecutado. Pero sí estaba molesto de cómo mi familia se iba a sentir y por eso es que decidí seguir en la lucha', contó durante una entrevista con Efe.
Meléndez ahora se ha convertido en todo un activista en contra de la pena capital y participa con frecuencia en charlas y foros sobre la materia. Desde que salió libre, se ha abolido la pena de muerte en seis estados de EE.UU.
Ese activismo es el que le ha traído a su isla natal, donde hoy comenzó la duodécima asamblea anual de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte, una organización que lucha por el fin de la pena capital que durante 2013 se aplicó en todo el mundo a 778 personas.
La Ley federal estadounidense de Pena de Muerte de 1994 hace posible la sentencia de muerte en Puerto Rico, aunque nunca podría ejecutarse en suelo caribeño, donde su Constitución de 1952 prohíbe la pena capital.
La última vez que se ejecutó a una persona en Puerto Rico fue en 1927, entonces bajo una ley local que se abolió dos años después.
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