Boricua narra su agonía en el pabellón de la muerte
Las pulgadas se convierten en millas dentro de una celda de seis por nueve pies, mientras el racismo se apodera del diminuto espacio en el cual están confinados varios puertorriqueños en el llamado pabellón de la muerte.
Aparte de Dios, su fe en su inocencia, las cartas de sus familiares y los recuerdos de sus días más hermosos los atan a su ilusión de conservar la vida, mientras se debaten entre arrebatársela o combatir un sistema judicial que les ha traicionado.
Juan Roberto Meléndez Colón, quien pasó 17 años de su vida en un llamado pabellón de la muerte en el estado de la Florida, hoy convertido en un activista por el derecho a la vida, atribuyó su libertad a las referidas convicciones. Esta semana, visita Puerto Rico como invitado a la Convención Anual de la Coalición Mundial Contra la Pena de Muerte que se reune en la Isla.
Meléndez Colón se salvó hace doce años de ser ejecutado mortalmente por un crimen que nunca se probó que cometió.
En entrevista telefónica con NotiCel desde el estado de Nuevo México, el excondenado a muerte afirmó que la vida en una cárcel con sentencia cardinal pende, literalmente, de un soborno a un conserje y una funda de basura.
Por una propina, algún confinado ajeno a la pena de muerte, podía proveerle a uno de los sentenciados a muerte una funda plástica de basura, con la cual pudieran crear un lazo para ahorcarseantes de que el estado le quitara la vida.
El activista por el derecho a la vida, quien estaría muerto por un crimen que asegura nunca cometió, afirmó que vivió escenas que asemejan la película 'The Green Mile', que protagonizó el actor Tom Hanks y un pequeño ratón, en una prisión donde eran ejecutados los convictos y él era un custodio penal.
Meléndez Colón sostuvo que su pequeña celda era invadida por ratas y cucarachas, 'y lo más horrible era escuchar esa descarga eléctrica, y yo oigo ese ruído cuando lo queman, cuando le queman el alma'.
Para la época en que Meléndez Colón estaba confinado y sentenciado a muerte, las ejecuciones se efectuaban mediante la silla eléctrica. Sin embargo, también se pronunció en contra del también boricua Ángel Nieves Díaz, cuya ejecución por inyección letal, originalmente programada para tardar diez minutos, tardó media hora de agonía, colocando sobre el tapete el castigo capital.
Insistió que cuando se enfrenta la pena de muerte, es importante preservar el sentido de ubicación y, en su soledad, mantenerse unido a su familia.
Meléndez Colón dijo que se aferró a rezar sus rosarios tres veces al día, derramar privadamente sus lágrimas por su madre, y sus siete tías de Maunabo.
Mientras, se debatía junto a su camastro que le servía de cama, y su contemplación con el suicidio con la siempre disponible funda de basura.
'Miré el camastro', aseveró el hombre con acento mezclado entre español e inglés. 'Mira al este; la playa está bonita, la playa más bonita del Caribe', pensando en su adorado pueblo de Maunabo.
En ese momento, según recordó, estaba pensando en un sueño en el cual cuatro delfines y su madre le acompañaban en su ilusión de libertad, impartiéndole ánimo en su liberación.
Meléndez Colón, convicto errónamente por el asesinato del comerciante Delbert Baker, se convirtió en el año 2002 en el novésimonoveno convicto en los Estados Unidos y el vigésimotercero en el estado de Florida de ser exonerado de la pena de muerte en dicha nación, donde han sido ejecutadas 1,379 personas.
'Hay que pensar positivo', afirmó Meléndez Colón.'Lo más positivo es pensar positivo', concluyó.