Cinco reflexiones necesarias para el Día de la Mujer Trabajadora
Cuando se tienen que establecer días en el calendario para recordar de alguna forma a la mitad de la población global, necesariamente algo está muy mal. El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Y se estableció en 1909, aunque en otra fecha, no para agasajar con flores y cenas, sino para recordar que hay una lucha por avanzar para lograr la igualdad de derechos para las mujeres.
Un par de años más tarde, ocurrió el incendio de una fábrica de camisas en Nueva York en el que murió más de un centenar de mujeres que se encontraban en protesta en reclama por mejores condiciones salariales. Desde entonces, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, también sirve para recordar a todas las mujeres que han muerto por razón de su género, sobre todo en el contexto de la lucha por la equidad.
A más de 100 años de la primera celebración, las conquistas en materia de justicia para las mujeres han sido significativas, aunque no suficientes para alcanzar la verdadera equidad. Parece necesario detenerse un momento y reflexionar sobre algunos de esos asuntos que como sociedad aún necesitamos atender.
Definitivamente el asunto más urgente es el de erradicar la violencia contra la mujer. Por qué? Porque entre el 40 y el 70% de los asesinatos de mujeres es a consecuencia de violencia por parte de una pareja o expareja.
Todos los años en Puerto Rico el conteo de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas comienza temprano en enero. Datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apunta a que al menos un 35% de las mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual en el contexto de relaciones de pareja o agresión sexual fuera de una relación de pareja. Pero hay muchos otros estudios que muestran que hasta un 70% de las mujeres sufre o sufrirá algún tipo de agresión por parte de una pareja en un momento de su vida.
Hay otros asuntos que ameritan una acción concertada de autoridades gubernamentales y organizaciones civiles, pero tienen también mucho que ver el tratamiento individual que cada ciudadano le puede dar a cada uno de los siguientes temas.
Qué tal si les enseñamos a los niños, jóvenes y hombres a no violar?
'No camines sola de noche'. 'No te vistas como puta'. 'No te rías mucho de los chistes de los hombres'. Las mujeres nos pasamos la vida evitando ser violadas. Consciente e inconscientemente dejamos de hacer algunas cosas y buscamos hacer otras porque sabemos que el principal factor de riesgo de violación es común: ser mujer.
Estadísticas del Centro de Ayuda a Víctimas de Violación del Departamento de Salud de Puerto Rico revelan que entre 2011-2012 las salas de emergencia de Puerto Rico reportaron 864 casos de agresión sexual. De estos, el 79 por ciento eran menores de edad. Sabemos que estos casos no son solo una pequeña parte del total que ocurren.
Al menos una de cada seis mujeres experimentará algún tipo de agresión sexual en algún momento de su vida.
Estos números son realmente escandalosos.
De alguna forma, como sociedad, como individuos tenemos que aprender y enseñar que la agresión sexual no es un chiste, no es una cuestión liviana. Se trata del acto de entrometimiento más atroz contra la integridad e intimidad de una persona. La sexualidad y la posibilidad de disfrutarla como se guste, con quien y cuando se guste es parte esencial para la vida. Quienes son víctimas de violación son mucho más susceptibles a sufrir de depresión, abusar del alcohol y las drogas y contemplar el suicidio. Una violación puede significar para una persona el arrebato del derecho básico a ser feliz.
Violar está mal. No importa dónde estaba la fémina, con quién estaba, a qué hora, qué hacía, qué vestía ni qué había tomado. Los hombres que se respetan a sí mismos saben esto.
Qué tal si les pagamos a las mujeres bajos los mismos criterios que pagamos a los hombres?
Han pasado más de 50 años desde que en Estados Unidos se firmara el Equal Pay Act, la ley que establecía igual salario para las mujeres por igual trabajo. Sin embargo, a más de medio siglo siguen surgiendo casos, sobre todo de mujeres ejecutivas, que ganan menos que sus antecesores en la misma posición. No se trata solo de la misma paga por igual trabajo. Las áreas ocupacionales dominadas por las mujeres, esas que se relacionan con el cuidado de las personas más vulnerables son las menos remuneradas. Las maestras, las enfermeras, las cuidadoras de ancianos. No es que el trabajo valga menos, es que nuestra sociedad le ha asignado un valor menor al que realmente le corresponde. De acuerdo con datos del Departamento del Trabajo de Puerto Rico, en 2006, la mediana de ingresos de un hombre era de $17,000 anuales mientras que la de las mujeres era de $15,700.
Las mujeres son también quienes cargan con el gran peso de la llamada crisis económica. Fueron las principales víctimas de la Ley 7 que significó el despido de miles de empleados públicos. Pero también, serán las mujeres que componen sobre el 70% del magisterio en el sistema público del país las que enfrentarán en mayor medida los efectos de la Ley 160 que reforma el Sistema de Retiro de Maestros.
Qué tal si compartimos las tareas del hogar?
Estudios demuestra que cuando una mujer se casa, su carga de trabajo doméstico aumenta siete horas a la semana. Mientras, para los hombres, el matrimonio significa el ahorro de una hora de trabajo doméstico por semana.
Otros estudios también demuestran que a las niñas se les asignan más tareas en el hogar que a los niños y que, cuando de mesada se trata, los niños reciben más. En otras palabras, la desigualdad en la distribución de tareas y en la compensación por el trabajo, comienza en la niñez.
Cada vez que escucho a alguien preguntar a una mujer si su esposo o compañero le 'ayuda en la casa', siento un calambre que me sube por los pies y llega hasta la cabeza. Es que eso de que 'te ayuda' implica que necesariamente las tareas del hogar le tocan a ella. Y ya hace rato es hora de cambiar esa costumbre de que una esté cocinando y fregando mientras el compañero duerme o ve televisión sin mover un dedo.
Si el hogar es compartido, y ambas partes tienen su trabajo fuera de la casa, tan compartidas son las responsabilidades económicas como el trabajo doméstico. Si ella cocina, él friega. Si ella lava la ropa, él la dobla y juntos la guardan. Si ella lleva los niños a la escuela, él los recoge y estudia con ellos. Y si se enferman, ambos son responsables del cuidado especial. Acuerdos como estos son el comienzo de un división más equitativa y justa del trabajo del hogar, tan valioso y necesario como el trabajo remunerado fuera de casa.
Qué tal si nos olvidamos de la pornografía y promovemos en vez una cultura de relaciones sexuales saludables, consentidas y realistas?
Un estimado conservador apunta a que hay 4.2 millones de sitios de pornografía en internet que permite el acceso de 72 millones de visitantes cada mes. La industria de la pornografía es, sin duda, lucrativa. Pero, al mismo tiempo es una de las que más atenta contra las mujeres, proyectándolas como posesiones y objetos para el mero disfrute de los hombres.
La exactriz de porno Shelley Luben ha sido vocal en hacerle frente a la industria de la que una vez fue parte. Por su experiencia, la mujer se ha dedicado a contar cómo los lugares de grabación de las películas de porno tienden a ser espacios privados, controlados por directores hombres, en donde la violencia física, como el ahorcamiento, las patadas, y el llamar por nombres despectivos, es uso y costumbre. Los llamados trabajos en la industria del porno proveen un ambiente de trabajo inseguro para hombres y mujeres, pero sobre todo para las mujeres, donde a veces son obligadas a ingerir semen, orín e incluso heces fecales. También son presionadas a tener sexo sin protección, expuestas a todas las enfermedades de trasmisión sexual.
La propia Shelley Luben cuenta que fue violada mientras se filmaba una película porno. Como en su caso, muchas de estas películas muestran relaciones sexuales con mujeres que en realidad están siendo violadas, coaccionadas y otras tantas veces se trata de menores y víctimas de trata humana.
Distintos estudios sugieren que una parte significativa de niños y niñas desde los 11 años han visto algún tipo de material pornográfico. Así, están expuestos a una proyección muy distorsionada sobre el sexo y la sexualidad, lo que distorsiona su propia vida sexual más adelante con expectativas irreales de cómo deben ser las mujeres en la intimidad.
Qué tal si les enseñamos a nuestras niñas que pueden ser mucho más que modelos y reinas de belleza?
Puede ser entretenido y gracioso sentarse los domingos frente al televisor a ver cómo jóvenes mujeres en trajes de baño se encuentran unas con otras por un contrato de trabajo con un famoso canal de televisión hispana. Y parece hasta divertido ver cómo estas chicas se enfrentan a un panel de jueces que se dedica semana a semana a resaltar sus imperfecciones, inseguridades, a humillarlas, ridiculizarlas y hacerlas llorar en televisión nacional. –Cuando ganan y las ponen a trabajar en Sábado Gigante no puedo pensar que todos esos sacrificios son un desperdicio de tiempo y una tomada de pelo-.
Quizás, en vez de seguir promoviendo estas ideas absurdas de que para poder trabajar en la televisión hay que sumergirse en tanques de agua llenos de anguilas y tocar objetos desconocidos en la oscuridad , el mejor consejo que les podemos dar a nuestras hijas, hermanas, primas y sobrinas es que estudien, que se hagan de una carrera o de una ocupación. Así, no tendría que esperar que el concepto subjetivo y bastante distorsionado de un señor en traje de lentejuelas le diga: 'eres bella, firma aquí'. Mejor que le digan: 'eres capaz, firma aquí o no' porque realmente su capacidad y no necesariamente su físico le abre las puertas de las posibilidades.