Sumidos en el desconsuelo y la traición los pacientes engañados en Juncos
Por sus mentes solo pasó la posibilidad de seguir viviendo. Todos con enfermedades catastróficas, algunos ya desahuciados vieron en un anuncio de periódico una promesa de sanación o escucharon a través de una llamada telefónica una última esperanza de vida: el Municipio de Juncos les ofrecía ese tratamiento que tanta falta les hacía. Sin embargo, se toparon con una mujer de gran carisma y excelente verbo que aprovechándose de su miseria los engañó, les robó su dinero y lo más importante que tiene una persona enferma: tiempo.
La exempleada del Municipio, Iris Dávila Colón, cumple 18 meses de cárcel por fraude al correo federal, por haber robado miles de dólares a pacientes de enfermedades renales y otras condiciones que necesitaban un transplante de riñón y otros tratamientos. A través de la Oficina de Ayuda al Ciudadano, de la Oficina de la Primera Dama, ella les prometió que en muy pocos meses serían admitidos en una de dos clínicas en Estados Unidos. Les requirió que pagaran dinero para supuestos protocolos, un dinero que muchos de los pacientes sacaron de donde no tenían, y resultó que ella nunca estuvo relacionada con ninguna de las instituciones.
Cuatro de los 29 perjudicados ya han muerto sin recibir el órgano ni el tratamiento prometido. Quince, incluyendo familiares de los fenecidos, entablaron una demanda civil en el Tribunal de Estados Unidos en Puerto Rico contra Dávila, el Municipio, el alcalde popular Alfredo 'Papo' Alejandro y la Primera Dama, Medelicia Peña reclamando no menos de $10 millones por los daños sufridos.
'Me siento todavía traicionada'
Cuando Carmen Hernández y su esposo Carlos Aponte, un paciente de diálisis y candidato a un transplante de riñón, conocieron a Iris Dávila, les pareció una persona sincera, amable y dada a ayudar. Supieron por medio de un periódico que vieron en el centro de tratamientos que el Municipio de Juncos, a través de la Oficina de la Primera Dama, estaba ofreciendo tramitar la asistencia médica que él necesitaba. Ella les prometió que entre tres y cinco meses cualificaría para el transplante en Mayo Clinic, en Jacksonville, Florida, y les pidió su expediente médico y documentos personales.
'Ella era una persona que convencía a cualquiera, tenía una labia…', cuenta Hernández sobre cómo puso las esperanzas de la recuperación de su esposo en esa persona. 'Rápido nos dijo que había que pagar para unos protocolos, que para que le dieran la cita había que pagar una cantidad de análisis y que como el hijo de mi esposo era el que le iba a donar el riñón, teníamos que sumarle $500'.
Como parte del proceso que estableció la empleada municipal, que había sido contratada porque su propio padre había recibido un transplante de riñón en esa institución, les establecía a los pacientes un 'deadline' para entregarle el giro postal con diferentes cantidades de dinero, desde $10 hasta $500. Esto era, según ella, 'para que la cita pudiera bajar'.
Para Hernández, empleada en una tienda, y Aponte, pensionado, no fue tarea fácil conseguir el dinero. 'Llegó un momento en que yo le dije 'ya nosotros no tenemos dinero' y me decía 'mira a ver si alguien te los presta' y yo desesperada, buscando que lo transplantaran sacaba el dinero de donde no lo tenía. Eso era de ahora pa' ahora'.
Dávila les decía que no debían llamar directamente a Mayo Clinic bajo la amenaza de que les podían cancelar la cita que tanto ansiaban.
Más de $2,000 llegaron a entregar antes de enterarse de que los habían engañado al ser alertados por la propia clínica del esquema que Dávila había montado.
Hernández le reclamó y consiguió que le devolviera dinero. Fue la única que lo obtuvo de vuelta, pero el daño hecho a su familia a la de los demás perjudicados, no se ha podido reparar. 'Yo me acuerdo de eso y se me aprieta el pecho. Me siento todavía traicionada, bien molesta, bien heridas, pero nos hemos unido y algunos hemos podido pasar la página'.
Carlos Aponte continúa recibiendo diálisis y se mantiene en la lista de espera por un riñón en el Hospital Auxilio Mutuo, en Río Piedras.
'El Municipio ya sabía y no nos habían dicho nada'
La maestra bibliotecaria Marylin Báez sufría de una enfermedad conocida como escleroderma y necesitaba un transplante de células madre y de médula ósea que tenía un costo de sobre $300,000 que su plan médico le había denegado cubrir. Era un tratamiento que sólo se realizaba en siete lugares en Estados Unidos y que para aquel entonces sólo se le había practicado a 56 personas. Báez estaba ya desahuciada cuando ella y su esposo supieron que el Municipio de Juncos estaba ofreciendo ayuda a pacientes como ella y conocieron a Dávila en la alcaldía en el verano de 2009.
De inmediato, Dávila le pidió todos los documentos personales y expedientes médicos para tramitar la evaluación para el transplante en Duke Clinic en Carolina del Norte. La primera cantidad de dinero que le pidió fue de $81.90 para revisar la denegación del plan médico a través de la Oficina de la Procuradora del Paciente. Como todas las veces, requirió que el giro postal se le entregara en blanco.
'Ella nos decía 'dámelo en giro porque en giro es difícil de robar'. Decía que ella lo llenaría con el nombre correcto de la institución y nosotros le pedíamos evidencia. Ella lo que hacía era que subía a una oficina, le sacaba copia al giro, a la copia le ponía el nombre de a quien se supone pagáramos y nos entregaba una copia de la copia', recuerda Elías Gómez, esposo de Marylin Báez.
Desde entonces, siguió pidiéndoles giros postales para pagar supuestos protocolos. Al final, el matrimonio ya le había entregado casi $6,000 en poco menos de 20 giros.
El engaño de la mujer llegó a tal punto que se paraba en las luces a recoger dinero con la familia para pagar los gastos que ella se inventaba, incitaba a realizar colectas en la iglesia y entre los maestros con los que Báez trabajaba, fue con ellos al Capitolio a pedir ayuda a los legisladores y hasta apareció en una sección del noticiario de Wapa TV solicitando apoyo económico para la paciente. Indagaba en cuánto dinero habían recogido y urgía para que le entregaran los giros. Si el esposo decía que no los tenían todavía, ella le decía a la esposa que su marido no quería que ella se curara.
Pasó un tiempo y los esposos consiguieron que el tratamiento les fuera cubierto por otro plan médico, por lo que llamaron a la Alcaldía para que les devolvieran el dinero. En una reunión con el Vicealcalde, supieron del esquema. Ya una paciente engañada por Dávila había llegado hasta la Clínica Mayo para descubrir que había sido timada.
'El Municipio ya sabía y no nos habían dicho nada. Cuando yo lo escuché, yo no lo podía creer de ella porque aparentaba ser una persona tan sincera. Ella me abrazaba, lloraba conmigo, me llamaba todos los días al trabajo para preguntarme cómo me sentía y fue un choque tan fuerte el yo enterarme de eso… Yo creía en ella, me sentía apoyada por ella. Yo en Puerto Rico estaba desahuciada y ella para mí era una esperanza, pero me destruyó', rememora Báez.
Como los esposos habían guardado todos los recibos de los giros que habían comprado, pidieron la evidencia al correo. Comenzaron a ver que los giros que ella dijo había enviado a la institución médica, habían sido cambiados a su propio nombre, el de su esposo y el de su hijo.
'Ella jugó con nuestra parte humana. Fue muy cruel porque retrasó por casi dos años el tratamiento que yo necesitaba, surgieron otras condiciones. Se me siguieron deteriorando los órganos, la piel y ella me decía que no me preocupara, que mi caso estaba en proceso y que me iba a ayudar rápidamente'.
Báez pudo recibir el tratamiento que necesitaba, uno por el que no se cobraba nada por adelantado. Sigue dándole seguimiento a un transplante de médula ósea y viaja periódicamente a Carolina del Norte para sus chequeos. Aunque ella está mejor, adjudica que cuatro de los 29 pacientes que Dávila timó murieron esperando un transplante que nunca iba a llegar.
'Mi hija falleció y yo todavía me pregunto por qué Iris me hizo eso'
Nora Machuca, residente de Bayamón, se encontraba en el 2009 gestionando ayuda para su hija, la joven Nora Melissa Sánchez Machuca, cuando Dávila la contactó para preguntarle si tenía una coordinadora de transplante. La primera mentira que le dijo era que ella era la Primera Dama de Juncos.
'Me prometió que en tres meses ella iba a estar transplantada. Yo me emocioné muchísimo, pero ahí mi hija fue hospitalizada y su doctor, que es mi sobrino, me dijo que nos olvidáramos del transplante, que había que mejorarla y luego podíamos hablar de transplante', recuerda Machuca.
Para el 2010, la muchacha de 23 años, paciente de diálisis candidata a un transplante de riñón había mejorado y podía viajar. 'Ella me había dicho que con $500 ya se podía a hacer el proceso y yo estaba bien contenta porque pensé que ya en tres meses iba a recibir el transplante. Parece que como se le hizo tan fácil, después me trajo una lista, que supuestamente eran recibos de Mayo Clinic, que sumaban $3,000', continúa sin poder ocultar el coraje que aún siente. 'Ella me volvía a recordar que mi hija iba a estar sana en tres meses y con eso me convencía'.
Dice Machuca que como Dávila iba a su casa en Bayamón a recoger el dinero, conoció a su hija y parece que le dio pena, porque en este caso sí hizo la gestión de conseguirle una cita, algo que se pudo haber tramitado sin intermediarios y sin pagar un centavo. Cuando madre e hija llegaron a Mayo Clinic 'todo fue tan distinto a lo que ella nos presentó'. 'Me dijeron que no era en tres meses que se hacía el transplante, que no había ocurrido un caso de un transplante en tres meses. Ya había pasado un mes y habíamos gastado un montón de dinero. Era una cosa horrible'.
Machuca no se dio cuenta en ese momento de la estafa de la que había sido víctima porque ya en la clínica no tuvo que pagar ninguno de los exámenes. Pensó que era porque que ya los había pagado a través de Dávila, pero la realidad es que su plan médico privado había cubierto esos gastos.
Regresaron ambas a Puerto Rico muy desilusionadas para abril de 2010. En julio fue cuando recibió una llamada de Mayo Clinic en la que le preguntaron si tenía coordinador de transplante, cuando contestó, supo que Dávila la había engañado.
'A veces me preguntan por qué yo confié en ella, pero si uno no tiene un pariente enfermo, no entendería. La casa, si me la pedía, yo se la iba a dar porque me estaba diciendo que mi hija iba a vivir', expresó la mujer.
Nora Melissa murió meses más tarde, el 4 de abril de 2011, a los 24 años y a punto de comenzar a estudiar Medicina. Nunca recibió el transplante prometido.
'Mi hija falleció y yo todavía me pregunto por qué Iris me hizo eso, porque nos ilusionó', dice entre lágrimas, reconociendo que el engañó desanimó la joven y en adelante su salud siguió deteriorando. 'Mi hija era encantadora, con una sonrisa y unas ganas de vivir… Cuando vio que la timaron, se sintió triste y perdió las ilusiones, ya no creíamos en nadie. Ella estaba bien ilusionada y eso la hizo decaer'.
Como todos los demás pacientes timados, Machuca considera que no se ha hecho justicia. El Municipio de Juncos tampoco se ha hecho responsable en su caso. Ella está consciente de que ganar una demanda civil no le va a devolver a su hija. 'Eso no devuelve la vida, pero puede evitar que otras personas sufran el daño que nosotras vivimos. La enfermedad de un hijo y el engaño, eso es una combinación devastadora', sentenció.
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