Misión de salud y amor en Nicaragua (galería)
Nicaragua - Era poco más del mediodía cuando llegamos a Palo Grande, una comunidad de la ciudad de Somotillo, ubicada a la parte occidental de Nicaragua. Tras caminar a pie entre tierra y piedras, arribamos a una escuela que serviría como sede para la primera clínica de la Alianza de Médicos al Rescate (AMAR). (Fotos: Ely Acevedo Denis/NotiCel)
Personas de distintas edades aguardaban en los laterales de un salón, algunos miraban con asombro mientras otros sonreían, luego de haber caminado por horas para poder evaluarse con los médicos. De repente, alguien del grupo gritó 'cadena, cadena', y sin mucho rodeo varios nos posicionamos y empezamos a pasar una a una las más de 30 maletas que contenían medicamentos y otros artículos, que generosamente varios puertorriqueños habían donado para este viaje.
Acto seguido, el grupo se dispersó. Ubiqué el área de Pediatría y me dirigí a asistir al doctor Héctor Acevedo, pero él hacía rato había comenzado a ver a sus pacientes debajo de un árbol en el patio de la escuela.
'Qué necesitas que te busque?', le pregunté. Pero el parecía en un transe, como si todo alrededor fuera simple añadidura, su atención estaba fija en aquel niño de a penas meses de nacido. Luego alzó la mirada y me pidió un medicamento. Yo no tenía idea de qué me estaba hablando, pero corrí hacía el salón donde estaba ubicada la Farmacia.
Comencé a revisar una a una las maletas, aunque para ser sincera, con el desespero de encontrar el medicamento, terminaba regando todo. De pronto, allí estaba Mirtelina, como caída del cielo, y me preguntó: 'qué estas buscando?', y en segundos encontró el medicamento. Volví corriendo a donde estaba el Dr. Acevedo, quién ya estaba atendiendo a otro paciente y tuvo que hacer una pausa para explicarle a la mamá del bebé como administraría la dosis.Al rato, 'Rey' se me acercó y me mostró a tres niñas para que el doctor las atendiera. Las más grande tenía 12 años, la más pequeña a penas 5 años, la del medio se llamaba 'Liz Marie', igual que una de mis tres hermanas. Les pregunté que donde estaba su mamá y me dijeron que no estaba en el lugar. Un tanto extrañada, le pregunto a la más grande que con quien vinieron, ella dice 'solas'. Luego descubrí que Liz Marie y sus hermanas eran huérfanas, como muchos niños que posteriormente conocí en Nicaragua.
Esa tarde se atendieron a más 100 de pacientes en el área de Pediatría, esto sin contar Medicina Interna, General y Dental.
La noche ya había caído y solo faltaba un equipo por regresar al Hotel Puma, a más de tres horas de distancia. Me monté en la parte trasera de una pick up junto a varios del grupo. En el trayecto nos acompañaba Azuri, una niña de más o menos 6 años junto a su madre. Le comenté a la mamá de Azuri sobre la abundancia de volcanes en Nicaragua. Pareció como si hubiera tocado una fibra sensitiva en su recuerdo y comenzó a narrarme como la última erupción del volcán Cerro Negro dejó el saldó de varias personas muertas.
Hizo una pausa y luego me explicó que fue cuando ocurrió el huracán Mitch en el 1998 aquella terrible erupción y que las fuertes lluvias provocaron que varios ríos se salieran de su cauce. Confiados de que eran simples lluvias como les había comunicado el Gobierno, la tragedia los sorprendió de noche, lo que no les dio tiempo a muchos a buscar resguardo.En ese momento el chofer metió la pick up en un río y en mi mente solo saltó la historia de aquellos ocho confinados que días antes habían fallecido ahogados dentro de una guagua de Corrección en Puerto Rico.Intentaba controlar los nervios cuando la mujer me señalaba que la noche que pasó Mitch por Nicaragua cruzó ese mismo río con su hija mayor sobre los hombros, mientras el agua le llegaba a los pechos. Sin embargo, esa travesía no solo fue aquella noche de Mitch, sino que día a día los residentes de las distintas aldeas cruzan el río a pie o si tenían suerte en auto y cuando el cauce se desborda todos quedan incomunicados.Anteriormente había un puente, pero las lluvias lo destruyeron, por lo que hasta ahora el alcalde de Somotillo está a la espera de reunir cerca de $15 mil para poder construir uno nuevo.
Al otro día, nos dirigimos a la comunidad de Las Mariitas, que también forma parte de Somotillo, donde otro grupo de personas aguardaba pacientemente a ser atendidas.Estaba como el ping pong, buscando medicamentos entre Farmacia y Pediatría cuando Mirtelina me entregó un paquete de pegatinas con un dibujo de un dálmata y una bolsa de dulces para que le entregara a los niños. El doctor Jesús Alvelo, presidente de AMAR, estaba atendiendo a tres niños cuando me acerqué y le coloqué a uno de ellos el sticker en la camisa. Sus ojos brillaban como si hubiera recibido un Nintendo DS, al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en su rostro. Acto seguido me pidió uno para cada uno de sus hermanos, al igual que dulces.Fue así como durante seis días, cerca de 30 personas pertenecientes al grupo AMAR realizaron más de cinco clínicas entre las ciudades de Somotillo, Chinandega y León, a más de 2,306 km de distancia de Puerto Rico.No se si era la adrenalina o la misma misericordia, pero ni el hambre, ni la intemperie, ni las letrinas, hacían que alguien perdiera el enfoque de llevar ayuda y amor al más necesitado.
La noche de jueves, 24 de noviembre, regresamos a la ciudad de Managua, luego de una clínica en la comunidad de los Hervideros de San Jacinto, al norte de la ciudad de León, donde finalizamos la última misión.De camino al Hotel Barceló nos detuvimos en un centro comercial a cenar. Al entrar me percaté que parecía que estuviéramos en Plaza las Américas. La gente nos observaba como si hubiéramos salido de otro planeta, porque andábamos todos sucios y algunos incluso con las ropas manchadas.
Era increíble pensar que hacía apenas unas horas atrás era otra la cara de los 'nicas', la que se hacía presente ante nuestros ojos. Y es que como en otras partes del mundo, el poder económico tiene la habilidad de desaparecer del mapa la otra realidad en la que viven la mayoría de los ciudadanos.