El sonido del dolor
Por supuesto que no puedo evitar recordar aquel día. En la tarde, de camino a mi apartamento en 'Midtown', el tren usualmente plagado de ruido estaba espeluznantemente en silencio. Los transeúntes cedían paso y cortésmente se aglutinaban para hacerle espacio a quienes arribaban.
Horas antes, mi jefe regresó a la oficina con los ojos rojos. Regresaba del malecón de Brooklyn de ver las torres esfumarse como dos muñecos de trapo. Yo aún estaba atónito de ver el segundo avión embestir contra la torre sur.
Poco antes, a las 8:50 a.m. recibí una llamada a mi oficina. 'Enciende el televisor' suplicó un colega. 'Un avión acaba de estrellarse en una de las torres del World Trade Center'.
De atrás para adelante. Así es como lo recuerdo. He transformado mi memoria de los ataques del 11 de septiembre en un aparatado maleable que puedo controlar.
Mis recuerdos más intensos fueron los que ocurrieron después del ataque. En una esquina de la Octava Avenida, cerca de la Calle 57, una hilera de niuyorquinos esperaba bajo el sol de septiembre para donar sangre en una clínica improvisada. En Manhattan persistía un sentido de hermandad inusual en una ciudad incorrectamente descrita como hostil. Por el día, los oficiales públicos – desde bomberos hasta la fuerza policíaca y personal médico – laboraban incansables bajo el intenso calor de los vestigios de hierro. Por la noche, el país se iluminaba con las luces de las vigilias.
En las palabras de la reportera de Times Magazine Nancy Gibbs, 'en un día cualquiera celebramos heroísmo porque no es común. En el 11 de septiembre, lo celebramos porque el heroísmo estaba en todos lados'.
No es de ningún modo, que obvie los efectos menos heroicos a consecuencia de los ataques, como la invasión a Irak y los atropellos sistemáticos a los derechos humanos a ambos lados del conflicto.
Todo está en mi cabeza: el heroísmo, el trauma y la repercusión.
Ciego
Como muchos profesionales de la industria, opté por no correr y buscar mi cámara. No fue un juicio moral intuitivo. Como el resto de Nueva York intentaba procesar lo que había ocurrido. Una de las representaciones pictóricas más inteligentes que observé fue la de un joven fotógrafo quien escribió un ensayo crítico y le tomó una foto, insinuando que éste era un momento de crítica y análisis y no de voyerismo desmedido.
Mañana me dirijo a cubrir el 10mo aniversario de septiembre 11 y me pregunto frecuentemente cómo he de reportar tal suceso. Las calles estarán llenas de manifestantes. Miles de familiares de víctimas peregrinarán hasta el Museo Nacional y Memorial del 11 de Septiembre me imagino la ciudad se arropará con un patriotismo que no mal acompañara el mensaje del Presidente Obama en cuanto al estímulo laboral y, por supuesto, el comienzo de la temporada de fútbol americano.
He cubierto conflictos y eventos teñidos de trauma en el pasado. En Puerto Rico, cubrí las expropiaciones de residentes en Santurce y en Haití, el terremoto devastador del 12 de enero del 2010, entre más. Eran eventos singulares – heridas haciéndose memoria, no aniversarios de un herida en la memoria colectiva.