La Sombra sigue vivo entre confinados
Carlos Meléndez Torres, también conocido como Carlos La Sombra, murió el 30 de marzo 1981 en el patio de la Penitenciaría Estatal – el 'Oso Blanco', así conocida por el extraordinario tamaño de la estructura pintada de blanco hueso – en una emboscada tendida por miembros del grupo rival del residencial Manuel A. Pérez.
Él era del grupo de Capetillo, la comunidad en la que se crió en Río Piedras.
'Los guardias penales lo dejaron allí, cuando el grupo de Manuel A. Pérez tenía su período de recreación', recordó el analista político Carlos Gallisá, entonces abogado de Torres Meléndez.
'En aquellos días a los grupos rivales en la cárcel les daban sus períodos de recreación por separado, para evitar posibles conflictos', añadió.
Torres Meléndez fue apuñalado varias veces por los convinados que lo asediaban, pero murió después de recibir un tiro en la cabeza, presumiblemente hecho por otro confinado.
'Solo, con una mano apenas colgando de un hilo, se defendió con CLARIDAD [periódico] en la mano', dijo Gallisá a un grupo de amigos y familiares de Carlos La Sombra el sábado por la mañana en el cementerio del Viejo San Juan.
'La muerte de mi hermano fue planificada hace 30 años. Este es un recuerdo muy doloroso. Sin embargo, no puedo dejar de sorprenderme por su legado. Han pasado 30 años y aún vive entre nosotros ', dijo la hermana de Torres Meléndez, Rosa Isabel Torres, una maestra jubilada.
En los ojos de su hermana, Carlos La Sombra se convirtió en 'un instrumento de Dios' para asistir y ayudar a los confinados a través de la organización que fundó.
Rosa Isabel, quien recauda fondos para construirle un panteón a su hermano (sus restos descansan junto a los de su abuela), recordó cómo un joven se le acercó recientemente durante un evento para recaudar fondos.
'Estábamos vendiendo un cartel que había impreso en memoria de Carlos, cuando un joven se acercó a nuestra mesa, lo miró y dijo: 'Carlitos, Carlitos ...' con lágrimas en los ojos', dijo Rosa Isabel.
'El hombre, que evidentemente era demasiado joven para haber conocido a mi hermano, dijo que no tenía que haberlo conocido para quererlo. Me dijo que era su líder', señaló.
De la conversación con el desconocido, resultó ser que éste era un exconfinado que había logrado rehacer su vida gracias a que fue 'Ñeta de corazón'.
Nacido en 1945, Torres Meléndez fue enviado a prisión cuando tenía 17 años por un caso de drogas. En ese entonces él pertenecia a ganga, los 'Jesters', de la zona de Capetillo.
En la cárcel, vió el maltrato que sufrían los 'nuevos' a manos de los confinados más veteranos y de algunos guardias penales sin escrúpulos, quienes muchas veces los violaban o incluso los torturaban. Esta experiencia lo convenció de que aún los confinados merecían 'unas condiciones mínimas que garantizaran su dignidad' y que el abuso no puede tolerarse, ni siquiera en la cárcel.
Carlos La Sombra fue el fundador de la Asociación Pro-Derechos del Confinado—Ñeta, la organización de confinados más grande de Puerto Rico y la cual cuenta con organizaciones hermanas en Estados Unidos, la República Dominicana, Ecuador, España e Italia.
Originalmente considerada como 'otra ganga más', el objetivo de la Asociación Ñeta era garantizar la paz entre los presos, mientras éstos cumplían sus sentencias.
'Lo que él quería era que todos los confinados vivieran en paz unos con otros. Para eso, hay que tener orden y los confinados deben ser disciplinados ', dijo Rosa Isabel.
'Esto fue, y es, muy difícil porque muchos de ellos no tienen la disciplina y tienen que aprenderla', añadió.
Según Gallisá, Carlos La Sombra tuvo 'una gran influencia' de los nacionalistas encarcelados en La Princesa. Durante finales de los años 50, y la década de 1960, los nacionalistas puertorriqueños fueron activamente perseguidos y encarcelados por el gobierno razones que iban desde la 'seguridad nacional' hasta conducta anti-social.
Durante un segundo estadía en la cárcel, a finales de la década de 1960, Torres Meléndez comenzó a desarrollar las bases para la Asociación, que más tarde sería conocida como la Ñeta, un término que sus familiares y amigos dicen que es una vieja expresión de júbilo y alegría de los indios Taínos (renacer, nueva vida) ante el nacimiento de un niño.
En ese entonces se establecieron normas de comportamiento para la vida en la cárcel. Entre esas normas estaba el no robar, no difundir chismes o rumores, no ver a otro hombre como una mujer a menos que él se sintiera como una, no usar un arma contra otro hombre y el respetar la visita de la familia.
'Esa vez la influencia la recibió de los independentistas arrestados por desobediencia civil en contra de la Marina en Culebra', dijo Gallisá, a la vez que recordaba que Carlos La Sombra acostumbraba esperarlo a él en sus visitas al liderato del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) encarcelados en La Princesa.
'Yo solía llevarle libros y recuerdo que quedo muy impresionado con Los Condenados de la Tierra, de [Franz] Fannon', dijo Gallisá.
Eventualmente, la influencia de Carlos La Sombra sobre los demás confinados se convirtió en un inconveniente para la Administración de Corrección de entonces. El problemático reo era trasladado con frecuencia de una cárcel a otra por toda la isla en un esfuerzo por 'acallar sus ideas'.
'Lo que hicieron fue nacionalizar a la Ñeta. Lo pusieron en ‘tour' por toda la isla', dijo Gallisá.
En 1976, Carlos La Sombra lideró un alzamiento en la cárcel de La Princesa, entonces la más antigua de Puerto Rico y que remontaba a los tiempos de la corona española.
'Esa fue la primera vez en Puerto Rico que una prisión era tomada por confinados', recalcó Gallisá.
Las demandas de los reclusos entonces consistían en una serie de mejoras a las condiciones carcelarias y el compromiso de que no se tomarían represalias contra los confinados después del levantamiento.
Un documento en el que se aceptaban varias de las demandas y términos fue firmado por el entonces Secretario de Justicia, Francisco De Jesús Schuck, y Carlos La Sombra, con Gallisá y el recientemente fallecido líder independentista Juan Mari Brás, después de más de 24 horas de negociaciones.
Pero, el entonces gobernador Rafael Hernández Colón revocó a De Jesús Schuck y dejó sin efecto los acuerdos. Entonces escuadrones de la fuerza de choque entraron a la cárcel. Más de 20 confinados resultaron heridos, entre ellos el propio Carlos La Sombra, quien fue trasladado al Centro Médico sangrando profusamente.
'Cuando lo iban sacando de La Princesa en camilla, bañado en sangre, Carlos levantó el puño y gritó ‘Viva Puerto Rico libre'', recordó Gallisá.
Según el abogado, el levantamiento en La Princesa sentó las bases para el histórico caso de Morales Feliciano, el cual se mantiene vigente en la corte federal, y en el que las autoridades federales ordenan al gobierno de Puerto Rico garantizar una serie de condiciones mínimas, tales como la vida el espacio, la atención médica y rehabilitación, a los confinados.