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La historia tan cerca de nosotros y Trump

¿Cuántas veces no se alega que hemos perdido de vista la historia, o que se ha dejado de pensar que ella es importante, sobre todo cuando reflexionamos en torno a la supuesta indiferencia de los jóvenes ante eventos de corte político? ¿Pero acaso no sería más propio pensar que es la historia la que nos ha perdido de vista a nosotros, o que nosotros hemos dejado de ser importantes para ella? Creo que es por eso por lo que algunos estudiosos han insistido en el fin de la historia. Desde luego, no se trata de una afirmación nueva pues ya hace doscientos años el gran filósofo alemán Hegel propuso algo muy similar. ¿Que evento histórico significativo podía ocurrir, se preguntaba Hegel, despues de los derechos ciudadanos que auspiciaba el Estado prusiano que representaba en aquellos comienzos del siglo diecinueve la más avanzada conciencia de la libertad? Nada importante, se respondió.

Pero cabría hablar del fin de la historia por otra razón, y no como Hegel y sus herederos lo plantean cada vez que se sienten totalmente reconciliados con algún orden establecido, que por cierto, siempre acaba por desilusionarlos. El fin de la historia podría traerse a colación como en ocasiones se trae a colación la muerte de Dios nietzscheana, como la convicción de que ya no se puede creer en la historia. Qué sentido tiene todo esto que está ocurriendo? Vamos para algún lugar o de lo que se trata es similar a lo que se experimenta(ba) cuando uno se monta(ba) en aquellos carritos locos en los que no se podía conducir más de par de pies porque pronto otro carrito le cortaba el paso? Era para morirse de la risa.

La victoria del magnate Donald Trump en las elecciones de los EE.UU. nos plantea interrogantes interesantísimas en el ámbito de la historia. El fin de la historia? Aunque no por él, sino más bien por el modo en que se votó. No creo que lo que nos ha sorprendido a nosotros con su elección pueda parecerle un evento sorpresivo a los futuros habitantes del globo terráqueo, que estarán tan interesados en la historia como lo estamos nosotros y no menos, como quieren pensar los que equivocadamente suponen que todo pasado fue mejor.

Por qué no se habría de pensar que Trump respondía a la sensibilidad, los intereses y las preocupaciones, de una buena cantidad de estadounidenses y se debía de haber esperado que lo eligieran presidente de su nación? Por qué no? Se trata del mismo país que había elegido a Ronald Reagan, y a padre e hijo Bush. Después de todo Trump, como los anteriores, había sido un individuo exitoso dentro del sistema social y la cultura estadounidenses. Había llegado a ser inmensamente rico y estaba profundamente familiarizado con los medios de comunicación que, me imagino, en el futuro todavía constituirán el caldo de cultivo de las ocurrencias más inverosímiles.

También se había desempeñado como dueño de una universidad, la cual luego vendería, aunque esto importaría muchísimo menos que el hecho de que durante algún tiempo no había pagado impuestos. Se trata de un tipo listo, según él mismo se describió, cuando en uno de los debates de la campaña, su contrincante Hillary Rodney Clinton sugirió que no había cumplido con su obligación contributiva como ciudadano. Y apenas comenzando su gestión, en esta última semana de enero, ya muestra lo que es capaz de hacer, entre otras barbaridades, al prohibir la entrada de seres humanos de siete países musulmanes que él y sus ayudantes consideran peligrosos. Esta medida, contraria al espíritu de colaboración que debería marcar las relaciones internacionales, nos recuerda las que en su día implantara el nacional socialismo alemán.

Con este veto a la inmigración de musulmanes ya no es necesario preguntarse si bajo el liderato de Hillary Clinton el rumbo que hubiera seguido EE.UU. habría sido mucho más reconciliador que el que proponía como candidato Donald Trump. Ella había mostrado indecisión en lo que respecta a respaldar la intervención de su nación (y la nuestra, por cierto) en el conflicto con Irak, y esto hacía pensar que quizás no eran tan distintos. Pero las órdenes ejecutivas que este ha emitido en sus primeros días autorizando la construcción de la muralla entre los EE.UU. y México, la dirigida a desmontar el plan de salud gubernamental desarrollado por Obama, perdidas de vista en los últimos días por el escándalo que ha generado el veto a la inmigración, y esta última, revelan que la elección de Hilary hubiera sido muchísimo menos problemática. Como lo hubiera sido la elección de Al Gore en aquel lejano 2000.

Bajo Al Gore muy probablemente no hubiera habido tanta guerra en el Mediano Oriente y no habría la tensión y la violencia que hoy le caracterizan. Ciertamente habría algo todavía, pero jamás al mismo nivel. Pensemos también en lo que Gore hubiera supuesto para los asuntos ambientales. Naturalmente, tan seguros no podemos estar y después de todo no se puede excluir la posibilidad de que bajo su presidencia hubiese habido problemas similares. Pero al especular sobre el futuro la predicción más acertada es aquella que parte del conocimiento del pasado. (Para qué serviría estudiar la historia entonces?) Por ejemplo, las expresiones y el comportamiento de George W. Bush habían sido mucho menos informados que los de Al Gore, y esto nos permite suponer que el desempeño a la cabeza del gobierno de los Estados Unidos del segundo se hubiera caracterizado mucho más que el del primero por esfuerzos pacificadores. Lo mismo debemos suponer sobre Hillary vis a vis Trump. La evidencia la tenemos a mano tras apenas dos semanas de gobierno trumpiano: el veto a la inmigración, la orden para comenzar a construir la muralla, la orden para terminar con el Obama Care, sus hostiles comentarios diarios sobre la prensa, su parecer sobre las mujeres, su respaldo a que Jerusalén se convierta en capital de Israel y su simpatía por Vladimir Putin. Sospechamos que pronto todo esto tendrá sus repercusiones.

No cabe duda de que lo que se avecina con Trump es un liderato irresponsable como mandatario de un país que ejerce un poder extraordinario en todos los rincones del mundo. Hillary Clinton, como habría ocurrido con Al Gore, se hubiera iniciado en la posición de otra manera. De ella se hubiera esperado que le diera seguimiento a la obra del expresidente Obama, una obra de incuestionable valor en los ámbitos del ambiente, la salud y el género, pero que Trump está haciendo todo lo posible por borrar.

Aunque Trump ganó la elección, sabemos que Hillary Clinton recibió un respaldo más amplio que el de él. No obstante, así es que funciona el proceso electoral en los EE.UU. y él fue quien se agenció la mayoría de los votos del llamado Colegio Electoral. Uno de los asuntos que llama la atención de su elección es que recibió el respaldo de millones de ciudadanos que, cuesta trabajo creerlo, ven en él un futuro promisorio. Un sector importante de ellos son los llamados trabajadores de cuello azul que no poseen títulos universitarios. Son trabajadores que no están organizados en partidos políticos, pero que tienen conciencia de pertenecer, quizás no a una clase social, pero sí a un sector poblacional que en la sociología de los EE.UU. se describe como clase media baja. Se dice que esta no se siente beneficiada por estrategias políticas y económicas del Partido Demócrata y por esta razón no simpatizaba con Hillary Clinton y están todavía muy molestos con la gestión del presidente saliente Obama. Estos ciudadanos, más hombres que mujeres se nos ha dicho, no sienten que Obama gobernó para ellas y ellos. Se ha indicado también que tampoco estaban satisfechos con el liderato republicano tradicional, aún cuando este se ha movido hacia posturas muy similares a las de Trump. Pero no lo suficiente. Trump era y es para ellos the real thing. No importa que él sea billonario y ellos se queden en ocasiones desempleados. Y que él no pague impuestos que podrían utilizarse para ampliar los servicios que el Estado les ofrece a ellos les tiene sin cuidado. Parece serles indiferente que millones de estadounidenses se hayan podido beneficiar de un plan de salud que tras varias semanas de gobierno Trump ya comienza a eliminar.

Por qué habrán votado por él es una interrogante que nos remite a las esperanzas de justicia y libertad que han depositado en el Estado moderno casi todas las sociedades humanas. Por qué se han hastiado de un sistema político que supuestamente beneficia a los que no trabajan y a las minorías? Se trata de personas que resienten la defensa que hacen de estos sectores los académicos y Hillary Clinton, es la cara de ese mundo en el que ellos según lo sienten, son frecuentemente objeto de desprecio.

También llama la atención que no salieran a votar las masas de latinos, afroamericanos y mujeres que algunos habían previsto le darían la victoria a Hillary Clinton. Un sector de estos evidentemente se identificó con las visiones de Trump. No anunciaban a los cuatro vientos que coincidían con él, y en las encuestas probablemente engañaban a los encuestadores. Se aseguraron de no visitar el centro de votaciones ese día, negándole el voto a Hillary Clinton.

No se estará dando en estos la pérdida de fe en el Estado moderno – y en la historia – que ya hemos mencionado? Ciertamente, quienes eligieron a Trump tenían tanto derecho a votar por él como quienes simpatizaban con las ideas de Hillary Clinton tenían de votar por ella. Sin embargo, no se supone que a partir de la Ilustración todo proceso político moderno, desde el menos trascendente hasta el más importante, debe utilizarse para adelantar unas metas colectivas que beneficien al pueblo soberano, según se describía en documentos de aquella época, sobre todo cuando las diferencias entre las alternativas que se consideren sean abismales? No se trata de que en eventos como estos deben triunfar, sin más, la verdad y la justicia pues así de transparente no se nos presenta la realidad política, pero acaso lo razonable no es que frente a las contradicciones, incoherencias y hasta disparates de un candidato que se reitera en su frivolidad e irresponsabilidad, el o la que sea un poco articulada y medianamente coherente, prevalezca? Pero si no ocurrió así, qué fue lo que entonces ocurrió?

Pese a las limitaciones lo que representa Trump le fue más atractivo a los votantes que lo eligieron, cabe volver a precisar que en los estados que constituyen mayoría en el colegio electoral. En esos estados de la nación, Estados Unidos quedó retratado como un país más interesado en abrirle paso al protagonismo de un capital indiferente y hostil al ambiente y enemigo de sectores poblacionales que activamente le reclaman al gobierno que se les haga justicia. Lo que llama la atención es que uno o más de esos sectores no sintieron que la plataforma del Partido Republicano con Trump a la cabeza era lo suficientemente peligrosa como para que participaran masivamente en su contra, y optaron por no visitar los lugares en que se votaba.

Fin de la historia porque se ha perdido el entusiasmo? La democracia liberal burguesa, según se ha entendido y practicado en los EE.UU. no inspira. Por qué participar? Los ciudadanos alemanes de la república de Weimar le pusieron fin a su democracia y al Estado como lo conocían al elegir democráticamente a Adolfo Hitler en el 1932. Las medidas que Trump ha tomado en sus primeros diez días recuerdan el proceso mediante el cual se fueron limitando libertades en la sociedad germánica. Sobre todo la retórica en torno a los musulmanes, pero también la insistencia en mantener a los mexicanos y otros latinoamericanos fuera del país a través de una muralla, apuntan a la posibilidad de un régimen tiránico, por decirlo escuetamente.

En términos económicos se podría pensar que se trata de un gobierno que es consecuencia lógica del neoliberalismo que impulsaron figuras como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que algunas décadas más tarde – ahora – alcanza su culminación. Pero el proteccionismo que Trump ha comenzado a favorecer al insistir que las compañías estadounidenses deben permanecer en territorio estadounidense y las amenazas que le ha hecho a varios países de que les impondrá altísimas tarifas, no son contrarias al empeño globalizador del neoliberalismo? Los dueños de Walmart, amigos íntimos del presidente magnate, ya han protestado. Les impediría comprar barato (para vender caro), en países llamados subdesarrollados. Trump no parecer estar comprometido ni con el neoliberalismo. Realmente se trata de un caso singular.

Para empeorar la dinámica que vive el mundo con Trump presidiendo los Estados Unidos, se debe añadir que falta por ver si se materializa lo que ya había sugerido al expresarse con admiración sobre el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin. Acaso no afirmó que las políticas que este seguía habrían de estimular una nueva carrera armamentista que llevaría también a los Estados Unidos a invertir en armas de la más reciente elaboración? Además, la impresión que dio al expresarse en torno al asunto fue de alegría, aunque más bien de ingenuidad, como si a los Estados Unidos le habría de convenir el gasto. Ideología o improvisación?

Pero unos Estados Unidos y una Federación de Rusia rearmadas supondrían para Europa una pesadilla que naturalmente la llevaría a ella también a fortalecerse militarmente, sobre todo cuando Trump se ha expresado negativamente en torno a la OTAN, y los más importantes líderes europeos, específicamente los franceses, alemanes e italianos, ya han manifestado su disgusto con las medidas que el mandatario estadounidense ha tomado en sus primeros diez días; y Putin ha mostrado en la Ucrania cómo es capaz de manejar los intereses de su país. Una Europa armada como no lo había estado desde el 1945, Estados Unidos y Rusia, igualmente fortalecidos militarmente, y una China que ya le respondió a Trump que, independientemente de lo que piensen los EE.UU., continuará defendiendo sus intereses en las aguas de su inmediato Mar del Sur, o de la China meridional, y que viene armándose progresivamente, constituyen una nueva realidad mundial, un orden internacional que a partir de ahora dará mucho que pensar y de qué preocuparse. Qué nos espera? Desde luego, no podemos pensar en un futuro como se lo imaginaron los grandes teóricos de la modernidad. Si acaso, la historia no termina porque estamos satisfechos con el estado de situación de esta u otra sociedad; la terminan los Trumps con su desarticulación. Aunque cuidado!

Ciertamente Trump ha generado un desasosiego en menos de dos semanas que nadie esperaba. Quizás, se podría alegar, porque allí ya estaban las bases de lo que le ha permitido mostrarse intimidante, irrespetuoso, desconsiderado y abiertamente hostil. El que se le reclame ilegalidad y se denuncie que ha puesto en entredicho acuerdos tácitos hace pensar que mucho de lo que está ocurriendo lo ha generado él con su estilo y su desarticulado enfoque político. Por otro lado, este enfoque político debe generar más pronto que tarde un activismo que habrá de confrontarlo a él y a sus medidas en múltiples escenarios. Y ello podría ser el comienzo de algo nuevo que pudiera ponerle fin a esa ola de conservadurismo que se inició a comienzos de la década del 80 del siglo pasado y ha alcanzado su cima con el nuevo presidente, aunque él no es consciente de ello. A menos que él sea tan solo el inicio de una dinámica como la que se vivió en los 30, también del siglo pasado, en Alemania y en otros países.

Pero así es la historia y ella no tiene fin.

*El autor es Catedrático del Recinto Metro de la Universidad Interamericana, donde enseña cursos de filosofía y cultura. Tomado de 80 Grados.