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80 Grados

Escenas para otro país

En el supermercado

Es excepcional la ocasión en que no me toque detrás de un o una anciana en la fila del supermercado. Lxs quiero. Me enseñan el ritmo lento. A veces lo aprendo y a veces no. Pero siempre intercambiamos sonrisas y buenos deseos.

El país se alarma por el achicamiento de la población joven; sin duda, es el genocidio perfecto, por (casi) imperceptible. El crecimiento de la población vieja nos acerca la muerte a la cara. Para estar mejor, quizá al país le haga falta mirar la muerte de frente, con todas sus implicaciones.

En el carro

En general, adoro la provincia. Uno de los motivos es que, en cierta medida, aún permite vivir un poco removida del carro-tapón. El otro día, sin embargo, ocurrió. Luego de hacer una larga fila en la carretera rural que transito todas las mañanas para ir al trabajo, quien llegaba a una curva cerrada descubría el motivo: un caballo muerto en la orilla de la calle, junto a la desembocadura del río.

El país se alarma por la violencia entre humanxs, que no cesará mientras nuestro tinglado social continúe asegurando inequidades de toda índole. Pero no se alarma suficiente por la violencia contra cuerpos no humanos. La acumulación de cadáveres de todo tamaño en la carretera nos acerca la culpa a la cara. Para estar mejor, quizá al país le haga falta mirar la culpa de frente, con todas sus implicaciones.

En la universidad

Un grupo de gente valiosa y valiente organiza un evento en honor a los exprisionerxs políticxs de Puerto Rico. En el cambio de clases, me asomo al anfiteatro. Allí permanezco más de dos horas. Es el panel de las mujeres exprisioneras y de las luchadoras actuales. Se defiende el ímpetu liberador, pero se nos recuerda, con ejemplos asquerosos, la necesidad de denunciar sin amagos el sexismo al interior de los movimientos políticos de izquierda. Somos muchxs lxs que, al escuchar los testimonios, compartimos el llanto que el cuerpo da de sí. La razón no conoce esas razones.

Más temprano, el escritor Guillermo Rebollo Gil presenta su libro más reciente. Nos cuenta muchas cosas conmovedoras, pero una se queda retumbando: el caso de una mujer que, junto a sus dos hijos pequeños, protesta en los predios en donde se construye otro –sí, otro– walgreens. Bajo amenaza de llamar a servicios sociales para que le quiten los niños, la policía logra que la mujer se retire del lugar. Ella alega que estaba enseñándole una lección social a sus hijos. Guillermo nos obliga a mirar otra vez, y a ver en la historia algo más que un aparatoso fracaso. Entre otras cosas, nos pregunta, habría sido esa la conducta de la policía si hubiese sido un hombre con sus dos hijos? Y yo pregunto, acaso el modelo de educación de esa mujer no es preferible –y muchísimo más barato!– que el negociazo del DE?

El país se alarma, con toda razón, por la crisis, la insolvencia fiscal, la falta de dinero para pagar. Mientras tanto, las mujeres luchadoras nos acercan la justicia y la educación a la cara. Para estar mejor, quizá al país le haga falta mirar la justicia y la educación de frente, con todas sus implicaciones.

En casa

Contemplo la lluvia. Llueve a mares. Toda el agua, dadora de vida, está conectada y nos conecta.

El país se alarma porque se piensa socio-políticamente aislado, inviable, invivible en la arena internacional. No lo creo. El Norte, que hoy se come sus propias entrañas, inventó y nos empujó, por siglos, esa idea. Hemos sido sus cómplices, nuestrxs verdugxs, en la medida en que nos negamos las milenarias conexiones regionales y submarinas de nuestro Caribe. Nos hace falta mojarnos en el mar de nuestra región, armar voluntades políticas por el pleno auto-gobierno para conectarnos, de nuevo, con nuestros archipiélagos.

La lluvia, el mar, el agua, nos acercan la vida a la cara. Para estar mejor, quizá al país le haga falta mirar la vida de frente, con todas sus implicaciones.

***

Somos, al decir de Sartre, víctimas y victimarixs del atolladero que soportamos hoy. Nos enlistaremos para dar la espalda a esa lógica? Abandonaremos el piloto automático para plantearnos lo difícil, lo duro, lo triste, pero por lo mismo, lo imprescindible para la esperanza y la alegría: una vida que tome en cuenta la muerte, una muerte que tome en cuenta la vida, una alternativa política que asuma sin excusas ni subterfugios la culpa propia, una mirada que se despoje del fetiche mesiánico y engabanado y que reconozca, celebre y movilice nuestra escala pequeña, arquipelágica, caribeña, como lo mejor que nos ha pasado?

*Tomado de 80 Grados.