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80 Grados

En memoria de Gilberto Manuel Concepción Suárez

Nos conocimos y entablamos amistad, Gilberto Manuel y yo, hace seis decadas, en la primera mitad de los años cincuenta del siglo pasado, cuando ambos eramos adolescentes, iniciando nuestros estudios en la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico.

Ese tiempo bien podría describirse con las famosas palabras con que Charles Dickens inició A Tale of Two Cities: 'It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness… it was the spring of hope, it was the winter of despair…'

Fue un tiempo…

Cuando los mandatarios y mandarines del gobierno insular enviaban sus hijos a nuestra escuela y no a colegios privados…

Cuando el gobierno de entonces, bajo la égida de un caudillo populista, proclamaba ilusamente el fin del coloniaje, la corrupción y la pobreza en nuestra patria…

Cuando todavía estaban muy frescos en nuestra memoria juvenil los ataques al congreso federal, a la casa blanca presidencial y la revuelta nacionalista, concebidos y forjados todos esos actos por quienes ansiaban y soñaban con un Puerto Rico libre de todo dominio colonial…

Cuando la represión auspiciada federalmente por la CIA y el FBI e insularmente por la atroz ley de la mordaza perseguía y acosaba a quienes como el padre y la madre de Gilberto Manuel se atrevían a proclamar y defender el derecho del pueblo puertorriqueño a su plena soberanía, auto determinación e independencia…

Fue tiempo de auge de la conciencia libertaria patriótica; fue también un tiempo en el que muchos sucumbieron a la tentación de la retórica entonces tan en boga que falazmente auguraba la ilusoria distinción entre pueblo y patria… Tiempo de auge; tiempo también de ocaso del patriotismo libertario y rebelde.

Fue en ese tiempo, esa década, cuando la conciencia patriótica de Gilberto Manuel fue adquiriendo temprana madurez, constancia y fortaleza…

También en ese tiempo fue cobrando forma el legendario humor de Gilberto con sus sutiles toques de inteligente ironía y a veces nada inofensiva sátira, arma verbal implacable que utilizaba con mucha destreza…

Compartimos ambos nuestro primer viaje a Cuba y una inolvidable conversación con don Cintio Vitier y Fina García Marruz, en el Centro de Estudios Martianos ubicado en la Biblioteca Nacional cubana. No olvido la sutil e irónica sonrisa de Gilberto Manuel cuando Vitier afirmó categóricamente que ningún cubano atribuiría a Martí la famosa frase sobre las dos alas del pájaro caribeño que recibe flores y balas en un mismo corazón… Antes que fallezca debemos exigir a Fidel Castro que confiese y rectifique, ante la tumba de Lola Rodríguez de Tío, ese su grave desliz verbal…

Luego pasaron los años con su cúmulo de alegrías y tristezas, avances y retrocesos, encuentros y desencuentros, conflictos y resoluciones, rupturas y reconciliaciones, solidaridad y deslealtades, amores y desamores.

Y Gilberto Manuel continuaba, inserto en el amor a su familia, con su ojo crítico a la música, la literatura y el cine, con su esperanza indómita e indomable de la plena liberación de su patria, con el recuerdo honroso de su honrado y honorable padre, aquel que murió joven con exceso de trabajos y fatigas predicando a tiempo y destiempo el mensaje rebelde de la independencia.

Cuando Gilberto Manuel cumplió 70 años, en septiembre de 2013, su familia congregó a muchos de nosotros para celebrar su vida, sus múltiples aportes en actos y en esperanzas. Fue una velada maravillosa, que permanece prístina en la memoria, un cónclave de amigos que juntos habíamos recorrido décadas de esmeros, cuitas, fragores, dolores y ensoñaciones. Una noche en la cual la memoria, la nostalgia y a veces incluso la melancolía se transfiguraron en un tributo de amistad, un homenaje genuino a la vida de Gilberto Manuel.

Hoy lo recordamos y honramos con similar profunda y genuina gratitud. Lo beatificamos, en el altar de la patria, al santoral de quienes que nunca claudicaron. De aquellos que incluso lograron el nada común milagro de transformar sus defectos, y Gilberto no fue santo ni perfecto, como nadie de los aquí presentes jamás pretendemos serlo, transformar sus defectos, repito, logró Gilberto Manuel en plegarias henchidas de esperanzas emancipadoras.

Al Dios nuestro, aquel que es recordado en la Biblia como el libertador de un pueblo pequeño, oprimido y esclavizado por un imperio poderoso; al Dios que en las escrituras sagradas increpa a las naciones que se creen dueñas y señoras del mundo y la historia – Egipto, Asiria, Babilonia Persia, Macedonia, Roma – y promete a un pueblo pequeño, débil, marginado y continuamente subyugado, un futuro de libertad, justicia y paz, un futuro en el cual ese pueblo, pequeño, débil, marginado y continuamente subyugado, pueda disfrutar su pan y su vino sin tener que rendir pleitesía alguna a ningún amo imperial, a ese Dios libertador encomendamos el alma y la memoria de Gilberto Manuel.

Porque Gilberto Manuel Concepción Suárez encarnó consistentemente uno de mis versículos bíblicos preferidos:

'Levanta la voz por los que no tienen voz!

Defiende los derechos de los desposeídos!

Levanta la voz, y hazles justicia!

Defiende a los pobres y necesitados!'

Proverbios 31:8-9

Gracias, Dios Libertador, por la vida de Gilberto Manuel Concepción Suárez!

*El autor es profesor emérito del Seminario Teológico de Princeton. Tomado de 80 Grados.