Log In


Reset Password
SAN JUAN WEATHER
80 Grados

Andar conservador y temeroso: el PPD

No pocos partidos-sujetos han debido tejer sus estrategias, o siquiera dar algunos pasos, de forma callada y discreta mientras viven bajo una estructura pesada y estática que los aprisiona y les corta el vuelo, pero les permite algún espacio. No hay más espacios, no se han creado. En Puerto Rico caminan el cerco totalitario de la Cláusula Territorial norteamericana. En el estancamiento de una Edad Media tropical, parecen decir: obedezco pero hago algo distinto, ya verás.

Las coerciones que encarcelan o inhiben al sujeto —individual o colectivo— que quiere moverse, son en principio controles intelectuales, pero pueden tener dimensiones de coacción ideológica, moral o social; luego política y, llegado el caso, represión violenta física en el cuerpo. Así, hay miedo a hacer el ridículo, o sea realizar una exposición pública que sería incongruente con lo acostumbrado; a contradecir figuras de autoridad o paternidad (aquí el temor a fuerzas externas se une al sentimiento de culpa, a la pregunta de si uno estará siendo injusto); y a represalias con violencia que puede ser económica, carcelaria, letal, o destrucción política, o sea obliteración del sujeto: cancelación temporera o permanente de su potencial de hacerse fuerza pública legítima. La cuestión apunta a cuánto la prisión es la libertad alcanzada.

Mao aseguraba a Stalin —cabeza de un extenso aparato de poder—, saludándolo y elogiándolo, que seguiría sus instrucciones de someter el partido comunista a la hegemonía del partido burgués nacionalista. Pero en China, a escondidas como quien dice, hacía lo contrario: trabajaba con tesón para afirmar la hegemonía del partido comunista y fortalecer su ejército. Después venció e instaló la República Popular. Cuánto hay en estos casos de premeditación y cuánto de lealtad sincera hacia el otro, no es fácil saber. Puede que haya una conciencia calculada y astuta de saberse usado y por tanto de usar al otro —al partido dominante— para los fines propios, dada la ausencia de otras avenidas o siquiera veredas; o puede que la gravedad de la diferencia respecto al otro no llegue a plasmarse en la conciencia, como algo que no desea pensarse o no se piensa, por la causa que sea, pero se pone en vigor prácticamente.

Tracemos, por ejemplo, para jugar, un paralelismo arbitrario entre René Descartes y la mente política puertorriqueña. El pensador francés se vio obligado a desarrollar sus ideas mientras aseguraba lealtad a la iglesia, aunque sus ideas implicaron crecientemente una tensión con la doctrina religiosa y fueron cruciales para inaugurar las contradicciones entre la religión y el pensamiento filosófico y científico moderno. Cautelosamente se fue alejando del mundo eclesiástico y retirándose —ya Galileo estaba bajo arresto— cada vez más a Holanda y Suecia.

En las Antillas la prisión colonial es más extensa, y abarca el alma. Un pensamiento autóctono puertorriqueño se mueve como realidad autónoma, pero a tientas y siempre con cuidado, sometido a la autoridad norteamericana y a las doctrinas institucionales del PPD y el PNP, a su vez bajo el ojo del sistema de inteligencia y vigilancia de Estados Unidos. Cada paso toma un siglo.

Señaló Descartes que la duda es necesaria para la certeza. Se refiere al cuestionamiento permanente y a la primacía de la honestidad intelectual. Dudar de las ideas propias y aprendidas —e instruidas— persigue mantener en alto la calidad del pensamiento. Es lo opuesto del cretinismo de las batatas políticas que constituyen en Puerto Rico una tradición. En tanto mediocre y asustadizo, el gobierno se abstiene de iniciativas que afirmarían una economía del país. Al burócrata temeroso de pensar demasiado no se le ocurren cosas que dentro del status presente podrían instrumentarse para que la economía crezca y mejore la condición del pueblo trabajador. Se arrepiente enseguida del pecado de haber pensado iniciativas que se toman California, Tejas o cualquier país moderno. Tiene miedo a que el PNP acuse: 'Comunistas, independentistas!' y el partido en consecuencia pierda las elecciones, sin advertir que podría ganarlas con mayor ímpetu.

Existe una íntima hermandad entre la inhibición del pensamiento riguroso y la coerción política. La ausencia de desarrollo social reproduce estancamiento intelectual. Por tanto, las distancias dentro del gobierno entre los más temerosos y quienes se deben a la investigación innovadora son tensiones políticas, si bien de bajo perfil y disimuladas por la convivencia del día a día burocrático.

Como Dios, el imperialismo no admite que se dude de él. Pero la duda es algo de lo que no puede escaparse, una condición involuntaria, un recurso que se presenta, provoca imaginación y de alguna forma se traduce en conducta. Se refrena de llegar al nivel simbólico, a la palabra o al lenguaje público. Se tiene y no se dice. Quienes dudan para entender, sin embargo, atisban nuevas posibilidades.

Pienso, luego existo. El pensamiento provee vigor y vida, esto es, vida política. Pensar las cosas de forma distinta al pensamiento usual y oficial es formar un espacio político, si bien es un espacio imaginario, invisible para la mirada del otro, no para la propia. Este espacio es un partido dentro del partido pero no es real, digamos, no es organizativo ni público u ostensible. La confusión administrativa y la vida de mercado e individualidad ofrece escondites y coartadas a la creatividad que haya en el gobierno para circular en medio de la vigilancia estadounidense y de los discursos oficiales del partido.

Descartes propone un pensar metódico, como si su enunciado fuese: no hay pensar verdadero sin método. No hay estudio sin método. No es sólo útil el razonamiento metódico, es un arma. La creación de un método permite construir una realidad, discutirla y demostrarla. El análisis es racionalización de una realidad dada. En un diálogo entre lo abstracto y la experiencia concreta, podría recrear la realidad en su conjunto.

El método analítico constituye al sujeto que lo hace y le provee independencia y diferenciación. En la política discreta al interior del partido-gobierno esta diferenciación en el razonamiento dibuja el espacio en que se ubica el sujeto —subordinado a los poderes reales pero a la vez ambiguamente líder o pionero— y donde trabaja fiel a las viejas estructuras. Su lealtad al establishment es honesta pero convive con su diferencia, esto es, una corriente informal, casi inexistente en la apariencia social, si bien formal en su rigor metódico, el cual es por tanto, de nuevo, tendencia política.

Estas sutilezas son comunes en occidente dado que occidente ha producido la cultura quizá más autoritaria y las estructuras más permanentes de represión y violencia, durante milenios y luego a escala mundial. Siendo así, el pensamiento callado y la conducta discreta se hacen práctica reiterativa, incluso políticamente efectiva. La sinuosidad resulta crucial. En la vida puertorriqueña —personal y social— se ve una ambigüedad entre lo organizado y lo indisciplinado, lo dicho y lo callado, lo político y lo familiar, lo institucional y lo descreído, lo oficial y lo burlesco, el horario y el juego.

No es así, tal vez, para quienes suponen que la soberanía debe proponerse y ser voceada, anunciada en el lenguaje del programa, etc. La plana oficial conservadora del PPD dice por el contrario: procede operar dentro del marco que ha establecido Estados Unidos. No sólo no hay alternativa, sugiere, sino que es el terreno fértil que puede producir algo. La fuerza de este razonamiento, central a un cierto universo cultural tradicional, se funda sin duda en la violencia —velada y abierta, institucional y potencial— del colonialismo, también implicada en la altísima concentración de capital que caracteriza a la sociedad norteamericana. Se funda además en el consenso nacido de la integración puertorriqueña y popular a la modernidad estadounidense. Al entrar en relación una isla pequeña de sociedad a medio hacer con tal violencia y concentración capitalista, se ha producido una asimetría extrema, una disparidad colosal en la relación de poder. Este es el terreno del susurro de los discretos monjes —intelectuales modernos en el funcionariado del partido-gobierno— que operan en la sombra de la iglesia del PPD.

Quizá sean las luchas de clases donde abiertamente se constituyen los discursos y lenguajes públicos y políticos. Pero si las clases sociales tardan en madurar, entonces prevalecen el signo equívoco, el gesto ambiguo, el sonido del silencio, la idea insegura, el mensaje indirecto, la política como administración pasiva, la inercia, el chisme. Generalmente las clases se forman en correspondencia con naciones que, a su vez, se hacen compitiendo en el mercado mundial. En esta interacción las naciones endurecen la empresa de construir su economía, la que en consecuencia comandan grupos que así se hacen dirigentes. En Puerto Rico la sociedad era muy rudimentaria al momento de llegar las tropas norteamericanas, ya que España le había asignado un rol principalmente militar y burocrático. Era precario el desarrollo de su propiedad agrícola. La plantación no llegó sino con los americanos. Una gradual expansión agrícola en el siglo XX fue revertida por la gran invasión de empresas industriales a partir de 1947 y los consiguientes sistemas masivos de comercio y crédito.

Se confundieron el PPD y el estado isleño. Pero dado el estímulo que la modernización americana tuvo en grupos locales, este partido-gobierno fue desestabilizado y apareció un hermano, el PNP, para disputar el poder al PPD. Así las estrategias —metas de largo plazo— que el Partido Popular trata de aplicar son canceladas cada vez que el otro gana las elecciones. Es un cuadro normal boricua, pero plantea la cuestión de los países que intentan salir del colonialismo duro e iniciar vías de desarrollo. Necesitan una continuidad administrativa y del estado que haga posible el plan trazado, el cual es complejo y supone varias fases. De aquí la tendencia, que se ha visto en países de todas las regiones, a un sistema de un solo partido adherido al gobierno, entrenado intelectualmente y fiel al seguimiento de la estrategia. En Estados Unidos el binomio Demócrata y Republicano conforma un partido único, en cierto modo, que ha hecho posible el éxito del estado y del crecimiento capitalista. Como la dirección militar en Corea del Sur entre los años 50 y los 80, el Frente Sandinista en Nicaragua y muchos otros casos de variadas tendencias ideológicas, el PPD requiere tiempo para aplicar alguna estrategia: debe triunfar en comicios sucesivos.

El PPD reitera su sumisión a lo que diga el gobierno norteamericano (al extremo de legislar para que el Departamento de Justicia federal examine y apruebe la discusión sobre el status en la Isla) y que el gobierno criollo logrará poderes —ELA mejorado, etc.— dentro del marco heredado, en un proceso incierto, lento y timorato. El sistema es represivo y a la vez de mercado: un modo específico de libertad y de expansión social. Al interior del partido-gobierno la metodología del intelecto puede determinar la existencia relativa de grupos distintos, relativos a un cierto análisis. Trabajan el estudio de la sociedad y la economía para traducirlo a administración y a política pública, calladamente pero ayudados por la gravedad de la crisis. En su cálculo, la crisis económica es también una crisis histórica. Renuentes al embrutecimiento colonial, advierten que el PPD debe buscar a toda costa vías de desarrollo y la inclusión de intelectuales, reclamos populares y grupos oprimidos. Pues la posibilidad existe de que la crisis estructural haga aparecer fuerzas amenazantes, o el país se muera anémico y desangrado.

Pero en el capitalismo global la historia no se mueve tanto por contradicciones como mediante diferencias, y se estimulan la economía y la sociedad según la habilidad intelectual de las élites. Hay énfasis diferentes, sin que surjan por ello contradicciones. Por ahora, predomina la idea de que la suposición de que Puerto Rico camina lento obedece a una obstinación —irracional pues no admite que el país está integrado a Estados Unidos— con la institución del estado nacional; que lo que parece medioevo es una evolución transnacional moderna; y que aquí el presunto paso de caracol es el más veloz posible.

*Tomado de 80 Grados. El autor es profesor de ciencias sociales en la Universidad de Puerto Rico.