Santurce y las voces de su gente
El pasado 27 de marzo, respondiendo a la solicitud del Dr. Fernando Picó y por invitación de la Universidad del Turabo, tuve el privilegio de presentar: Santurce y las Voces de su Gente, el más reciente libro del padre jesuita y doctor Fernando Picó. A la luz del quebranto de salud sufrido por este esa misma tarde, no puedo menos que compartir -como tributo- con los lectores de 80grados dicha presentación.
A través de los años, Fernando Picó, ha compartido con nosotros una serie de escritos sobre diversos pueblos y comunidades de Puerto Rico. No pensemos que escribió un libro sobre Santurce por haber nacido allí. Casual o intencionalmente entre sus aproximados 30 libros se encuentran: el Registro General de Jornaleros de Utuado 1849-50, Vivir en Caimito, San Fernando de la Carolina: Identidades y Representaciones, Cayeyanos: Familias y Solidaridades en la Historia de Cayey, Jayuya al Centro y Ponce y los Rostros Rayados: Sociedad y Esclavitud, 1800-1830, entre otros. En su nueva obra dirige su mirada a una comunidad muy importante y conocida que llegó a ser representativa de una época muy particular en nuestra historia: el Santurce de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo.
El libro, publicado por Ediciones Huracán y auspiciado por el Municipio de San Juan, contiene 223 páginas. Está compuesto por un prefacio, diez capítulos, una bibliografía y una serie de fotografías que nos remontan al pasado. No está organizado cronológicamente, sino temáticamente. Para encontrar las voces de los santurcinos, Picó recurre a tres fuentes principales: los censos del gobierno de Estados Unidos de 1930 y 1940, los periódicos de la época y los libros de novedades de la policía de Puerto Rico. Esta última fuente se ha convertido en una de las favoritas del autor; ha sido utilizada por Picó en investigaciones anteriores. En está ocasión la consulta nuevamente para abrir una ventana a la vida cotidiana de los residentes de los diferentes sectores de Santurce desde Barrio Obrero, el Fanguito, Shangai y Tras Talleres hasta Miramar y el Condado.
En su primer capítulo: Representaciones de Santurce, el autor realiza un balance historiográfico. Picó señala en este capítulo que en la historiografía de Santurce hay una fase municipal independiente y otra fase como territorio anexo de San Juan. Nos recuerda que San Mateo de Cangrejos fue formado por esclavos fugitivos, en su mayoría de la Antillas Menores, a quienes durante el siglo XVII se le reconoció su libertad a cambio de fidelidad al Rey y de convertirse al cristianismo. En el 1774 es reconocido como un partido independiente. Sin embargo, Cangrejos pierde finalmente su existencia municipal independiente en 1862 cuando fue anexada a la capital.
De sus barrios, Hato Rey fue cedido a Río Piedras y Cangrejos Arriba -hoy Isla Verde- al recién fundado municipio de Carolina. Sin embargo, con este libro el autor no pretende hacer una historia de Santurce que cubra desde el siglo XVII hasta nuestros días. Su intención es representar a Santurce en su momento de auge urbano y enmarca su estudio principalmente en el periodo de 1930 al 1950. Durante estas décadas Santurce rápidamente se transformó en la parte de mayor población de la Capital y manifestó enorme vitalidad económica. Para el censo de 1940, de los 169,275 habitantes de San Juan, Santurce contaba con 133,091; o sea, más del 75% de la población de la principal ciudad de Puerto Rico. Ya para 1950 en Santurce vivía el 87% de la población de San Juan.
En el Capítulo 2: Quiénes son los Santurcinos?, más que abordar sobre la diversa población de Santurce, Picó nos describe cómo los pobladores tradicionales van a compartir el antiguo territorio del municipio con la gente que se allegó a San Juan una vez que el tranvía de Pablo Ubarri hizo posible separar el lugar de trabajo del residencial. Cómo fue la interacción entre los cangrejeros y los nuevos transeúntes? Ese es uno de los cuestionamientos fundamentales del capítulo. La respuesta es visible, en la Ponce de León, llamada así desde 1912, se establecieron los profesionales, industriales, comerciantes y sus familias extendidas. En el Alto del Cabro se agregaron familias de trabajadores y artesanos. Miramar agrupó a continentales y criollos desde los inicios del siglo XX.
El Condado, gracias al puente construido por los hermanos Behn, dejó de ser tierra de guayabales, uvas playeras y hasta de manglares para convertirse en el oasis de los acomodados y prominentes. La interacción entre Cangrejeros y gente de Puerta de Tierra, Bayamón, Corozal, Guaynabo, Río Piedras, Caguas, Cayey, Coamo, Humacao y Naguabo, tuvo tonos racistas. Se autodenominaron como los 'naturales' y 'los de afuera' aunque eran de la misma Isla. Algunos fueron llamados 'negros sucios' y otros 'jíbaros ignorantes', a estos se les unen los estadounidenses, los caribeños, los iberoamericanos, los antiguos y nuevos españoles, los demás europeos, los sirios-libaneses y hasta los chinos y filipinos.
Condado c. 1910 (2)
Condado cerca del 1910.
El libro nos presenta, con sencillez y a través de ejemplos, cómo los cangrejeros no necesariamente aceptaron con facilidad al otro y menos aún que fueran a participar o ver sus bailes. Como ejemplo, se cita el caso de Ramón Rodríguez Soto, blanco, de 23 años y natural de Coamo. El 8 de abril fue agredido a puños en la calle Esquilín esquina Tapia 'frente a un baile', los naturales le causaron un fuerte golpe en el ojo derecho y una fuerte contusión en el labio superior, también perdió su cartera con 11 dólares.
Hay que resaltar que en el periodo en cuestión, la mayor parte de la gente influyente de Puerto Rico residía en Santurce. El propio Luis Muñoz Marín, quien se afincaría un tiempo en Isla Verde, tuvo un periodo de residencia en Santurce. Los jueces del Tribunal Supremo, algunos abogados, los empresarios de los cines y clubes nocturnos, los banqueros, la mayoría vivieron en Santurce. No obstante, estos carecen de importancia dentro del escrito.
En el capítulo 3: En qué se ocupan?, el profesor Picó estudia, mediante las ocupaciones, la formación de identidad de los santurcinos. En el Santurce de 1930 y 1940 las identidades ocupacionales no fueron fijas. Por ejemplo, nos presenta el caso de Nicasio Ayala, quien en el censo de 1930 aparece como chofer y luego en el de 1940 es criador de cerdos. Como bien señala el autor en su libro, se esperaría que en una progresión lineal Nicasio fuera primero criador de cerdos y luego chofer, pero no vivimos vidas lineales. Hoy muchos dirían que Ayala simplemente se reinventó ante los embates de la crisis económica.
En el mismo capítulo, el profesor Picó hace una descripción de los oficios donde el pequeño comerciante vendedor ambulante se convirtió en la figura protagónica. Utilizando la imagen de los vendedores ambulantes el autor nos remonta al Santurce de los años 1930 y 40, donde encontramos un hervidero de gente ocupando las calles. Las carretas, carretones, carritos, caballos, puestos y vendedores ambulantes son los que más se destacan en el capítulo. Van por la calle Loíza, las calles de Villa Palmeras y Barrio Obrero, por las calles que dan a la Fernández Juncos, por Tras Talleres y la calle Cerra; van y vienen los vendedores de cocos, mondongo, dulces y fritangas; los piragüeros, los que cambian chinas por botellas, los amoladores, los que venden escobas y escobillones; los que venden refrescos y los que arreglan muebles. Cada cual avanzaba con su pregón, el amolador con su flauta, los vendedores de la lotería cantando sus números, el que vende berenjenas, batatas, ñames, guineítos niños, yautías y huevos del país.
Picó recrea vivazmente en su libro la vida de los vendedores ambulantes en Santurce. Cuánto podrían ganar? Cómo visten y cuáles son sus trucos publicitarios? Llevan sombreros de paja porque pasaban sus días al sol; en esa época no había acceso a los bloqueadores solares. Las camisas eran de manga larga y los pantalones kakis. Eran habladores y un tanto chismosos porque esa era parte de su estrategia de venta. En cada ruta descubrieron sus sitios de apoyo, la doña que gustaba de chayotes los martes, la sirvienta que buscaba hablar de gente de su pueblo y el viejito que compraba si lo escuchas un rato.
El dulcero era el más artero de todos. Con su gran batea sobre la cabeza espiaba a los niños en las aceras y pregonaba con aplomo los merengues, mantecaditos, brazos gitanos, polvorones, coquitos y budines hasta que la señora salía al balcón y entonces exhibía su mercancía. Los niños entusiasmados pedían a gritos sus dulces. Picó resalta el caso de Juan Hernández Gómez alias 'El Canario', a quien el 9 de diciembre de 1938 una guagua le chocó su carrito de mano de tres ruedas en la calle Muñoz Rivera esquina Betances que contenía los dulces para la venta. La guagua se dio a la fuga, el carrito resultó con un cristal roto y 125 dulces (valorados en $1.25) quedaron inservibles.
También se destacan los vendedores de refrescos y los piragüeros a quienes les ganaba el cansancio por tanto empujar su carrito y nombrar todos los sabores. Curiosamente, el piragüero sería el último en desaparecer del escenario callejero.
Además están los comerciantes con tiendas fijas. No se trata del comercio sanjuanero, nos explica el historiador. Los comercios de la Ponce de León surtían a la población de cosas sencillas con sus tiendas de ropa, telas, enseres del hogar, farmacias y ferreterías. Para la década de 1940 ya se integraron las joyerías y mueblerías. Los dueños y administradores en su mayoría eran españoles o sanjuaneros con algunos libaneses levantando cabeza. También estaban los panaderos, los bancos, algunos hospitales, las escuelas públicas y privadas; así como: los abogados, los ingenieros, los periodistas, los cines y las secretarias.
De Barrio Obrero a la 15, un paso es…, título del capítulo 4. Perderse en Santurce no era problema siempre y cuando te encontraras con un santurcino. Como señala el autor, hasta el día de hoy estos son quienes conocen dónde están las paradas: la 15, la 18, la 22 o la 26.
En este capítulo convergen el 'trolley' y el tren que llegaba por la costa hasta Mayagüez y Ponce. Luego llegó el irremediable avance del automóvil, atropellando a unos y desautorizando a otros. Los agentes del orden público primero protegieron a los de la calle, pero luego los hostigan y los denuncian.
La cantidad de accidentes como consecuencia del uso del Trolley, hizo que prevaleciera el reclamo para su eliminación en 1946. El tren también confrontó inconvenientes. El 14 de enero de 1940, a las 6:00pm, en la parada 26 1/2 el tren atropelló al mudo Jesús María Rivera, trigueño de 32 años. Las guaguas para entonces llevaban la mayor parte de los pasajeros que se trasladaban a trabajar, a comprar o a reclamar servicios en las agencias públicas, que estuvieron concentradas en San Juan. La 'White Star Bus Line' dominó entonces la trasportación pública en Santurce. Las condiciones de trabajo de sus choferes no fueron fáciles. Los choferes no solo tenían turnos largos, sino que las guaguas carecían de mantenimiento y a se averiaban. La pesadilla de los choferes eran los muchachos que se colgaban de la parte de atrás de la guagua y de vez en cuando caían al pavimento. También estaban los choferes de carros públicos, de taxis y los de familias particulares. Junto a estos estaban los mensajeros, que usualmente se trasladaban por el vecindario en bicicleta.
Un elemento sorprendente en las partidas de los censos para la primera mitad del siglo XX en Santurce es la proporción de residencias con personas dedicadas al servicio doméstico. La mayoría de las sirvientas procedían de la llamada isla. A veces eran traídas a la ciudad a los 14 ó 15 años y no se acostumbraban, quizás a su oficio, a la vida santurcina o ambas. En algunos casos la sirvienta se desaparecía porque se fugaba con un novio; en otros casos desaparecían por disgustos que habían tenido en la casa. En este capítulo también se nos presenta la vida de los barrenderos, los limpiadores de letrinas y pozos muros, los trabajadores agrícolas y los carboneros. En 1935 el vendedor ambulante de carbón, Flor Ruíz, de 23 años, se ahorcó en una carbonera en la calle Monserrate. Se sabe que vivía en completa miseria debido a lo poco que ganaba para sustentarse.
En el capítulo 5 se elabora uno de los temas medulares del libro. Picó dedica esta sección a Los Transgresores. La transgresión es la violación de un precepto, una ley o una norma, que igualmente se representan, evalúan y castigan dependiendo de la época. Como bien señala el autor, las identidades de la gente también se fijan por sus trasgresiones.
Dentro de esta teorización de la transgresión entra la realidad santurcina. Ser un transgresor en el Santurce de 1930 a 1950 implicaba sentarse sobre las verjas. Es así como a partir de 1934 hay una racha de denuncias y arrestos de jóvenes que se sentaban sobre las verjas bajas de las casas frente a la Ponce de León, la Fernández Juncos, la Ashford y otras calles principales. Otros fueron transgresores por vender chicles en los alrededores de los cines. Y algunos tantos por agarrase a las guaguas y 'trolleys', todo por no pagar el viaje. Ser músico sin licencia también representaba un delito.
El 25 de septiembre de 1947 cerca de Tras Talleres se dio el arresto de seis hombres que se dedicaban a dar serenatas sin licencia y se les ocupó dos guitaras, dos maracas y un cacharro con púa. Adicional, compaginan en Santurce otras transgresiones, como: abrir los negocios en días feriados, quienes construyen ilegalmente, los que fabrican y venden ron cañita y la vida airada o prostitución. También existían los depredadores sexuales, adultos que abusan de menores a cambio de unas pesetas. Nos dice el autor que son varios los casos como este en los libros de novedades de la policía. Ocasión que aprovecha para señalar: 'La ilusión de que el pasado era inocente e ingenuo muchas veces se desvanece cuando uno se topa con estos asuntos y se percata de cuán vulnerables siempre han sido los niños'.
Además de los transgresores están las 'identidades atribuidas'. Había personas que se identificaban por su lugar de nacimiento, por su ocupación o por sus rasgos físicos; pero en otros casos las identidades fueron impuestas por el resto de la comunidad o al menos atribuidas por un sector de ella. Los tuberculosos, el borracho, el loco, el viejo senil son discutidos en el capítulo 6.
Los títeres ocupan un lugar especial en el libro, particularmente dentro de este capítulo. El profesor bien nos explica que 'títere' es una palabra que la elite santurcina de mediados del siglo XX maneja arbitrariamente para referirse a esos 'otros' que están en los márgenes de su percepción social. Generalmente se aplicaba a adolescentes trigueños. Si eran niños se les identificaba como 'titeritos'. Sin embargo, la connotación no era exclusivamente racial, pues llegó a aplicarse en una época en que la gente de tez blanca de la montaña abarrotó los arrabales. Los títeres simplemente no pertenecían al mismo círculo social, eran un peligro para la propiedad y podían contagiar a los hijos de la gente de bien. Para los libros de novedades de la policía, la palabra se prestó para múltiples usos. El títere podía ser un ratero, alguien dañino y vengativo, alguien que merodeaba, un muchacho que juega en un solar vacío o un adolescente mal vestido.
Adicional estaba el veterano. Más allá de sus derechos y prerrogativas en los estatus federales, el veterano en la década de 1930 en Puerto Rico figuraba como un personaje social. Luego de 1945 inició una rivalidad entre los veteranos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial que sacudió a sus organizaciones. También en este capítulo se discuten los niños realengos, los comandos y los suicidas.
La Plaza del Mercado, los Nacionalistas, la palestra electoral, los vínculos religiosos y espiritistas, no podían faltar. En el capítulo 7, Cómo se relacionan?, se presenta la relación y correlación entre estos. Sin duda, uno de los símbolos más tradicionales de Santurce es la Plaza del Mercado. Además de cumplir sus funciones básicas, es desde los inicios de su historia un centro social, donde se come, se bebe y en cuyos alrededores también se baila. Así mismo, era también un lugar para mercadear lo hurtado. Allí se aprovechaba el espacio para repartir hojas sueltas, religiosas; anuncios de eventos, marchas y manifestaciones. Como señala el autor, Santurce no estaba exento de la vida política. Las distintas partes de Santurce vivieron la política electoral de las décadas de 1930 y 1940. Los nacionalistas tenían sus simpatizantes en Villa Palmera y en algunas otras zonas de la ciudad.
También en este capítulo el autor aborda uno de los grandes mutis en la historiografía puertorriqueña, las representaciones de las relaciones homosexuales. Allí en el Santurce de 1930 y 1940 se conjugan los oficiales de la policía tratando de disimular lo obvio. Como ejemplo, el profesor Picó, nos presenta el arresto de Martín Calderín Falgas y Ventura Pérez Rivera, quienes desordenaban con frases indecorosas y a la vez se besaban y abrazaban en forma pasional en el Cine Imperial.
En este capítulo también se inserta el tema de los deportes y los famosos cangrejeros de Santurce. Para 1940 Santurce compitió con sus eternos rivales, los senadores de San Juan, pero también estaban en puga con los Criollos de Caguas-Guayama, los leones de Ponce, los tigres de Aguadilla y los Indios de Mayagüez. El auge del beisbol y la escasez de áreas recreacionales figuraron como un problema cotidiano. El deporte no solo era algo que se practicaba, sino también era una afición de espectadores y radioescuchas.
Los Calendarios Santurcinos es el título del capítulo 8. Los habitantes de Santurce construyeron sus propios tiempos, fechas y celebraciones. Desde el gobierno de Theodore Roosevelt hijo, la tradicional fiesta de Reyes volvió a ser un día de fiesta oficial y Santurce la celebraba con ganas. Santurce también aprendió a prolongar sus Navidades con las octavas y octavitas. El calendario civil no reconocía San Valentín; eso era asunto de algunas escuelas privadas. El Día del Trabajo, primer lunes después del primero de septiembre era para recordar a Santiago Iglesias y tratar de enardecer el vacilante movimiento obrero.
También estaba el calendario escolar que en agosto integraba el 'back to school'. Los santurcinos celebraban el Día de la Raza, el Descubrimiento de Puerto Rico, el Día de Acción de Gracias y hasta los famosos días de 'Field Days'. Picó también destaca los calendarios religiosos de Santurce. La Navidad y Semana Santa solían ser las fechas más importantes dentro de estos. Adicional estaban los calendarios comerciales y familiares.
En el capítulo 9, el autor escribe sobre Los 'Imaginarios' Santurcinos. Los miedos, las aspiraciones, los conflictos, las solidaridades, los prejuicios, los gustos, los valores y las necesidades se manifestaban a través del cine, la prensa, la radio, el trato diario y el chisme. Los estereotipos, las visiones del poder, los géneros y las conductas 'marginales' son analizadas como elemento de las visiones del mundo de los residentes.
Hay muchos otros temas que el autor recoge y trabaja en el texto con esmero en los detalles y que serían imposibles de abordar en esta breve reseña. Con el uso de los informes de la policía, Picó, a través de todo el libro describe con nombres y apellidos, no tan solo los sucesos cotidianos sino las visiones del mundo y las interpretaciones del diario vivir tanto de los 'violadores de la ley' como de aquellos que la redactan y la hacen cumplir.
En este texto, el distinguido historiador nos permite conocer algunos de los elementos que conforman las voces de los santurcinos y a la misma vez nos invita a examinar las múltiples voces, muchas veces silenciadas, que componen nuestra sociedad del siglo XXI. Invita además, a conocer y reconocer las identidades cambiantes, transformadas y dinámicas. A su vez, nos sugiere desechar toda idea y noción de que alguna vez hubo una edad de oro perfecta. Picó nos alerta sobre ese sentimiento común de que antes las cosas eran distintas y en cierto sentido mejores; nos recuerda que al igual que ahora distaban mucho de ser perfectas.
En conclusión, Santurce y las Voces de su Gente, nos describe un panorama que representa la complejidad social, racial, étnica, laboral de la sociedad puertorriqueña que poco a poco se urbaniza entre las décadas de 1930 a 1950. Unos lo llaman modernidad, otros americanización, pero quizás es simplemente urbanismo. Esta historia de una porción representativa de la capital expone la complejidad urbana y social de Santurce durante las dos décadas que duró su auge urbano y representó las aspiraciones modernas del Puerto Rico norteamericano. Sus protagonistas son los títeres, los cuida-carros, los que se sientan en verjas ajenas por las noches para hablar, cantar o contar chistes, y por eso eran arrestados; los que transgreden las ordenanzas municipales saliendo sin camisa a la calle o emborrachándose y vagando por las aceras. Las protagonistas también son los que van y vienen, los transeúntes temporeros. Las sirvientas, que en su poco tiempo libre, chismean en las esquinas o simplemente se besan por primera vez con algún novio. Los que construyen casas clandestinas, los que ponen petardos en Año Nuevo y los que trasiegan con bolita y ron cañita. Esos mismos, los marginados, aquí son los protagonistas.
Ahora solo nos resta desearle una pronta recuperación y esperar para ser testigos de su próximo libro.
*El autor es doctor en Filosofía con especialidad en Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Tomado de 80 Grados.