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80 Grados

Deja vu?: apuntes sobre las elecciones del 2012

Romero en los años ochenta: el gobierno más terrible que ha conocido Puerto Rico. Hay que tumbarlo pues nos lleva a la destrucción. -Voto útil.

Rosselló en los noventa: el gobierno más terrible que ha conocido Puerto Rico. Hay que tumbarlo pues nos lleva a la destrucción. -Voto útil.

Fortuño 2012: el gobierno más terrible que ha conocido Puerto Rico. Hay que tumbarlo pues nos lleva a la destrucción. -Voto útil.

I.

Sé que toda memoria es selectiva y fragmentaria. Pero parecería que hace falta una elaboración de una memoria crítica de los procesos políticos electorales en la Isla. Por qué algunos sectores que se consideran de 'izquierda' (reconociendo la indeterminación actual de este nombre) insisten en continuar una política fracasada que se lleva repitiendo hace décadas, es decir, el llamado 'voto útil' o votar por 'el menos malo'? Habría que reconocer o al menos reflexionar si el saldo de esta política de siempre votar para 'tumbar' al más 'malo' ha sido un factor importante (sin dudas hay otros) que ha entorpecido y sigue evitando el desarrollo y fortalecimiento de una alternativa política de izquierda (nuevamente, habría que hilar fino sobre lo que es izquierda, pero igual vale el argumento).

Me parece que la política del 'voto útil' ha contribuido decisivamente en estas décadas a la imposibilidad de una alternativa electoral efectiva con un programa social y político de izquierda, con la posible consecuencia de un recrudecimiento de las políticas más conservadoras y el avance de un conservadurismo que se cuela aún más allá de los partidos políticos. Todo esto a falta de fuerzas políticas contundentes que planteen claramente posibilidades distintas y plataformas menos homogéneas que las que se encuentran en los dos partidos de alternancia. Es sorprendente la ausencia de balance crítico de esta táctica? política y la falta de elaboración de una memoria política crítica. Es como si cada cuatro años descubriéramos el fuego o nos inventáramos la rueda. La ahistoricidad parece ser lo que prevalece a la hora de las elecciones. Es difícil argumentar en contra del saldo de esta política de décadas: una 'izquierda' fracasada, movimientos laborales, comunitarios y sociales debilitados, y un horizonte e imaginario político empobrecido y achatado. Peor aún, una reducción prácticamente total de lo que se llama la esfera política que ha sido sustituida por un simulacro de sistema político cada cuatro años.

Otro factor, vinculado a este primero, es el paradigma tradicional de la política puertorriqueña, esto es, el paradigma del 'status'. Este paradigma, más bien esta jaula, reduce 'lo político' y la 'política', particularmente las elecciones, a la cuestión 'ideológica' del status. De modo que las elecciones, tanto para los que votan como para los que se abstienen, han tenido un carácter plebiscitario ficticio en el que supuestamente se juega 'el destino político de la isla', es decir, la definición jurídica de nuestra relación con Estados Unidos. Como ha argumentado Emilio González Díaz, en Puerto Rico la reducción de lo político y la política a una cuestión que gira de manera casi exclusiva en torno a la llamada cuestión del status ha tendido a invisibilizar cualquier otra definición de lo que se pueda entender por política. De ahí que sea prácticamente imposible referirse a cualquier asunto que pudiera considerarse político fuera del encuadramiento que fija la cuestión del status. Es decir, si no tiene que ver con el status –con la independencia, la estadidad o la autonomía– no es político. Siguiendo esta lógica, si son asuntos que no tienen que ver con el status no se consideran asuntos políticos hasta que se subordinan al discurso del status. Más aún, la cuestión del status tiene un efecto refractario también ficticio y es que a partir de ésta es que se define lo que es la 'izquierda', la 'derecha' y el 'centro' en Puerto Rico.

La lógica del paradigma del status se constituye de este modo en un bloqueo de procesos políticos que pudieran articularse en torno a una perspectiva de radicalizar y pluralizar 'la democracia realmente existente'. El status es una suerte de black hole que se traga todo en el espacio político de la isla. Esto a pesar de que consistentemente las encuestas de opinión indican que la mayoría de los electores no consideran el status un asunto crucial o prioritario. En estas encuestas de preferencias, el status siempre queda relegado ante asuntos como la criminalidad, el narcotráfico, la salud, la educación y otros. Es el paradigma del status uno de los factores fundamentales que obstaculiza proyectos democráticos alternos; y la discusión de temas de vital importancia y extrema urgencia. Más aún, en esta dinámica, perversamente se invisibilizan las posibles distinciones o absolutas similitudes entre los partidos con más poder en términos de políticas públicas sociales y económicas. Esto, entre otras cosas, ocasiona un dominio entre los dos partidos principales que excluye la dinámica necesaria para que haya un verdadero proceso político en que haya debate para una posible elección de nuevas alternativas y propuestas, más allá del bipartidismo imperante.

II.

Mientras en distintos foros intelectuales y políticos internacionales se discute sobre la crisis del Estado-nación y la declinación de la soberanía, y se debate de forma intensa qué es eso de la soberanía hoy, en Puerto Rico lo que está en discusión es si la soberanía radica en el Congreso o en el 'pueblo' puertorriqueño. El siglo XX se acabó, pero en la isla el debate político sigue centrado en las alternativas político-jurídicas –independencia, autonomía, anexión– del siglo XIX, como si éstas tuvieran plena vigencia en el mundo globalizado contemporáneo. En tal sentido, lo que existe en la isla son dos variantes del soberanismo nacional: la variante del nacionalismo independentista-autonomista y la del nacionalismo anexionista. Los discursos políticos de ambas variantes, a pesar de sus diferencias, tienen como referente central la figura de la soberanía nacional, ya sea en el reclamo de un Estado nacional o de uno autónomo, o ya sea en la aspiración de completar la anexión al Estado Federal estadounidense. De ahí la terrible miseria y el achatamiento del horizonte e imaginario político en Puerto Rico. Habría que preguntarse: qué alternativas proponen las fórmulas tradicionales del status, en tanto imaginarios políticos anclados en el siglo XIX, al mundo del siglo XXI? Es acaso que alguna de las alternativas de status va a resolver el asunto del narcotráfico o la crisis ecológica (en cuyo caso, procede preguntar cómo y mediante qué propuestas?), por mencionar sólo dos problemas que articulan lo local con lo global?

III.

A mi juicio, independientemente del resultado electoral, el fenómeno más interesante e importante de la campaña del 2012 es el surgimiento del Partido del Pueblo Trabajador (PPT). A pesar de que me distancio de su retórica 'obrerista', la cual me parece desfasada con respecto a las transformaciones capitalistas contemporáneas, y de su apego todavía —a pesar de su esfuerzo para moverse en otra dirección— a ciertas tradiciones independentistas y 'antiimperialistas', pienso que el PPT ha logrado articular con una eficacia inesperada una propuesta política progresista que intenta romper con el paradigma del status. En vez de sumarse a este paradigma tradicional (por lo cual ha sido criticado por independentistas y soberanistas), el PPT ha centrado su discurso político en lo que solía llamarse 'la cuestión social'. Es decir, en el problema de la desigualdad social que sin dudas es uno de los asuntos claves de nuestra época dominada por el capitalismo neoliberal. Los intentos de nuevos imaginarios políticos, como el que podría decirse representa el PPT en estas elecciones, sin embargo, se ven limitados por la política del status, o por a 'última hora' el 'voto útil', sin un proceso de reflexión política a largo plazo y que reúna una mirada a lo ya acontecido a lo largo de nuestras últimas tres o cuatro décadas.

No obstante, al enfocarse en la cuestión social y en las vulnerabilidades de ciertos sectores frente a otros, y no en el asunto del status, el PPT crea la posibilidad para abrir un espacio más amplio para que el problema de la desigualdad social y otros relacionados, como el avance vertiginoso de ciertas políticas moralistas de corte conservador, dejen de ser una cuestión silenciada e invisibilizada en Puerto Rico. Esto, junto a sus posturas en torno al matrimonio gay, la legalización de las drogas, y otros asuntos que tienen que ver con las 'guerras culturales' del presente, crea una posibilidad para oxigenar el aire tóxico y miserable de la política puertorriqueña. Esa posibilidad (y es solo eso), constituye para mí, el fenómeno más significativo de estas elecciones. Habría que preguntarse si una vez más el llamado 'voto útil' o el tema del status sepultarían esa posibilidad futura para dejarnos otra vez en el mismo Deja Vu.

*Tomado de 80 Grados.