La historia de Sammy Tanco (vídeos)
Por Mariana Reyes Angleró*/Salió del estudio directo para Santurce. Aunque Sammy Tanco se niega a dejar de llamarle Cangrejos al barrio que lo vio nacer. Llegó derechito a su casa en el callejón Salgado. Por esas mismas calles del sector Seboruco de Villa Palmeras pregonaba las ventas y ofrecimientos del día –hace casi sesenta años- para ganarse algo con que ayudar a su familia de diez hermanos.
'Briiiillo, soy limpiabotas. Briiillo, soy limpiabotas', iba hasta la calle Loíza recorriendo las casas de la del Parque. En esa época aquello era todo un solo barrio. No existía la Baldorioty que ahora divide la comunidad. Además de brillar zapatos Sammy vendía periódicos, El Imparcial y El Mundo, y vendía unos dulces de coco que se llamaban bolita. 'Los dulces los hacía doña Simona, ella vivía en la Santa Cecilia, y me daba 10 chavos', cuenta Sammy sobre sus primeras experiencias laborales a los diez años, como para el 1950, más o menos. 'Me iba por la Ponce de León caminando hasta Río Piedras', explica. 'Había muchos nenes vendiendo por la calle había que correr como caballo para que no te cogieran la ruta tuya. La mía empezaba desde la Santa Cecilia hasta la Benítez Castaño y el área de la Loíza y la del Parque. Allí le vendía el periódico a Mirta Silva, que vivía en la calle del Parque en los altos de la farmacia'. Ahora le adjudica a esos pregones su más temprano entrenamiento en el arte del canto callejero.
En aquella época no tenía ese vozarrón inconfundiblemente grave que aparecería luego grabado en discos de plena y de bomba. Poco después empezó a inclinarse hacia la música. Aprendió de plena y de albañilería paralelamente. Su papá, Domingo Tanco Thompson, hijo de una inmigrante de Saint Kits, tocaba la pandereta y era maestro de obras. Le enseñó el oficio que aún ahora, a los 70 años, Sammy usa para ganarse la vida cuando no se la gana cantando. Lleva muchas décadas en esas.
Pero lo de esta vez era nuevo. Estaba grabando una canción con Calle 13. El tema tenía un yubá de fondo montado en afrobeat. Lo de Sammy siempre ha sido la música urbana: bomba y plena. Y más urbano no puede ser, ha pasado toda su vida entre Santurce y Manhattan. Pero estas son otras aguas. La canción es una versión de 'Sorongo', de Tite Curet Alonso, a la Calle 13. Será parte del especial del Banco Popular de este año, dedicado al trabajo del compositor de Guayama. Sammy conoce bien el repertorio de Curet Alonso y conoce bien la dinámica de los estudios de grabación. Pasó de cantar por las calles de Villa Palmeras a cantar en el Carnegie Hall con Los Pleneros de la 21. Y vuelve y canta en las calles de Villa Palmeras cada vez que puede. O en cualquier calle, el sábado pasado se lo pasó en una esquina de Dulces Labios, en Mayagüez, cantando plena. Allí estaba tranquilo, sin la tensión del rigor frío del estudio.
Sammy vino, hace casi tres meses, a cantar en una fiesta. Pero una cosa llevó a la otra y ya doña Elsa, su compañera desde hace 45 años, ha ido y venido de Nueva York dos veces. A él le han seguido cayendo guisos. Varias grabaciones, eventos públicos y privados y plenazos. Se ha hecho larga la estadía, ya debe estar extrañando su balcón con vista al East River en Chinatown.
Sammy brincó el charco hace casi cincuenta años. Dejó atrás las parrandas de La Chambelona –grupo con el que cantaba por las calles santurcinas- para irse a buscar suerte en la ciudad. Había salido de la Central High y de un curso de dibujo comercial en el Instituto Técnico Comercial. 'Yo lo que quería era terminar para irme para Nueva York, quería irme a conocer y ver mundo'. Allá conoció a doña Elsa, él mismo se refiere a ella como doña Elsa. Ella se fue de Puerto Rico a los cuatro años y habla más inglés que español. Ella le habla en inglés y él le contesta en español y así llevan toda la vida. Allá crió a sus tres hijos y asegura que fue allá donde despertó a una conciencia política. Sammy cuenta sin amargura varios incidentes en los que la policía lo golpeó o lo arrestó injustamente, antes de tener 12 años, acá en Santurce. Pero ya de grande, en la ciudad, llegó a poner en práctica el oficio de albañil que aprendió con su padre. 'No permitían que nuestra gente entrara en las construcciones', explica. Y así fue que se integró al Black and Puerto Rican Coalition, grupo que abogaba por la inclusión de ambos grupos en la fuerza laboral, entre otras cosas.
Era la época de los Young Lords y de los Black Panthers, Nueva York era el epicentro de luchas reivindicativas de todo tipo. Fue testigo de la creación del Taller Boricua, grupo de artistas puertorriqueños responsables de la posterior fundación del Museo del Barrio. 'El Museo inicialmente era en el 206 de la calle 116', dice sobre el espacio que, junto a su amigo Neco Otero, ayudó a arreglar. Neco fue uno de los fundadores del Taller Boricua y Sammy iba a alegrarles las fiestas con su grupo de plena, Loíza. Así se integró de cierta forma al colectivo del Taller Boricua. 'Cuando llegamos ahí Neco y yo nos encargamos de la construcción. Todavía tengo los planos en casa. Lo arreglamos. Marta Vega hizo una exhibición de taínos en el segundo piso', dice sobre el espacio que empezó en los setenta y que luego se convertiría en una de las instituciones de arte latino más importantes de Estados Unidos. Ahora el museo está en la calle 104 y es parte del Museum Mile que incluye al Museo de la ciudad de Nueva York y al Guggenheim, entre otros.
El Grupo Loíza estaba integrado por algunos de los hermanos Tanco, que eran diez en total, y por otros músicos que habían migrado. Más tarde la voz de Sammy se unió a Los Pleneros de la 110 de Víctor Montañez. Finalmente se integra a los legendarios Pleneros de la 21, grupo del cual es parte por más de dos décadas. A finales de los noventa se suma al colectivo original de Viento de Agua.
Para la época en que llegó a Nueva York, más o menos para cuando conoció a doña Elsa en una fiesta en casa de Ruth Laviera, 'que era la que peinaba a Celia Cruz', Sammy era uno de esos boricuas luchadores que dieron las batallas históricas que les tocaron quizás sin tener plena conciencia de cómo cambiaban las cosas para las generaciones posteriores. 'En aquellos tiempos en Nueva York la cosa estaba en candela', dice, sin nostalgia. Cuando cuenta lo que pasaba en aquella época menciona a la gente por nombre y apellido y las direcciones exactas con calle y número de building. Habla de sus tardes en el Parque Central, con los rumberos, del festival de bomba que organizaron en Beacon Theater en 1975, de las protestas en los 'sites' de construcción en El Bronx, para esa misma época, de sus noches en el Riverside Plaza y el Palladium, del trabajo con la comunidad y de cómo adquirió su variado conocimiento de la comida china, la de verdad.
Vuelve al presente y mira el papel con el parlamento rapeado que le toca en Sorongo: 'Ay, Mi Madre', dice levantando una ceja, y le mete mano.
*La autora es periodista. Para más, visite 80 Grados.