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Droguerra

Por Rafael Franco Steeves/El que no conoce su historia, está condenado a repetirla, nos asegura el viejo refrán. Por otro lado, los mayas definían el tiempo en términos circulares, o cíclicos, y la repetición de la historia no era una condena para ellos. Era una garantía, un hecho ineludible. Hoy en día vivimos en una sociedad que visualiza el tiempo en términos lineales; el tiempo avanza, progresa. Repetir la historia, según el refrán, tiene unas connotaciones peyorativas.

La historia de nuestra querida y pequeña isla está repleta de redundancias y repeticiones. Nuestra realidad colonial ha sido perpetuada y renovada a través de los últimos 500 años de historia. Reincidimos al sometimiento de variadas autoridades una y otra vez y rara es la ocasión en que nos detenemos a estudiar estos ciclos que conforman y definen nuestra existencia. Parecería que en efecto estamos condenados a la monotonía colonial, no sólo política sino también económica y cultural. Las estructuras de control social, económico y cultural se repiten sin cesar y sin cuestionamiento.

En mi opinión personal, la peor de estas estructuras, de estos sistemas de control, es la llamada Guerra contra las Drogas, así, con mayúsculas porque mayúscula es la problemática. Hace apenas unos días atrás volvimos a ver una de esas historias circulares, o repetidas, cuando los medios noticiosos transmitieron las imágenes del más reciente operativo policiaco en la barriada de La Perla. Los arrestos sobrepasaron el centenar y la policía de Fortuño contó con el apoyo de las agencias federales de ley y orden.

La redada forma parte de la llamada campaña Golpe al Punto de la presente administración, que a su vez es una réplica de la Mano Dura de antaño, la cual se definió según los parámetros estipulados por la campaña de Zero Tolerance iniciada a nivel federal por los republicanos una vez Nixon asumió la presidencia en la década del 1970. Es la misma historia de siempre: recogen a presuntos vendedores de drogas al por mayor en una redada acompañada de los medios noticiosos. El espectáculo siempre sucede de la misma manera y siempre rinde los mismos resultados.

Mientras la administración anuncia con orgullo la desarticulación de puntos y organizaciones relacionadas al narcotráfico, la drogadicción sigue en aumento, la droga sigue bajando de precio y las estadísticas siguen subiendo. Las autoridades, locales y federales, sencillamente no pueden mostrar evidencia alguna de que el narcotráfico se ve afectado. Las toneladas de diferentes drogas que atrapan representan una fracción del monto total que circula en el narcotráfico dentro de la jurisdicción norteamericana.

Cuántas redadas no han hecho en La Perla desde la década del 1980? Aún cuando autorizaron la participación de la Guardia Nacional no lograron mermar en lo absoluto el flujo de drogas a través de Puerto Rico. Hoy en día la droga está más barata que nunca y se consigue en cualquier municipio de la isla. Nadie duda que grupos de narcotraficantes estén operando en La Perla.

La fiscalía federal, según reportes de El Nuevo Día, alega que la organización que desarticularon en la más reciente redada generaba unos $5 millones en ganancias anualmente. Y eso es sólo una supuesta organización por sí sola. Si tomamos en cuenta la cantidad de dinero que circula en el narcotráfico local, encontramos tal vez la razón por la cual tantas compañías extranjeras tienen sus más exitosas sucursales en la isla. Borders, Macy's, JC Penney's y The Gap son sólo un puñado de compañías cuyas sucursales en Puerto Rico gozan rompiendo los récords de ventas de toda la nación. Cuando trabajé en The Gap en el 2007, la tienda de Plaza las Américas era la tienda de más venta en todos los Estados Unidos, generando ventas multimillonarias en cuestión de días. Y según las estadísticas, la economía de Puerto Rico está muy por debajo de la economía de Misisipi, el estado más pobre de los Estados Unidos.

El narcotráfico es un negocio de efectivo. Tanto billete debe dejar algún rastro. Es conocimiento popular que los casinos y la industria del juego funcionan como una gran ‘lavadora' para el efectivo generado en el mercado negro del narcotráfico. Sin embargo, la corrupción dentro de este sector es notoria e inclemente. No parecería ser casualidad que varios agentes federales a cargo de investigar el posible lavado de dinero en la industria perecieron en el infame siniestro del DuPont Plaza a mediados de los ochenta. Por otro lado, una búsqueda en Google no rinde resultados en torno a posibles investigaciones sobre el nexo entre los casinos y el narcotráfico. Cómo es posible que no se busquen otros ángulos a la problemática del narcotráfico? Alguien tiene que estar lavando tanto dinero, pero quién investiga? Ni Fortuño ni Acevedo ni Sila ni Cuchín ni nadie.

En 2003, el Banco Popular recibió una multa federal de $21 millones, multa cuya cantidad equivale al monto de depósitos relativos al narcotráfico que el BPPR aceptó. Documentos relacionados a la investigación federal señalaron que la sucursal del Viejo San Juan cerró sus puertas un viernes para que todos los empleados ayudaran a contar un depósito de $4 millones que hizo un empresario italiano involucrado en el narcotráfico. El BPPR no declaró ninguno de los depósitos –el mayor siendo el antes mencionado– aún cuando la ley obliga a los bancos a reportar cualquier depósito cuya cantidad sobrepase los $10,000.

Nuevamente, estamos hablando de un solo empresario y un solo banco; sería ingenuo pensar que estos son casos aislados. La verdadera batalla contra el narcotráfico no se va a librar en La Perla, sino en las financieras, los casinos y las exportadoras. Efectuar arrestos de vendedores de droga al detal en los puntos a través de redadas de máxima publicidad sólo sirve para confundir al público, para darse alardes y justificar presupuestos exhorbitantes destinados a militarizar la policía. La realidad del caso es que no parece haber un deseo real de acabar con el narcotráfico.

En efecto, si la susodicha Guerra contra las Drogas se ganara, al día siguiente habrían millares de policías innecesarios y la economía local sufriría enormemente. Pero no hay por qué preocuparse, al paso que vamos estamos en medio de una guerra digna de un cuento de Cortázar. Es lamentable, sí, que nos veamos en esta situación, en medio de esta guerra que nadie quiere, ni puede, ganar. Somos una isla pequeña con una economía precaria en el mejor de los casos. Sin embargo, ésa es nuestra mayor ventaja.

Como somos una isla pequeña, podríamos cambiar los parámetros de las hostilidades para nuestro beneficio. Nuestra pequeñez es nuestra mejor característica. La estrategia?, fácil: legalizar la mariguana y establecer una industria basada en el cáñamo. No es una idea nueva, de hecho, es una idea viejísima. Hasta los llamados founding fathers de la nación norteamericana promovían la industria del cáñamo, la cual floreció en siglos pasados y ayudó a las trece colonias asumir un rol protagónico en el hemisferio. La misma constitución de los Estados Unidos está escrita en un papiro de cáñamo, el mismo George Washington cultivaba canabis en su propiedad.

Sin embargo, los grandes intereses han hecho todo lo posible por eliminar el cáñamo como una opción real para revitalizar la economía. El cáñamo –cuya semilla contiene más nutrientes que cualquier otra semilla salvo la soya– se puede utilizar para la manufactura de textiles, combustible y papelería, por nombrar sólo tres aplicaciones. Sus propiedades medicinales están requetecomprobadas, a tal nivel que varios estados de EEUU han legalizado su uso para pacientes del cáncer.

La legalización de la mariguana es un hecho a nivel internacional y sólo es cuestión de tiempo para que se acepte a nivel mundial. Si Puerto Rico aprovecha el momento y establece una industria de cáñamo, logrará asumir un rol protagónico en el mercado internacional. Es una pena que las autoridades retrógradas de políticos republicanos como Fortuño estén guisando tanto con esta Guerra contra las Drogas, ya que no tienen el más mínimo incentivo de darle fin a la contienda. Todo lo contrario, la presente administración ha demostrado ser más de lo mismo; la misma intransigencia, la misma predilección por el ‘status quo' y la misma filosofía egoísta de la cultura corporativa cuyo fin único es el lucro a toda costa.

Por eso no sorprende la redada en La Perla, y la cesión de servicios de agua y electricidad, y el deseo de convertir la barriada en otro centro comercial más para privatizar y atraer inversionistas extranjeros. Mientras tanto nos siguen engañando con eso de que nuestra pequeñez es nuestra gran debilidad, que no tenemos recursos suficientes, que tenemos que importarlo todo, que necesitamos al Tío Sam porque sino los comunistas, perdón, ahora son los terroristas, harían de Puerto Rico una guarida de rufianes socialistas.

No sé que va a pasar en La Perla, pero si sé que la droga seguirá siendo barata y fácil de conseguir. Al fin y al cabo ese sigue siendo uno de los mayores atractivos turísticos y con el turismo nadie se mete. No creo que sea casualidad que el gobernador de turno fue director de Turismo al principio de su carrera política.

Tal vez no podamos evitar que la historia se repita, pero sí podemos escoger cuál de todas sea la que se repita.

*El autor es periodista.