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80 Grados

Los 10 de la salsa

El año que viene El Gran Combo, mi amigo Fernand y yo cumplimos cincuenta años. Sin la intención de ser arrogante, hago la referencia como preámbulo al paralelismo de vidas salseras, entre la agrupación de más larga duración y una de las más emblemáticas de este fenómeno musical y mi biografía, como una característica significante de mi apreciación. La vida de quien les propone compartir esta experiencia discursiva ha estado marcada por el surgimiento, crecimiento, desarrollo, expansión y decaimiento de la salsa como fenómeno musical y cultural, característico de los primeros años del último tercio del siglo veinte. Y la discusión que aquí propongo es una extensión de aquellas interminables que sostenía con mis amigos en las calles, esquinas y glorietas de mi adolescencia. A Toño, Bebi, Luis, Luis Eric, Carlos, Sul, Cuco, José, Cheo y a mi hermano Ricky, entre tantos otros, vaya mi tributo, mi agradecimiento y mi invitación.

En un sentido riguroso no se puede situar el origen de la salsa con el surgimiento de la llamada Universidad de la salsa; sin embargo, tampoco se puede separar el estudio de la salsa sin referir al rejunte de integrantes del Combo de Cortijo, bajo la batuta de Rafael Ithier, en mayo de 1962. No sólo porque los primeros pasos musicales de El Gran Combo fueron una especie de continuación de la música de Cortijo, sin sus protagonistas Rafael Cortijo e Ismael Rivera, sino también porque durante mediados de los sesenta esta agrupación tanteaba con las alternancias rítmicas como lo hacían otras en Nueva York, en algo que desembocaría en lo que los oyentes de hoy reconocen como salsa, sin que durante ese tiempo se le pensara así. Por esos años, gente como Eddie Palmieri, Ray Barretto, Johnny Pacheco y hasta el propio Tito Puente, entre otros hoy reconocidos 'salseros'2, vacilaban con ritmos y formaciones musicales que se apartaban sonora y rítmicamente de los ritmos cubanos de los años cincuenta. Algunos alteraban la composición instrumental, reducían el número de músicos del 'big band' acercándolos a los de Cortijo y Arsenio Rodríguez, y sobre todo, jugaron y gozaron con el bugalú, antes de desembocar en las combinaciones más características de la salsa.

En una especie de Senilia Schopenhaueriana quiero aprovechar el cincuentenario para provocar la reflexión sobre las experiencias salseras y sus sentidos para las vidas puertorriqueñas. Y como parte vital de la experiencia salsera es la competencia y la rivalidad entre grupos, músicos, cantantes y bailadores, me lanzo a la batalla con mi propuesta de los diez mejores discos de salsa. Decir mejores es una provocación y una pretensión, porque la diferencia en calidad en estos casos está demasiado sujeta al gusto y éste a la experiencia individual: a unos les gusta más la salsa de ciertos tiempos y espacios que la de otros, especialmente al identificarlas con sus biografías. Mi asociación con el Combo es simplemente para establecer el barrio y el tiempo (la esquina) desde la que me lanzo al ruedo: más que pretensión de autoridad, les pido la vean como un reconocimiento de una de mis limitaciones. Sin embargo, digo mejores y no los que más me gustan, porque al preparar el listado intento hacer balance y ponerle freno a mis gustos y fanatismos.

Planté Bandera

Hablar de los mejores discos de salsa es proponer un desafío iconoclasta que injustamente intenta parear producción musical con literaria. Digo injustamente, no porque una merezca mayor distinción cultural que la otra sino porque los discos no se producen como los libros: no sólo por la diversidad de elementos que constituyen su producción, sino porque más que la literatura, la música popular está asediada por los dinamismos de la industria. La inmediatez, por ejemplo, con la que se produce la mayor parte de los discos junto con la competencia por el espacio radial causa que los mejores números o los éxitos de una agrupación estén esparcidos por varias producciones disqueras. Mi insistencia en hacerlo, no obstante, es para reconocer que la explosión salsera fue de la mano con la revolución industrial del LP a partir de los sesenta; tan es así, que esa seña quedó impregnada en la más famosa marca de instrumentos de la percusión salsera.

Si fuera a identificar el disco que mejor aglutina los elementos esenciales con los que se identifica el fenómeno salsero, me tengo que inclinar por Planté Bandera de Tommy Olivencia (1975). Esta grabación establece que al hablar de salsa estamos en un espacio en disputa, como lo estaban las calles y esquinas de Harlem y el Bronx, de la Perla y Villa Palmeras, inundados por migraciones de todo tipo y de todas partes. 'Yo sé que no te gustó / que yo plantara bandera, / pero lo que dice mi voz / oye rumbero! / lo repiten dondequiera'. Como si se tratara de una pelea en el barrio, Catalino Curet Alonso le regala a Chamaco Ramírez la canción con la que se ganó el Parnaso salsero, en lo que se puede ver como un humilde reclamo de su sitial contra otros cantantes, que ocuparon su puesto en la banda, o a quienes llaman ser jerarcas del soneo, como Ismael Rivera. Y el disco continúa ese reclamo en un espacio donde no se puede estar tranquilo —'Cuídate bien Casimira!'— por lo que se reparten advertencias y consejos: 'Si estás herido, haz como un león', pero recuerda que 'no es el matruco que eres tú'.

Publicado en el cenit de la fiebre salsera, Planté Bandera está organizado como si fuera un set de la orquesta en el baile en el salón o el disco que contiene de todo para el party de marquesina: allí se vacila con el guaguancó, la rumba, el merengue, la bomba y el bolero. En este, como en otros, la presencia de Tite Curet asienta la lírica y el tono, junto a ese sospechoso D.R. Allí se le rinde homenaje a la bomba, en uno de los pocos temas de Tite dedicados a la santería —'A mi pai Changó'—, y al merengue en su roce haitiano —'A la yumbaé'. Y su romance con el bolero es interpelado con el humor del coro y de los soneos de Chamaco: el amor es salvajemente chistoso para ser 'a mordisco' y 'como en una novela a la vecina pa' fuera le llevan el televisor'. Su tema titular lanza la seducción a la interpretación de la salsa en su relación con el discurso nacional ; pero ups! las franjas en su portada simulan más a la bandera americana que a la puertorriqueña. Al brote de la memoria puede haber quien piense que no contiene suficiente improvisación instrumental, signo imprescindible de la salsa buena: es muy normalizada la orquestación de Olivencia, permitiendo escasos destellos de genio individual. Pero para matizarlo allí está 'Evelio y la rumba': 'Cortijito dale duro a ese quinto por Dios!'

Concepts in Unity

De lo más anclado en reclamos del mercado pasamos a la pieza experimental del estudio, al margen del gran centro de producción y distribución Fania y Vaya records. 'El Conjunto Anabacoa, la salsa está buena y más'. Producido el mismo año que Planté Bandera, Concepts in Unity, la primera de las dos grabaciones del Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino es mucho más que un icono para los conocedores de salsa. Habría quien dispute que la segunda, Lo dice todo (1976), es una grabación más lograda, sobre todo por su 'Cinco en uno callejero'. No obstante, fue la primera la que marcó pauta. Aquí más que en ninguna otra grabación se establecen los parámetros temporales, comunitarios, rítmicos y musicales de la salsa: se combinan rumbas cubanas, guaguancós, guajiras, plenas y mazurcas en lo que es una sin igual reunión de genios musicales: comenzando por clásicos como Chocolate Armenteros y Marcial Pérez, con la integración de Manny Oquendo, los hermanos Jerry y Andy González, y los entonces jovencitos Oscar Hernández y Dave Valentin. Estableciendo su relación con el folclor cubano y puertorriqueño, acentuado por la motivación continuamente experimental y la libertad creativa y expositiva, el Folklórico dio cátedra de la mezcla de tradición e innovación que nutrió a la salsa.

Así como al mencionar el LP de Olivencia hay que destacar la presencia de Tite Curet, el Folklórico no se puede desligar de René López, su productor. René es seguramente la persona que más sabe de salsa, pero no quiere escribir un libro; y el Folklórico es su hijo predilecto. Concepts in Unity es casi como la grabación no de uno sino de varios 'jammeos' con cantos santeros —'Canto Asoyin' y 'Canto Ebioso'— con rumbas callejeras —'Anabacoa', 'A papá y mamá' e 'Iya modupué'— y con el folclor boricua anuyorquizado por Marcial Reyes —'Adelaida' y 'Luz Delia'. Poco sonado por la radio y al margen de los grandes distribuidores, son muchos los mercados que ignoran la existencia del Folklórico. Mis CDs los tuve que cazar en Viera Discos en la Parada quince, y sus LPs llegaron a nuestras manos gracias a los viajes a Nueva York que emprendió Gerry Rivas en sus comienzos con el Gran Combo. A los quince años, gracias a Gerry, éramos una suerte de eruditos salseros que cantaban, 'a papito y a mamita', 'Carmen la ronca' cuando nuestros 'pares' se conformaban con lo que sonaba la radio y distribuía la Fania. El universo de libertad creativa y experimental, sin desligarse del tributo a la tradición afrocaribeña, amarrada por un afinque sin igual que liga magistralmente cinco ritmos en un solo número —'Cinco en uno callejero'—, aunado en estos discos por el Folklórico asientan el espíritu salsero de arraigo y libertad… y si se quiere, de resistencia a las cadenas de la industria. 'Ebioso merebotimbo lo de, merebotimbo co eleá'.

Eddie Palmieri: Concierto en la Universidad o en Sing Sing?

Qué sería la salsa sin Eddie Palmieri? Pionero y máximo ganador de premios Grammy, Palmieri es para mí el genio distintivo de la salsa. Esto, quizá junto a Willie Colón, por razones diferentes, y obviamente a los del junte del Folklórico, muchos de ellos sus colaboradores. Aunque parte de su experimentación y originalidad se le debe a sus músicos, la cual, según éstos, no fue debidamente reconocida, Palmieri dio espacio para hacer de la salsa el ambiente creativo e interactivo que posibilitó el crecimiento de su vigor y su sabor. Pero, cuál disco de Palmieri es el mejor? Me inclino a pensar que es Recorded Live at Sing Sing I y II (1971). La decisión es muy difícil, pues la grabación Eddie Palmieri & Friends In Concert at the University of Puerto Rico (1971) igualmente es una muestra extraordinaria de su gran maestría y de un momento importantísimo en la historia de la salsa: un acontecimiento apoteósico de celebración libertaria que fluye como un viaje de 'ir[se] al monte a guarachar' hasta 'La libertad, lógico'; interpretando clásicos como 'Muñeca', 'La malanga', 'Pa huelé' y 'Bilongo', incluyendo el bolero 'Amor ciego', en lo que fue una experiencia de éxtasis para la juventud universitaria durante los años explosivos de la lucha contra el ROTC, el reclutamiento militar y la guerra de Vietnam. Pero si el concierto de la Universidad es la mejor muestra inicial de la explosión de la salsa de Nueva York en un escenario de Puerto Rico, el de Sing Sing destella por marcar la íntima relación de 'nuestra' música con la comunidad afronorteamericana y el jazz. En Sing Sing Palmieri le tocaba a presos puertorriqueños y afroamericanos como si el concierto subrayara la hermandad cultural de esos grupos étnicos entre los que Piri Thomas decía que estaba agarrado como de dos palos, o como extensión de las salas de baile del bugalú en las que se alternaban agrupaciones y públicos de ambas comunidades. Allí 'Azúcar' se engalana de soul enriqueciendo su jazz y las sonoridades vocales de Ismael Quintana. Además, se imprime en la memoria musical neoyorquina y puertorriqueña que se toca 'Pa la Ocha Tambó'; y como si fuera poco, Felipe Luciano rinde un homenaje poético a esta música y a la cultura puertorriqueña pregonando 'Jíbaro, My Pretty Nigger'. Ambas grabaciones logran recoger con sus limitaciones el complejo acto del performance de Palmieri de esos primeros años salseros.

En esta selección se puede juzgar que hago trampa, porque una grabación en vivo funciona como una recopilación de éxitos, las cuales excluyo de mi listado. Las propongo, porque con ellas quiero subrayar el valor de grabar conciertos en vivo: en los que se evidencia la ansiedad por imprimir en el acetato parte de la experiencia de la sala de concierto que fluctúa entre un teatro universitario, sala del Festival Casals, y una institución penal. Es la ilusión de 'Ban ban quere': ser 'la rumba del mundo elegante y del bulevar'. Además, porque estas grabaciones en vivo demuestran la resistencia de Palmieri a las limitaciones radiales e industriales de los tres minutos del disco 45 RPM con números de más diez minutos, de gran despliegue de la improvisación. Ahora, es necesario reconocer que Palmieri jugó con las grabaciones en estudio de manera sin igual, como lo demuestran sus discos merecedores de premios Grammy —The Sun of Latin Music (1975), Unfinished Masterpice (1976) y Obra Maestra/Masterpiece (2000 junto a Tito Puente), entre otros— y la recién consagración del disco Azúcar Pa' Ti (1965) por el National Recording Registry de la Biblioteca del Congreso norteamericano4. Sobre todo, hay que reconocer que ha sido el más importante continuador de la salsa: sus álbumes La Perfecta II (2002) y Ritmo Caliente (2003) dejan claro cómo desde el siglo veintiuno se puede seguir jugando gozosamente con lo nuevo y la tradición.

Fania All Stars Live at the Cheetah

Llego al ícono: al sello que propagó, extendió y se apropió de gran parte de las ganancias del mercado salsero. Y en ningún otro disco se recoge mejor que en la grabación del acontecimiento festivo, bailable y publicitario que marcó definitivamente el boom salsero: el concierto en el Cheetah de Nueva York y sus grabaciones en tres discos y la película promocional Our Latin Thing/Nuestra cosa latina (1971). A pesar de que el soundtrack de la película es pieza exclusiva en el género salsero y discográfico en general —pues es literalmente el sonido de la película, no sólo la grabación de los números de la misma—, los dos discos Fania All Stars Live at the Cheetah son mis seleccionados. Esta grabación es casi un punto de partida o un eje pivotal. Es la declaración al mundo de estas agrupaciones, de este sonido y de esta disquera: 'Quítate tú pa' ponerme yo'. Las 'Estrellas de Fania / llegaron pa' gozar' y para quedarse con el canto. La competencia, a veces desleal y medio mafiosa, que desde el impulso de esta industria estableciera la Fania Records marca toda la historia salsera, pero muy en especial la de los años sesenta y setenta, en los cuales desplazaba de guisos y de espacios radiales a todo el mundo, o casi: por lo que la selección de lo 'mejor de la salsa' está casi limitada a las agrupaciones de este sello disquero.

Fania All Stars Live at the Cheetah marca lo que se identifica con la salsa, como ninguna otra de las muchas grabaciones de este multiétnico 'all stars', sin menospreciar ninguna de las otras. La combinación musical, tipo nuevo Big Band —con tres trombones y sin saxofones—, la alternancia y competencia entre soneros —jóvenes, no tan jóvenes y un 'viejito'—, la inundación de solos de todos los instrumentos junto a su éxtasis irreprimible —'se soltaron los caballos otra vez'— establecen la salsa como una gran fiesta musical en la que salvajemente se armoniza la expresión individual, la jauría colectiva, con el afinque y el ‘performance' de director, ejecutado por el dominicano Johnny Pacheco: 'Canta Ramito!'.

Continuará . . .

Hasta aquí el primer set. Regreso luego con más salsa. No es que se me acabe el espacio, que en 80grados se emparenta con el infinito, sino el tiempo de la entrega. Espero haberles despertado la curiosidad o alborotado el avispero. Reducir a diez discos la gloria y el goce salsero es empresa fútil: parece establecer jerarquías de calidad cuando en el fondo se habla de gustos y de limitación de saberes. Pero delen (sí, se escribe denle): pélenme y disputen contra mis opiniones y argumentos. Además, si quieren especulen sobre el resto de la mía. Qué me queda? Cuáles seis la completan? A quién este idiota va a dejar afuera? Calma, van sólo cuatro. Pero hagan las suyas: metan mano 'y ya verán'.