El tío Sergio no sabía de Facebook
A Magali, que nos hace tanta falta.
El tío Sergio vivía 'en los tiempos de Muñoz Marín', tiempos en gran parte constitutivos de lo que somos todos hoy día aunque ya los tiempos sean de la revolución microelectrónica como los denomina Fernando Mires, los tiempos del Facebook.
En aquel tiempo pasado a Mami 'le gustaba pararse como las garzas' a mirar el mar desde el otro lado del fortín de San Gerónimo, y si se paraba así no era porque no fuese femenina, la Margara se paseaba por la calle con cara huraña cuando todavía los hombres se atrevían a piropear a las mujeres, era un mundo 'organizado, ideado y llevado a cabo por mujeres'. Un buen día Mami abrió la puerta y vio al tío Sergio que 'había vuelto a casa' y se formó una noche 'como de fiesta'. Y los felices días del tío Sergio ya cumplen 25 años.
Como a menudo decimos en estas remembranzas, especialmente cuando ya tenemos más años que Felices días tío Sergio 'casi no lo puedo creer'. Recordar aquella primera lectura de la obra sí puedo. A mediados de la década del 80 del siglo pasado enseñaba Ciencias Sociales en la Facultad de Estudios Generales, años después de participar en una batalla campal por una reforma curricular del curso básico para sustituir el viejo curso benitista que de una u otra forma rondaba la introducción a las ciencias sociales desde que se fundó la Facultad. Una parte de ese nuevo currículo incluía el tema de la vida cotidiana. Desde que abrí este gran pequeño texto de Magali García Ramis no lo pude soltar y ya, desde las primeras páginas sabía que su aportación a la discusión de ese tema sería estupenda. Estuvo incorporado a mi currículo por varios años. Muchos estudiantes universitarios que pasaron por mis aulas aprendieron con el tío Sergio de esos 'tiempos de Muñoz Marín', de la vida cotidiana sanjuanera y mucho de lo que somos los puertorriqueños.
Anoto también que parte de ese análisis lo enriqueció la taza y el platillo de loza con flores que el colega José Peláez ofreció en la portada del libro para ayudar a iluminar la vida cotidiana en 'los tiempos de Muñoz Marín'. Me recuerda las que teníamos en mi casa y la de mi abuela. Jamás se tomaba café en vajilla plástica ni mucho menos en vasos desechables. Así es la buena literatura, un espejo al cual nos asomamos y que nos permite conocernos mejor. Vuelvo a agradecerle a Magali y a José esa aportación y vuelvo hoy, en celebración del cumpleaños del tío, a leer esos Felices días.
También ocurre con la buena literatura que una relectura 25 años después ofrece nuevas perspectivas, nuevos elementos a su análisis. Ésta devela un mundo cotidiano nuevo con el cual el tío Sergio probablemente ni soñaba pero que quizá podemos comprender mejor con ese regreso a otra época. Trabajo con mis estudiantes el tema de la Red y los cambios que esta era cibernética con todos sus artilugios fomenta. Les pedí que me escribieran un breve ensayo titulado La Red y yo. Sé que no se pueden imaginar lo mucho que me enseñaron –ni modo que conocen la Red mucho mejor que su maestra, al menos desde la perspectiva concreta de su uso a través de casi toda su vida. Quizá lo esperaba, pero aún así me asombró su absoluta dedicación al Facebook y cómo sus comentarios confirmaban lo que ya conocía a través de mis lecturas teóricas. Luego, durante el semestre no sólo sus escritos, sino sus aportaciones en clase también verifican una paradoja que sin duda al tío Sergio le preocuparía. Me refiero a cómo el Facebook ha ido cambiando nuestra definición de la amistad. Los años del tío eran de amistad, una muy real. Con la gata Mauricia, con los familiares, aunque a veces amenazaran con hacer cumplir la ley doméstica con una varita de palo de naranja, con la criadas, con las gentes del barrio. Una amistad fundada en la mirada, cara a cara, en una cotidianidad compartida, comentada, apalabrada frente al portón, a la reja, a través del patio, de la ventana, en la juntilla. El Facebook es otra cosa.
No he leído ni un artículo sobre el Facebook ni sobre Mark Zuckerberg, su creador ya billonario, que no destaque el hecho de que esta red social fue ideada como un servicio en la Red para conectar a las personas a través de un tejido social virtual. No obstante, el análisis teórico destaca su condición paradójica: cómo en esta era de la comunicación globalizada, con artilugios cibernéticos, portales y programas que nos permiten comunicarnos diariamente si así lo deseamos, con tantos y tantos 'amigos', realmente nos encontramos conectados y más solos que nunca. Sherry Turkle, profesora de MIT, utilizó esa paradoja para titular su formidable libro de análisis de esta tecnología: Alone Together, Why We Expect More from Technology and Less from Each Other. En ese otro barrio que no era electrónico ni global, uno muy concreto en la ciudad de San Juan, poblado por la tía Meri, Mami, Andrés, Quique, la Margara y los hombres que desde la barra la piropeaban, por tanta gente real, no inventada como los 'amigos' del Facebook, gentes con vidas complejas, gentes conocidas que te encuentran por la calle y se paran a conversar y chismear un rato, personas que se quieren, se aman y se pelean a veces, en ese barrio los vecinos se arrejuntan y si están solos es porque quieren o necesitan esa soledad, porque la escogen, no porque la soledad se haya convertido en una forma de vida. Para Magali 'era un mundo de olores, sabores y rituales conocidos y no cambiantes…' En el Facebook esa pléyade de 'amigos' es parte de un mundo que cambia tan vertiginosamente que nos deja aislados. No podemos saber dónde estarán esos 'amigos' ni dónde estaremos mañana ni qué cosas estaremos haciendo, un mundo sin sabores, sin olores, sin manos tiernas que te apoyen cuando estás dolida ni brazos que te aprieten para felicitarte. Ahora los abrazos son virtuales, sin olores, sin sabores, sin materialidad alguna.
En ese mundo sanjuanero de Magali se supo que el tío Sergio era trotskista, sindicalista, apoyaba las guerras de liberación y era perseguido por el FBI, probablemente un homosexual de los que hoy alguna que otra pastora considera enviados del diablo –y cuidado de nuevo con el Facebook que antes cuando se difamaba era en el chisme, cara a cara, con nombre real, hoy la difamación es virtual y en el frío Facebook caben irresponsablemente todos los embustes pues nadie tiene que dar la cara. Al tío Sergio cuando murió lo enterraron en la fosa familiar a pesar de todos esos pecadillos tan humanos pero entonces también considerados transgresiones. Decía la tía Ele que no importaba lo que hubiese sido, no se le podía dejar solo porque 'él era uno de nosotros'. Mucho me temo que es precisamente ese nosotros lo que estamos perdiendo y con el nosotros gran parte de nuestra propia humanidad. Es realmente eso lo que queremos ser, entes cibernéticos con muchos amigos en el Facebook, todos carentes de humanidad?
Gracias Magali por seguir ofreciéndonos tanta sabiduría y muchas felicidades al tío Sergio por esos 25 años que lleva acompañándonos. En COPU también nos haces falta por tu humanidad y amistad de cara a cara.
*La autora, Margarita Mergal, es catedrática de la Universidad de Puerto Rico.